EPISODIO 6 – Astronauta
En casa de mi madre, mi hija que recibe con su alegría característica. Brincando sobre mis brazos como su hubiésemos estado separados por una eternidad, me adentro con ella en brazo mientras le doy a mi madre un beso en la frente.
—Hola mamá, bendición —inquiero dejando a Lulu en el suelo para ir al refrigerador en busca de un poco de agua.
—Dios te bendiga, hijo. Lucille conto que se iban de compras, le dije para hacerle unas trenzas y me dijo que se las harías tú, no insistí porque ya sabes cómo se pone —me informa mi madre mirando a la pequeña con una sonrisa en sus labios—. Es igualita a su padre, determinada y decidida.
—Sí, yo le dije que le haría su trenza de Elsa. Iremos a comprar las cosas para la guardería, todo perfecto por cierto. Es un lugar muy lindo y con niños muy amables.
Tomo mi vaso de agua y me dirijo al lavabo.
—Mi amor, recoge todo para irnos —le hablo a Luci.
—¡Voy papi! —responde emocionada.
—Ma, te compre unas cosas para ti. Ya te las traigo. ¿Será que puedo dejar en tu nevera el helado para que no se derrita? No quiero ir a casa para ahorrar tiempo.
—Claro cielo, puedes dejarlo aquí. Sabes que estará sano y salvo.
—Escuche helado ¡quielo mi helado! —jadea ella inquieta.
—Uhm, si te portas bien conmigo mientras hacemos las comprar te doy tu helado. ¿Bien?
—Tlamposo, está bien —ella cruza los brazos y saca un pucherito.
—No me convencerás con esa carita, pillina. Busca las cosas para hacerte tu lindo trenzado de Elsa.
Me concentro minuciosamente para que todo aquel cabello rebelde que quiere salirse por donde no debe quede compactado en su hermosa y larga melena.
Un poco de gel fijador por aquí, por allá y ya mi nena queda como una perfecta imitación de Elsa pero con el cabello oscuro.
Ella saca un brillito de su bolso y lo esparce por sus labios haciendo que una gran sonrisa salga de mí. Mi hija es muy mona.
—En unas horas vengo por el helado, gracias por todo mama —la abrazo fuerte a mí.
Ella ha sido el único apoyo que he tenido todo este tiempo. Mi madre para mi vale oro y es sagrada. Dejarla en esa casa sola es duro para mí. Pero ella insiste en que vivir sus últimos años en tranquilidad es fundamental para ella, yo le insisto y le insisto que con nosotros vivirá excelente pero ella no quiere, es terca.
A cambio de su terquedad de no querer vivir conmigo, permitió que yo fuese su sustento económico. Le doy una pensión de 1000 dólares semanales, además de comprarle su ropa y comida.
De joven me prometí que iba a devolverle todo aquello que sacrifico por mí y mi felicidad. Creo que ahora lo estoy haciendo y sin dudas lo seguiré haciendo.
Compre una casa hermosa y acogedora para ella, con todo lo necesario a la mano. Pero sobre todo con un gran jardín. Ella ama las flores y cuando la visitamos adora perderse por allí con mi hija y explicarle sobre ellas y sus cuidados.
Las dos son unas loquillas amantes de las flores.
(…)
Las puertas corredizas del centro comercial se abren frente a nosotros, haciendo que una ola de aire frio nos recorra enteros.
Mi hija, me señala emocionada los carros por alquiler para niños y yo para complacerla y para no hacerla caminar tanto tiempo (los padres sabemos lo que duelen los brazos cuando el niño se cansa de caminar y debemos cargarlos) decido cumplir su deseo.
Me dirijo con ella el brazos a hacer los trámites del alquiler del pequeño coche y en menos de cinco minutos ya estoy guiando el auto rosa chillón a mientras Lulu mueve el volante con emoción.
—Cuidado chocas, mi amor —le digo siendo participe de su ilusión.
—Ay papi, ¿cómo clees? Si yo soy muy buena manejando —habla moviendo el volante furiosamente de lado a lado.
Hay momentos en los cuales desvió el coche de manera sorpresiva sacándole escandalosas pero hermosas carcajadas que me hacen reír sin control.
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Editado: 10.10.2021