❝¿ᴇsᴛᴀs ʙɪᴇɴ?❞
Dulce se sentía muy mal por lo que estaba pasando, Yoongi no era la clase de persona que faltaba a su palabra, eso se lo hizo saber el día que corrió bajo la nieve para encontrarse con Dulce a la hora acordada. Debía haber algo extraño, algo le tendría que haber sucedido a Yoongi para que no llegara, ella no sabía qué era pero lo descubriría.
—Haneul cuida de la cafetería por mí, tengo que salir— avisó dejando su delantal y dirigiéndose a la casa del chico.
Lo había llamado un par de veces y no contestaba el celular ¡Yoongi siempre tenía su celular a la mano! salvo cuando se centraba tanto en sus composiciones que no lo escuchaba. Dulce llegó al lugar, todo estaba completamente cerrado, más después de preguntar a los vecinos supo que Yoongi no había salido del lugar.
Dulce sintió como la preocupación se agolpaba sobre su pecho, estaba totalmente asustada ¿Y si algo completamente malo le pasó? caminaba de un lado a otro intentando encontrar la manera para entrar al lugar, después de unos minutos pudo ver que la puerta del interior estaba entreabierta, ella se armó de valor y subió por el enrejado de la casa había ganado un rasguño en su brazo, pero no era tiempo de preocuparse por algo insignificante, segundos después estaba en el interior de la casa, buscaba a Yoongi por todos los lugares posibles.
—¡Yoongi!— comenzó a gritar su nombre, estaba muy asustada ¿Qué sería de ella sin el chico? Hace poco se habían conocido y ya tendrían que despedirse, el corazón de Dulce latía a la velocidad de la luz, la puerta de una habitación estaba abierta, esa era su única esperanza que le quedaba para encontrarlo.
Tomó su celular para alumbrar en medio de la oscuridad que inundaba la habitación, una diminuta lucecita llamó su atención antes de presionar el interruptor. Con pasos demasiado chicos se acercó esperando que no fuese nada aterrador, al estar a unos centímetros de poder tomar esa lucecita la habitación se iluminó y ahí estaba el pelinegro que tanto había preocupado a Dulce.
—¿Estás bien?— corrió la chica a su dirección mientras recorría el cuerpo del chico buscando alguna herida o señal de enfermedad.
—Estoy bien— susurró Yoongi con una tímida sonrisa y la envolvió en sus brazos.
Los sollozos de Dulce se hicieron presentes en el lugar, haciendo que resonaran en medio de la silenciosa habitación.
—¡Eres malo! ¿Por qué me asustaste tanto?— preguntaba en medio de sus lágrimas y abrazaba a Yoongi con mucha fuerza —Pensé que te había pasado algo grave— susurró sin dejar de sollozar.
—Quería darte una sorpresa, lo siento… Otra vez— susurró el mayor mientras acariciaba el castaño cabello de Dulce.
Dulce no decía nada más, ella estaba intentando detener las lágrimas que aquel susto le había provocado, no solo esas, sino también las que salían de sus ojos por el alivio que sintió al verlo en perfectas condiciones frente a ella.
—Me aseguraré de compensarte por esto ¿Está bien?— la abrazó con más fuerza a la vez que depositaba un beso en su cabecita.
Los minutos pasaron y Dulce seguía aferrada a Yoongi mientras este intentaba cocinar algo para comer, para el pelinegro era muy difícil lograr cocinar algo con la pequeña Dulce en su espalda, pero también se sentía bastante a gusto con ella ahí, no intentaría hacer que se bajara antes bien, intentaría hacer que permaneciera allí más tiempo.
—¿Sigues enojada conmigo?— susurró Yoongi mientras extendía un trozo de zanahoria para que Dulce comiera.
Después de recibirla ella negó, Dulce también estaba feliz, feliz porque sabía que aún le importaba a Yoongi, que él estaba bien y no había decidido irse a otro lugar esperando no volver a encontrarse con ella. Dulce estaba feliz de tener a Yoongi para ella solita y no desaprovecharía el tiempo.
—Yoongi...— susurró ella observando en dirección al horno, después de recibir respuesta del mayor ella continuó hablando —Está saliendo humo negro del horno ¿Qué tenías ahí?
—¡La torta! ¡Noooo! es un desastre— se quejó Yoongi mientras apagaba el horno.
Con el tema de la torta bajo control, Dulce a escondidas de Yoongi tomó un poco de la harina que estaba a su alcance, llamando después al mayor le arrojó lo que sus pequeñas manitas le permitieron tomar.
—¡Esto es la guerra!— exclamó el joven mientras la llenaba de harina y en medio del intento se bañaba él mismo en ella.
Las risitas por parte de ellos inundó la casa, ninguno de los dos se había divertido así antes, aunque quizá, no deberían haber desperdiciado tanta harina y la hubieran usado para hacer más bollitos con queso.
—Es hora de comer— expuso Yoongi mientras dejaba caer a Dulce sobre el sofá —Me esforcé mucho así que espero que por lo menos lo termines, además… tuve que hacer una larga fila para conseguir el chocolatito que tanto te gusta— sonrió de lado.
—Ya que te sacrificaste tanto por mí, lo menos que puedo hacer es comer toda esta delicia— dijo ella con una sonrisa emocionada en sus labios, la verdad era que Yoongi era un cocinero genial y aunque Dulce no había llegado a probar un plato hecho por él a simple vista podía deducir que lo hacía de maravilla.