Médium. Beso a la muerte (libro 2)

Capítulo 4:Huesos

Capítulo 4:

Huesos

 

Llegue a pensar que Asier cambiaria de opinión, pero no. Todo lo contrario, se mantiene firme en buscar los huesos de Kelly esta misma noche. Que ella permanezca en la parte de atrás del coche no es que ayude mucho para replantear la situación. Me preocupa que nos metamos en problemas al invadir una propiedad privada en medio de la noche. No por mí, de alguna manera tengo la excusa de que soy médium y me han dado el caso de la niña. Me prohibirían entrar a la hacienda, pero no creo que se tomen acciones legales en mi contra, o por lo menos eso espero. En cuanto a él y Otto, ambos son representantes del Cabildo de La perla y la situación los pondría en una situación muy incómoda, que nos sepultaría con el caso por el cual nos han enviado.

—¿Qué dijo tu abuelo? —pregunto.

—Ah… Que tuviéramos paciencia.

—¿De verdad? —inquiere Otto desconcertado—. Tenemos un mes aquí y no hemos hecho nada. Hasta ignoran nuestra presencia.

Se burlan de nosotros que es diferente. Aceptaron que viniéramos a husmear en sus asuntos y ahora ni siquiera nos permiten estar cerca del papeleo de las muertes encontradas. Estar aquí es una completa pérdida de tiempo.

—No podemos quedarnos otro mes, por lo menos yo no puedo. No sé ustedes —comento.

Ya he estado fuera de casa mucho tiempo y tengo un negocio que atender, he perdido ingresos este mes que el cabildo no va a reintegrarme. Aunque me pagaran bien por este trabajo, si se llegara a resolver lo que parece ser imposible.

—Dos semanas más. Si no tenemos nada para ese momento entonces nos vamos —me asegura Asier.

Él tampoco está muy cómodo aquí con la situación. Quiere irse desde la primera semana en que no tuvimos ningún progreso con las autoridades locales.

—De maravilla —dice Otto.

Asier estaciona como a diez metros de la entrada de la hacienda. El coche queda oculto entre las sombras y la foresta. Coloco a Sombra en el bolsillo de mi chaqueta, en su tamaño de pequeño cuchillo ceremonial.

Otto saca una pala del maletero, vino preparado para cualquier eventualidad. Lleva una larga espada con una delgada hoja, liviana y fácil de manejar en su funda atada a su espalda, además de una 9 mm sujeta a su cintura.

Asier por su parte tiene sus dos dagas mellizas en alguna parte del cuerpo.

—¿Una vez que encontremos los huesos que haremos con ellos? —pregunta Otto cerrando el maletero.

Espero a que Asier le dé una respuesta. Lo complicado de escarbar en tierras privadas es ¿qué hacer después? Darle sepultura y hacer los ritos funerarios para que la niña descanse no es suficiente, lo que a ella la tiene atada a este mundo es la falta de justicia.

—Llamar a las autoridades —dice Asier con calma—. Vamos a entrar, aseguramos que los huesos estén allí. Y mañana Nahir ira con las autoridades y le dirá que su investigación la ha llevado a la hacienda de la familia Echeverría y exigirá una orden para que revisen el lugar.

—¿Realmente crees que me presten atención?

Me recojo el cabello en una coleta. Asier me observa pensativo.

—No, pero estoy seguro de algo se te ocurrirá.

—Eso, igual nos meterá en problemas —replica Otto.

—Da igual si puedo dormir la próxima noche —dice Asier iniciando una caminata que podría resolver una muerte o meternos en un gran problema.

Voy tras él. La entrada a la hacienda está a oscuras y vamos a tener que forzar el candado para poder ingresar. No es algo que no haya hecho antes, pero esta vez no es un cementerio a donde estamos intentando entrar. El candando fuera, Asier empuja una de las rejas, el chirriante sonido de las bisagras perturba el silencio.

Me parece increíble la quietud de la noche. Además de Kelly no hay ningún otro fantasma cerca, y es un poco extraño porque los lugares tan boscosos… Los pueblos suelen tener visitantes nocturnos. Se cuentan muchas historias en los pueblos chicos y esperaba, no sé, un poco más de ruido. Desplazo la mirada y solo encuentro árboles, nada que pueda ser inquietante.

Otto lidera la excursión directa hacia donde suponemos se encuentran los restos de Kelly. La pala sobre su hombro. Por cierto, la niña ha desaparecido. La busco por los alrededores con la mirada y no la encuentro, la pequeña, fantasma se ha esfumado. Eso es más extraño aun.

—¿A dónde fue? —inquiere Asier.

Se detiene impidiéndome el paso.

—No tengo idea.

Otto se ha adelantado bastante.

—No me gusta este lugar —musita alerta.

—Fue tu idea venir, amor —le recuerdo. Le doy un beso en los labios. Que bien se siente.

—Hagamos esto rápido. De verdad no me gusta este sitio. No sientes que es como muy silencioso.

Sí, eso me ha inquietado desde el primer momento en que cruzamos la entrada. La actividad espiritual de noche es más vivida e inquietante, pero hoy, no lo sé.

—Lo sé. Vamos.




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