Prólogo:
Mamá siempre decía que era la niña más linda del mundo, yo le creía, puesto que mamá jamás miente. Por otro lado, estaba papá diciéndome que lo que mamá decía era realmente cierto, pero que por ese motivo tenía que tener cuidado de los monstruos llamados "chicos" que algún día me perseguirían y me convertirían en una bruja fea con la pregunta de: "¿quieres ser mi novia?". Entonces para que eso no sucediera yo tendría que decir "no" y salir corriendo.
Papá tenía raros tips para ahuyentar a monstruos.
Nunca entendí ese método de papá, porque Jonah y yo teníamos distintos trucos para hacer desaparecer monstruos. Yo lo hacía con mi varita mágica de princesa que me había traído santa Claus para navidad, y Jonah lo hacía con el martillo de Thor que le habían regalado sus papás para su cumpleaños.
Jonah y yo somos mejores amigos desde que nacimos. La mamá de Jonah, tía Catherine—como yo le digo— es mejor amiga de mamá desde el instituto, cuando ellas estudiaban, por ese motivo, cuando ellas se casaron se mudaron junto a sus esposos a Londres, y al parecer hicieron competencias de quien se embarazaba más rápido, porque al final las dos quedaron en cinta al mismo tiempo, ganando tía Catherine al dar a luz a Jonah dos semanas antes que mi mamá.
Así que, desde nuestra estancia en el vientre de nuestras respectivas madres, Jonah y yo somos mejores amigos, forever ever.
Jonah y yo somos inseparables, tenemos nuestro propio club secreto en la casa del árbol que papá y tío Frankie nos hicieron. Nos bañamos juntos, jugamos juntos, comemos juntos, hacemos casi todo junto, menos ir al baño a hacer nuestras necesidades, eso lo hacemos por separados porque Jonah se echa unas flatulencias que te hacen desmayarte.
—¿Cuándo crezcas cuántas monstruas vas a tener Jonah? —le pregunte a mi lindo amigo, mientras comíamos pastel de mi octavo cumpleaños, refiriéndome a las novias.
Jonah se echó una cucharadota de pastel a la boca y puso una mano bajo su mentón, pensando. Lo mire insistente esperando por su respuesta y a la vez sintiendo asco por su manera de comer pastel. Mamá siempre decía que los niños, a pesar de ser criados con buenos modales al final, siempre, se les salían lo cavernícola, como le sucedía a papá en muchas ocasiones. En cambio, nosotros las niñas, éramos tan delicadas como las flores, algunas con espinal y un poco defectuosas, pero al final delicadas como una.
Yo siempre creía que era una hermosa rosa amarilla —mis favoritas—, hasta que Jonah con su enojo me decía que era solo una rosa echa de papel periódico cagada por pajaritos, estúpido niñito me hacía llorar, a veces quería arrancarle la cabeza como toby—mi chihuahua— se lo hace a mis barbies. Pero al final Jonah se terminaba disculpando con gomitas en forma de animales, por hacerme llorar.
—humm —dijo al final de unos segundos masticando como cerdo el pastel—, no lo sé, Lishia —respondió de esa manera en la que me había bautizado cuando éramos pequeñitos, ya que no podía decir mi nombre bien.
—¿Cómo que no lo sabes? —replique frunciendo mi ceño y estirando mis labios como pico de pato.
—Sí, no lo sé —negó—. Los dedos no me alcanzan para enumerarlas, pienso tener muchas monstruas —hizo un asentamiento y siguió comiendo su pastel.
Jonah estaba demente, si tenía muchas monstruas, ¡se lo iban a comer! Pero al final era su decisión, y él sabía cómo defenderse, tenía su martillo de Thor y muchas pistolas de agua.
—Pues yo no pienso tener monstruos, no quiero volverme fea —me cruce de brazos haciendo un mohín.
—No te puedes volver fea cuando ya lo estás Lishia —abrí mi boca ofendida ante sus palabras. Mientras él seguía comiendo pastel como sin nada.
—Tonto Jonah —exclamé y le di un empujón. Él se echó a reír.
—Es broma Lishia, tú eres la niña más bonita del mundo, recuérdalo siempre. Lo dice tú mamá y lo digo yo —sonreí limpiando las lágrimas que habían salido de mis ojos. Era muy llorona—. Y yo siempre te protegeré de esos monstruos, no dejaré que nadie te haga daño.
Asentí con una sonrisa y me tiré sobre él, dándole un abrazo de oso.
Jonah siempre sería mi mejor amigo, por nada del mundo lo cambiaría. Pero nuestros padres, tenían en mente otra decisión para nuestras vidas en un futuro.