Medianoche En El Infierno

LA PARADA

El sol caía y pintaba el cielo de un color escarlata y rosado con tintes de amarillo, no todos los días se ve un atardecer tan hermoso como ese.
Las nubes parecían trocitos de algodón teñidos de un naranja pastel. Ese atardecer sí que era digno de ser dibujado, o al menos, eso pensaba Zak mientras esperaba el colectivo que lo llevaría a su casa.
"Ya llevo más de una hora esperando el colectivo, y no viene" Pensaba mientras sacaba el celular de su bolsillo para enviar un mensaje de texto a su madre.

"Mamá llegaré tarde.
No te preocupes, estoy esperando el colectivo"

Guardó su celular y se volvió a fijar si el colectivo venía, pero no vió nada más que los arreboles del atardecer, y los autos que pasaban a gran velocidad por la ruta.

No era el único que esperaba, había otras tres personas más y una joven de guardapolvo blanco, pero por alguna razón, ninguna de esas personas notaba su presencia.

Volvió asomarse, un auto paso a su lado a gran velocidad.
—¡Ah! Maldición por poco me atropella —Dijo en voz alta y volvió a mirar a las tres personas, pero ninguna le prestó atención. Simplemente mantenían la mirada perdida en el horizonte, excepto por la chica que lo miraba con miedo.

Zak observo a la joven, le sonrió tímidamente, y ella se asustó aún más...
Al ver su reacción, Zak se puso serio y volvió a mirar a lo lejos. El colectivo aún no venía.
—¿Hace mucho que esperas? —Le preguntó a la joven.
—Los muertos no hablan —murmuró en voz baja. Zak la miró extrañado, y decidió no volver a preguntarle.

El sol caía, y el cielo se tornaba de un color escarlata más oscuro. El muchacho volvió asomarse y fue ahí cuando lo vió.
El odioso colectivo que lo tenía esperando allí hace dos horas, al fin se dirigía hacia la parada. Extendiendo el brazo frenó el colectivo, pero antes de subir volvió a mirar a la chica que seguía balbuceando las mismas palabras.

El joven se acercó al colectivo, el coche avanzó un par de metros antes de que subiera, obligandolo a retroceder. Fue cuando la miró una última vez; ella ya lo estaba mirando con una sonrisa tétrica.

El chico se dirigió al autobús aterrorizado. La muchacha a quien veía, de la nada, se le empezaba a chorrear sangre de la yugular, su mandíbula se desviaba, su piel se pudría, el cabello se le caía dejando ver claramente el interior de su cabeza y su cerebro en estado de putrefacción, que era devorado por gusanos mas grandes que un dedo pulgar; la sangre manchaba su planchado guardapolvo blanco.
Las otras tres personas, giraron al mismo tiempo su cabeza hacia él de forma lenta y tétrica.

Zak subió con la piel tan pálida como un muerto, sacó boleto y se sentó en los asientos del medio, del lado de la ventanilla.

El coche avanzó unos metros, y se detuvo. Las barreras bajaron y las campanas sonaron, anunciando que el tren pasaría. Zak intentaba calmarse, pero el pánico invadió su cuerpo, cuando notó que el colectivo estaba en medio de las vías.
Rápidamente se puso de pie, y comenzó a alertar a todos.
—¡El tren! ¡El tren se dirige hacia nosotros!

Nadie lo escuchaba.
—¡¡Escuchenme!! ¡El tren nos matará!

Nadie se percató de su presencia. De repente, todo el mundo dejó de hablar, ni siquiera afuera del vehículo se escuchaban voces o algo.

Zak intentó alarmar a una mujer con un niño en brazos.
—Señora, debe bajar enseguida.

Pero la mujer simplemente siguió amamantando a su pequeño.

—¡¡Parada!! ¡¡parada!! —Desesperadamente presionó el timbre, pero el chófer no abrió la puerta —¡Abra la puerta! ¡Abra la puerta!

El muchacho corrió hacia el chofer, y apoyándole la mano en su hombro le gritó.
—¡¡Abra la puerta!! ¡Abra la puerta, me quiero bajar! ¡¡Quiero bajar!!

El hombre giró su cabeza hacia él con la mirada perdida, lo que hizo que Zak retrocediera, y el chófer le regalara una sonrisa maliciosa. El joven estudiante intento romper las ventanillas con un pequeño martillo que se encontraba en el colectivo, en caso de emergencias, pero al rajarse el vidrio este volvía a la normalidad.

El corazón de Zak latía a mil por segundo, empezó a transpirar frío y ver borroso; los demás pasajeros seguían hablando mientras que el chico seguía golpeando los vidrios en vano. El tren tocando su bocina, el colectivo varado en las vías, el cielo de un color rojo sangre, y un niño que jugaba con un autobús y un trencito de juguete.

El niño le sonrió a Zack, y simuló un choque con sus juguetes.
—¡Pum! —Salió de la boca del niño.

Zak corrió hacia la ventanilla de su asiento, y la locomotora del tren ya estaba cerca.

PUM...

"...Tenemos noticias de último momento...
Ayer, aproximadamente, a las 19 horas un tren chocó contra un colectivo de la línea 666..."

Los medios no tardaron en aparecer...

"... En total 48 pasajeros murieron en este trágico accidente, entre ellos un niño de 12 años, que asistía a la escuela primaria n° 14, y un infante de 4 de cuatro años de edad..."

Eso decían algunos noticieros...

"... Al parecer hubo una falla en el sistema de las barreras, ahora pregunto ¿Se puede seguir viviendo así? El gobierno no se hace cargo de nada... "

Otros no tardaron en hacer política...

"... Ya es el segundo accidente que ocurre. El anterior, ocurrió el año pasado, y fue la misma línea de colectivos, en el mismo lugar, a la misma hora... "

Pueden sacar las teorías que quieran, pero lo cierto es... Que Zak está en la parada, bajo el atardecer, con el cielo escarlata y las nubes de algodón naranja pastel. Está quieto, con su planchado guardapolvo blanco, observando la nada.

—¿Hace mucho que esperas el colectivo? —Le pregunta una jovencita, pero Zak sólo logra sonreír de manera miedosa a la par que murmura.
—Los muertos no hablan.

Esta lo mira un rato antes de volver a fijar la mirada en el horizonte. Al llegar el autobús 666, la joven se acerca al colectivo, el coche avanza unos metros para obligarla a volver sobre sus pasos y mirar a Zak. Logra subir y luego... TODO EL MUNDO DEJA DE HABLAR...




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