Me Robaste El CorazÓn

CAPITULO 4: DANIELA UNA VIDA DE SOBREVIVENCIA ESCOLAR

 

CAPITULO 4: DANIELA  UNA VIDA DE

SOBREVIVENCIA ESCOLAR

 

 

Caía la tarde cuando Julián regreso con la señora Laura de hacer las compras de los uniformes, mientras organizaba todo en el closet venía a su mente un leve recuerdo de una de las pocas veces que su madre lo llevó a comprar los uniformes escolares, como olvidarlo, ese fue el primer día que recuerda haber estado en una heladería, su mamá había comprado un par de helados grandes con bolas de varios sabores y cuando terminaban de comer un sabor con sus labios fríos se daban un beso en la mejilla y decía este es un beso de chocolate y ahora te  voy a dar un de vainilla, fue un momento especial que más nunca se repitió. El sonar de una notificación en el celular le saco de sus pensamientos:

  • Hola. -decía Daniela.
  • Hola ¿Qué haces?
  • Busco sueño.
  • Lo dudo, solo pensando en mí.
  • Hay pretencioso.
  • Así te gusto.
  • Pues sí, cuando empecemos clases ¿dirás que soy tu novia?
  • Creo que sería mejor esperar, no vayas a tener más problemas.
  • O sea, tú tienes problemas con eso.
  • No inventes, yo no tengo ninguno, lo que digo es por prudencia, pero si hay que decirlo, lo decimos y ya.
  • Está bien.
  • Duérmete que te vas a poner fastidiosa
  • Oye respeta.
  • Besos, sueña conmigo.
  • Besos tú también.

La semana había pasado rápidamente pensó Julián, frente al espejo observaba su imagen con el uniforme puesto, era fantástico con chaqueta y corbata, ¿cuándo me imagine así?, hasta parezco un platudo de verdad, -decía para si-  acomodándose su corta melena que aun lucían vestigios rubios de tinte anterior en las puntas, le daban su toque de modernidad a su estilo, en forma juguetona se daba un beso en su mano para luego tocarse las mejillas y decía en voz alta:

  • Estas papito. -tomando el bolso dio una última mirada a Camilo que aun dormía y salió dejando a cargo a Canela.
  • Ladras cuando se despierte, de lo contrario no te van a dar desayuno.

Canela echada cerca de la cama movió su cola como asintiendo.

  • Vaya Julián te ves muy elegante, -dijo la señora Laura- da una vuelta déjame verte bien.
  • Parece un galán, se te avecinan muchos problemas con Daniela, -dijo en forma jocosa el señor Jaime.
  • Voy a despedirme ya regreso para que no vamos.

Daniela no se sorprendió al verlo con su elegante uniforme, ya sabía que se vería muy bien, en el colegio habría más de una interesa en captar su atención.

  • Hola, ¿Cómo me veo?
  • Vaya, te ves muy bien. Definitivamente no tengo tan malos gustos - dijo Daniela mientras le abrazaba.
  • Me alegra que te guste, nos vemos más tarde. -le dijo mientras se separaba e iba a la puerta.
  • Bueno ¿y entonces?
  • No me he olvidado tonta, quería ver la cara que ponías. -regresándose la volvió a abrazar unos segundos y le dio un suave beso en sus labios.
  • Baja o llegaremos tarde. -eran la palabra del señor Jaime que ya se dirigía a la salida.

Julián le alcanzo en el estacionamiento, ya en el auto el señor Jaime respiro profundo y mirando a Julián le dijo:

  • Julián no quiero que te ofendas, pero quiero que estés claro, si tus amigos o enemigos te contactan quiero que me lo digas, así sea el saludo, ante cualquier problema, presión o acoso antes de actuar debes decirlo, no te permito que lo decidas tu o a tu manera, no quiero sorpresas, ya no eres tu solo ¿entiendes? Ahora Julián eres más vulnerable, tienes una familia que puede salir herida con las consecuencias de tus actos, para dañarte nos utilizaran ¿estas claro?
  • Sí señor, tiene toda la razón.
  • Quiero tu promesa.
  • Si, lo prometo, no hace nada y lo mantendré informado.

Hicieron el resto del viaje en silencio, ya frente a las puertas del colegio Cristo Redentor, el alboroto de los de los estudiantes esperando que abrieran las puertas eran similares a un mercado, las charlas en voz alta, las risas, el correteo de algunos chicos era un derrochar de energía y juventud, Julián se despidió bajándose del auto cuando el llamado del señor Jaime le detuvo:

  • Espera, -dijo mientras se baja del auto dándole alcance y abrazándole por unos segundos- quiero que sepas que te estoy queriendo como si fueras mi propio hijo.
  • Gracias, no recuerdo que nadie me haya abrazado sabe. –sus ojos se humedecieron.
  • Entonces abrázame otra vez.




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