EPISODIO 7 - Si yo pude, tu puedes.
El regreso a casa va acompañado de un silencio que en estos momentos no necesito. Lucille apenas entro en el auto y toco su silla se quedó rendida.
Aún estoy sorprendido por la manera en la cual asocio toda esa información y llego a la conclusión de que Samantha era una astronauta. ¡Mi hija tiene un ingenio para volar!
Mentalice y pensé tantas veces esa conversación, memorizando diálogos, lo que ella me preguntaría, lo que yo le respondería y fue totalmente distinto.
Yo pensaba responderle la típica pregunta de “¿y dónde está mi mami?” “¿Por qué no ha llegado?”
Jamás pensé que iba a asociar a Sam con un astronauta.
Y… joder. Su inocencia y el brillo en su mirada mientras lo preguntaba desolaron mi corazón, esfumo mi hambre y desestabilizo por un momento mi mundo, pero solo por un pequeño momento.
Justo ahora, solo pienso en que ella sin dudas merecía tener una madre y sobre todo merecía a Sam… y no es porque yo no sea suficiente.
Porque yo he trabajado y me he esforzado para estar a la altura de sus necesidades. Ella transformo mi vida y yo me deje encantando. Ella me salvo… mi niña es mi vida, perdí la cuenta de las veces que lo he dicho.
Ella… ella fue esa inyección de adrenalina inyectada en mi corazón, mi milagro…, el milagro de Dios.
Ella debía tener a su madre… ¡porque nadie merece tal vacío! Los abrazos de una madre es la muestra más implícita del amor de Dios… es la muestra más real de que no todo está perdido. Es como conectar una bomba de oxígeno a alguien que lo necesita.
Mi psicólogo me recomendó empezar una relación para que ella tuviese una imagen materna.
Pero no, yo… yo me niego. Mi corazón se niega.
No permitiré que la imagen de Samantha como su madre sea usurpada por otra mujer…, mucho menos incrementare la posibilidad de que mi hija se acostumbre a una mujer y después le termine rompiendo el corazón.
¡Sería algo que jamás y por nada del mundo me perdonaría!
Yo siento la necesidad de proteger mi corazón… pero no es nada comparado con el sentido de protección que nace proteger el de ella.
Yo no lo necesito, no lo necesitamos.
Echando esos pensamientos de mi cabeza, y tratando de aplacar la frustración naciente en mí, aprovecho el alto del semáforo para enviarle un mensaje a mi madre.
Tecleo rápidamente;
Hola mama, voy a tu casa. ¿Puedes esperarme fuera con las cosas que deje allá? Te amo, estoy cansado.
Rápidamente su respuesta llega;
Claro cielo, aquí te espero
Suelto un gran suspiro que esconde muchos pesares, un suspiro tembloroso que hace que mis manos se aprieten en torno al volante.
Esto no me puede estar pasando…, yo ya lo supere. Yo no la extraño más.
(…)
Estaciono el auto frente a la casa de mi madre y bajo de el con la intención de abrir el maletero para las bolsas que trae consigo.
—Wow —exclama cuando llega a mi lado—. De verdad que compraron bastantes cosas —inquiere soltando una risa sutil muy característica de ella.
—Eh, sí. Ya sabes cómo se pone con las cosas de Frozen —respondo quitándole el pesos de las bolsas para dejarlas allí y finalmente cerrar con delicadeza la puerta trasera.
—¿Cómo les… —no dejo que ella termine pues me lanzo a sus brazos y la asilo fuerte contra mí.
Una paz me invade, aplaca mi vida y aflora mi llanto.
—Mi niño, siempre serás mi pequeño Walter. Puedo sentir que algo paso… habla conmigo, siempre estaré aquí —susurra acariciando suavemente mi cabello.
Las sacudidas de mi cuerpo se calman poco a poco… y mi madre por supuesto sabe esperar. Tan sabia y paciente, así es ella.
—Hoy Lulu me pregunto sobre su madre de una manera bastante particular —le relato lo que sucedió.
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Editado: 10.10.2021