Episodio 4
Dejo caer la primera rosa encima de su ataúd para ver como nuestros familiares y amigos dejan caer las suyas.
Tengo a nuestra pequeña hija en brazos y si me he mantenido de pie es por ella. Han pasado dos días y mi pequeña niña aun sin conocerla extraña a su mama.
Llora por ella, lloramos juntos.
Han sido dos días sin ella y los siento una eternidad, una tortuosa eternidad.
Mi pequeña niña es el fruto de nuestro verdadero amor, Dios sabe cuánto ame a su madre. Sí que lo sabe.
No lo imagine así, imagine estos momentos llenos de dicha y felicidad, sin embargo una profunda tristeza embarga mi corazón. Una tristeza que no me quiere soltar.
Y sí, tengo a mi hijita, pero este dolor no se va con nada. Con nada.
Quien me mantiene a flote es mi pequeña Lucille. Mi pequeña nuez, mi ancla.
Llegar a casa sin escuchar un ápice de ruido es devastador para mí, mi pequeña está dormida y me encuentro dejándola en su pequeña cunita mientras prendo la radio. Iré a preparar el biberón que en minutos pedirá.
Bajo y mientras estoy en la cocina tiro la vista hacia el refrigerador y veo nuestra primera foto. ¿Recuerdan la bebida que le invite en el zoológico hace unos 5 años?
Nos tomamos un Selfie… y está pegada con un imán ahí.
No puedo evitar largarme a llorar de nuevo en un contenido sollozo, mi amor… mi buen amor, ¿Cómo me dejaste así?
Sigo preguntándome por qué.
¿Por qué el destino fue tan cruel conmigo? ¿con nosotros?
Sin ganas de cuestionarme más, simplemente tomo el biberón y subo las escaleras para llegar a mi hija. Le miro y sus ojitos son azules, de un azul tan intenso como lo era el de su madre. Es como ella.
Le sonrió y toco su regordeta mejilla, la pillina me da una sonrisa enseñándome su pequeña encía carente de dientes. Me reconoce como su papa, seré el mejor para ella. Lo seré.
Veo la pañalera que habíamos preparado Mi Sam y yo para cuando el momento del parto llegará.
La tomo y la abro con nostalgia. Tomo la coleta que ella misma metió ya que según ella “Una mujer pariendo debe recogerse los cabellos”
Sonriendo y sintiendo mas dolor que dicha, la coloco en mi muñeca.
En uno de los costados siento un papel, extrañado lo saco pensando que son los últimos controles de Lulu. Pero no.
Es una ¿carta?
La volteo y veo una dedicatoria.
Para: Mi dulce Wawa.
De: Su Sam.
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Hola, debo confesar que cuando escribi estos dos utimos capitulos lloré.
Dos mas y llegamos al fin. Es una historia corta.
y tal vez, walter tenga su historia de amor.... lo merece ese guapo viudo.
saludos, Isabella.