Media luna, Iguales y diferentes

Un reencuentro inesperado

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La angustia y desesperación reinaba en la manada “Luna Sacra” en Italia, todos estaban preocupados por no encontrar a Anabeth, aunque nunca se cansarían de buscar y no perderían la esperanza de encontrarla, todo indicaba que ese imbécil poco hombre la tenía, Martin no dejaba de buscar a su Media Luna, se sentía vacío, no probaba bocado los primeros días hasta que su familia lo reprendiera y convenciera de que era necesario ganar energía y seguir en la búsqueda, cada mes que pasaba se hacía realmente doloroso no poder saber nada de ella...

Por otra parte, Anabeth sentía la angustia y desesperación de su Mate, se sentía realmente culpable y un dolor se acrecentaba en su pecho, se repetía una y otra vez que era necesario para evitar inocentes muertes, acariciaba cada día su pequeño abultado vientre que la animaba a ser fuerte y soportar el martirio de no tener a su encaprichado lobo abrazándola y llenándola de caricias, lo extrañaba demasiado, extrañaba a su familia, extrañaba ver a los cachorros entrenar, extrañaba todo realmente.

-Buenos días querida joya—esa voz, esa que repudiaba desde el día que llego a ese lugar, aunque la trataban muy bien ella no soportaba lo irritante que sonaba esa voz, aunque tenía que tratar de soportar para no llevarse una mala reacción como el primer día que la abofeteo, si no fuera por una silueta que se le hacía familiar, la hubiera tratado de forzar a ser algo que no deseaba.

-¡Buenos días!—responde con algo de falsa emoción, que lo hace esbozar una gran sonrisa y repasarla de pie a cabeza como estudiándola.

-Deberías levantarte, hoy hace un hermoso día, además de que quisiera verte con esa ropa deportiva que tanto te encanta usar—dice lascivo lo que le hizo dar náuseas, asco era lo que sentía de ese ser tan malévolo, desde hace unos meses solo usaba ropa holgada o vestidos anchos, solo para ocultar lo que ya sospechaba.

-No me siento bien, solo quiero estar aquí acostada—no la deja terminar de hablar, para tomarla del brazo con brusquedad y sacarla de la habitación, muchos lobos y otros vampiros alrededor custodian la puerta desde su estadía, es por ello que se ha limitado en obedecer y no luchar porque le harían daño, tanto a ella como a sus cachorros.

-Te ves más bonita si obedeces, ahora camina— gruñe entre dientes, obedece solo para que no se enfade más, la guía a una arboleda era realmente impresionante la belleza de la naturaleza en ese lugar, se quedó embelesada observando todo que se sobresaltó cuando el tomo entre sus manos sus senos sobre la tela de su camisa, sintió que devolvería todo en ese momento, quería golpearlo hasta el cansancio—eres realmente hermosa, me pones duro cuando te resistes y también cuando obedeces—le muerde el lóbulo del oído restregándose a su cuerpo y baja las manos a sus caderas aprisionándola para que no escape.

-Mi señor—gruñe separándose bruscamente, se da vuelta y encara a esa silueta misteriosa que siempre aparece para salvarla, suspira de alivio y trata de recomponerse de las náuseas.

-¿¡Qué demonios quieres!?—ruge a los gritos enfadado por ser tan insoportable de aparecerse en los lugares y el momento menos oportuno.

-Todo esta listo, solo esperamos órdenes— para Anabeth es extraño escuchar una voz tan misteriosa y distorsionada, sentía curiosidad por saber quién era esa silueta, lo que le dijo a Bastián le hace esbozar una gran sonrisa siniestra, que hace erizar la piel de la misteriosa figura.

-Bien, acabaremos con esto de inmediato—voltea a mirar a Anabeth y sonríe con arrogancia—encárgate de que este lista, la llevaremos con nosotros, vera todo en primera plana—murmura algo contrariado, pero se repone rápido y toma sin ninguna delicadeza su brazo y la lleva hasta donde está la silueta familiar que la hace caminar empujándola sobre sus hombros, pudo notar que poseía unos guantes negros que a su parecer se le hacían femeninos.

El ambiente cálido que había en ese lugar se fue convirtiendo en frio y sombrío, de nuevo un mal presentimiento se alojó en su pecho, cuando menos lo espero estaba frente a la puerta de la habitación donde se hospedaba, entro antes de que se lo ordenara, se fue rápido al closet, se alisto rápidamente, cuando salió frente a ella se le mostraba una enorme gabardina que se le antojo adecuada, se la coloco de prisa y sintió un fuerte viento chocar contra su cara.

-Llego la hora—escuchó esa voz familiar y miro alrededor buscándola, pero no se imaginó que esas palabras no habían sido dirigidas para ella cuando las miro frente a frente.

-¿Qué ocurre aquí?—pregunta Anabeth desconcertada, por alguna razón las siluetas se veían realmente idénticas excepto por algunos accesorios y detalles que tenía una, la silueta que ha estado ayudando al hombre levanta un poco la cabeza y deja ver en sus labios una sonrisa ladina y algo siniestra.




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