Si supieras cuántas tragedias ocurrieron en este barrio, no lo verías como lo ves ahora...
Las hojas de los árboles meciendoce a la par del cálido viento de primavera, las mariposas posándose en las flores, y los pájaros cantando alegremente...
Todo eso es solo una fachada, una mentira.
Tengo mis razones para decirte que aquí, en este barrio tan pintoresco, se ocultan incontables suicidios, asesinatos, infidelidades, y ajustes de cuentas. Cuando vos ves un hermoso mural, yo veo una gran mancha de sangre oculta bajo la pintura. Así es, y será siempre.
Pero aquí es normal. Ya desde su fundación, este lugar viene sufriendo tragedias, algunas tienen explicación, mientras que otras... Ni siquiera se mencionan. Por alguna razón, nadie habla del sauce llorón de la esquina de mi casa, es extraño ¿no? Pero ni las señoras más chusmas del barrio hablan sobre aquel árbol.
La verdad que contarlo sería como estar buscando tu propia muerte...
Creo que fue uno de los casos más extraños que ocurrieron, porque este, al igual que muchas otras tragedias, no se puede explicar de manera racional...
Todo empieza en una cálida noche de Octubre, el hombre de aquella casa era un señor de aproximadamente unos 40 años, no sé si tenía familia o estaba soltero. Lo que sí sé, es que se dedicaba a limpiar ataúdes, y que casi nunca salía de su casa. También, sé que en su vereda había un pozo, uno muy profundo.
* * *
El hombre se encontraba limpiando el interior de uno de los ataúdes, cuando escuchó un ruido proveniente de la cocina.
—Rayos otra vez... — Dijo el hombre dirigiéndose a la cocina —Cariño te dije que no andes deambulando por la madrugada.
Su esposa lo miró fijamente sin ninguna expresión.
—Solo quiero un trozo de queso — Murmuró ella.
—Sabes que no puedes comer eso — y tocando el vientre de su esposa dijo —te hace mal. No quiero que te sientas mal durante la noche... Vamos vuelve a la cama, yo iré en unas horas.
—Pero...
—Cariño. No me obligues a llevarte a la fuerza. — Advirtió con una voz grave.
La mujer sollozó un poco y se fue a la cama, mientras que su marido regresó a el garaje a terminar con la limpieza del cajón. El hombre aplicaba grandes cantidades de alcohol y lavandina para desinfectar la madera; luego lo enceraba, y hubiera terminado el trabajo de no ser por la lamparita de luz que comenzó a titilar hasta que se apagó, dejando el lugar en penumbras.
El hombre suspiró frustrado, y sintió una suave caricia que recorría su espalda, volteó rápidamente; todo estaba en silencio,no había nadie excepto él. La noche era tan silenciosa que se podía escuchar hasta un alfiler que caía al piso. De repente la ventana se abrió por un fuerte viento que arrastraba consigo hojas y ramas...
—¡Maldita sea! El ataúd —. El hombre corrió hasta la ventana y la cerró, pero ya era tarde, el cajón se había vuelto a ensuciar.
Al cerrar la ventana, observó que algo se movía alrededor del pozo, pero no pudo ver que era. Él se acercó un poco más a la ventana, se acercó tanto que casi tocaba el vidrio con la frente.
—"¿Qué demonios es eso?" — Pensó.
El barrio oscuro, la luz de la luna traspasando la copa de los árboles, haciendo que se vean macabros, y de repente, como si el cajón hubiera sido preparado para él, una fuerza extraña lo empujó hacia atrás, dando de cabeza contra la mesa y dejándolo atontado.
Una figura esquelética y deforme caminó hacia él y con sus largas uñas, mató al hombre, clavandolas en sus sienes.
Dos días después...
—Nunca terminaré de limpiar ese cajón. — Le comentaba a su esposa al día siguiente.
—Tranquilo cariño, estoy segura que lo terminarás...
—No, no lo haré porque... No sé, hay algo o alguien que me impide hacerlo.
—Bueno, tal vez si aprovechas esta tarde, termines de limpiarlo.
—Si... Tal vez. — El hombre bebía su café.
—¡Mamá! ¡Mamá! — gritaba su hijo, que venía corriendo hacia ella —¿Puedo ir a jugar afuera?
—Esta bien, pero ten cuidado. Ayer llovió y está todo inundado
—Y cuidado con el pozo. — Advirtió su padre.
El hijo salió a jugar.
La madre salió a comprar.
Y el padre volvió a su labor. Limpiar el ataúd.
"TOC" "TOC"
Llamaron a la puerta.
—¿Y ahora qué? — dejando el cajón abierto se fue hacia la puerta y la abrió —¿Si?
—¿Es usted el señor Ramírez?
—Sí ¿Por qué?
—Policía — aclaró mostrando su placa —Podría, si no es mucha molestia, pasar a su casa. Tenemos unas preguntas para hacerle.
El hombre lo pensó unos segundos y luego asintió.
—¿Cuál es el problema oficial? — Preguntó Ramírez.
—Se reportaron dos desaparecidos.
—Pues , últimamente esas cosas suceden muy a menudo ¿No cree?
El señor Ramírez tenía razón, al estar en época de dictadura no le era nada sorprendente que se reportaran desaparecidos a diario, de hecho no le importaba en absoluto, pero su opinión cambió por completo cuando vió la foto de un niño y su madre.
—Yo nunca los había visto. — Afirmó.
—¿Seguro? Nos llegaron algunos testimonios de que estás personas vivían aquí.
—No. Se habrán equivocado de casa. Yo no los conozco, no tengo ni mujer ni hijos.
—¿No está casado?
—No.
—¿A qué se dedica?
—Limpio ataúdes.
El policía lo miró por un momento.
—Si, limpio ataúdes, cajones para muertos. — Aclaró entre risas tetricas, que se detuvieron en seco, para mirar fijamente al policía con una extraña inexpresividad.
El policía desvío la mirada hacia el pasillo, donde vió una pequeña figura que corrió de una habitación a otra dando un fuerte portazo.
—¿Y eso que fue? — Preguntó el oficial.
—¿El portazo? Probablemente fue el viento. Es una casa vieja, hay mucha correntada de aire. — Le dijo con una sonrisa tetrica.
—¿Y la figura que pasó?
—¿Figura?
—Si.
—¿Qué figura?
—¡L-La que está detrás de usted! — Exclamó con el corazón acelerado.