Médium. Beso a la muerte (libro 2)

Capítulo 5: Interrogatorio

Capítulo 4:

Interrogatorio 

 

Las heridas fueron superficiales, pero igual tuvieron que suturar. Me llevé un gran susto con toda esa sangre. Ese animal o lo que haya sido en realidad solo fue en contra de Asier, en ningún momento fijo sus ojos en Otto o en mí. Parece algo personal y eso me aterra porque no tengo idea de quien pueda estar detrás de todo esto. Podría ser cualquiera en este pueblo o, fuera de él. Tenemos un asesino silencioso de cuatro patas que por lo vivido no puede llegar a tratarse de un animago.

Lo que nos da la certeza de que es algo más como se sospechó desde un principio. El problema es llegar a comprobarlo.

Estábamos por abandonar el hospital local cuando fuimos interceptados por la policía local. Sabrá dios como se enteraron de que estuvimos en la hacienda de los Echeverría. Los muertos no hablan a menos que sea a través de un médium y por lo que sé, ese grupo de niñas que nuestra intromisión ha despertado nunca se ha comunicado con nadie más que yo hasta hace un par de horas. Lo que me deja con la única respuesta lógica para este asunto tan incómodo. Alguien nos ha estado observando. Siguiéndonos quizás. La incógnita es ¿quién?

—Señorita Sánchez, quiere decirme, ¿qué hacía en la hacienda Echeverría sin autorización de sus propietarios? —pregunta el oficial Dante Suárez.

Un hombre con un horrible bigote, es lo que más llama la atención de su cara, su barba rasurada contra la piel canela. Todo ese vello sobre los labios lo hace ver descuidado, si hasta su cabello tiene un corte bajo. Es un delgado y seguramente a poco de recibir su jubilación.

—Por enésima vez le digo, encontré el cadáver de alguien en esa hacienda —respondo completamente calmada.

No sale de esa pregunta como si mi respuesta no tuviera ninguna importancia. De verdad que no entiendo a la gente de esta localidad. Digo que encontramos los huesos de una persona no identificada en ese lugar y solo se enfrasca en preguntar quién me autorizó irrumpir en propiedad privada. Por amor al cielo, esto realmente es una pesadilla.

—No está respondiendo a mi pregunta —este hombre intenta descifrar mi grado de tolerancia. Pero la realidad es que lo único que está logrando es enfurecerse el mismo. Su tono amenazante no me intimida en lo absoluto—. Desde que llegó no ha hecho nada que beneficie a mi ciudad. Usted y su novio están causando problemas.

Entre abro los labios y decido que respirar solamente por la nariz no me es suficiente. El oficial lo ha conseguido. Adiós a la tolerancia.

—Puesto que le importa una hectárea de rábanos la mención de un cadáver en una hacienda de una familia adinerada. Le explico —el hombre retuerce los ojos como un animal rabioso—, fue usted precisamente el que me pidió encarecidamente que me encargara del caso de Kelly Aguilera. Solo hago mi trabajo.

—¿Su trabajo? Es decir, su trabajo se resume a andar por allí implantando cadáveres para inculpar a personas honestas de haber asesinado a una niña que lleva más de ocho años desaparecida. No fue esa precisamente la reseña que me comentaron de usted cuando el cabildo la sugirió para venir a encargarse de los asesinatos que han golpeado la localidad en los últimos meses —dice como si fuera la única verdad.

¡Trampa! Me han montado una trampa. Comienzo a odiar este pueblo y todos sus habitantes.

—¿Qué está insinuando? —pregunto molesta.

—Exactamente lo que dije. Señorita Nahir. No está en su isla, aquí las cosas son diferentes y no nos gusta que forasteros vengan a hurgar en nuestros asuntos. Pensé que ya eso le había quedado claro.

Golpear a un oficial de policía no es precisamente algo que me ayude, pero tengo unas ganas de golpearlo justo en la cara. Contrólate Nahir. Contrólate. No vale la pena.

—¿Qué cree que va a pensar el cabildo cuando sepa que usted, su novio Asier y ese otro muchacho…? —hace un movimiento con su mano tan despectivo que me enfurece. Aprieto con fuerza los brazos de la silla, en mi vida me había tocado una situación tan humillante— ¿Cómo es que se llama?

Uso todo mi autocontrol para soltar la silla y entrelazar mis dedos.

—Otto —contesto con demasiada rigidez en mis labios. No me gusta para nada el rumbo que toma esta conversación.

—Sí, Otto. Como decía. ¿Qué considera que piense el cabildo cuando sepa que ustedes tres han dejado un cadáver en propiedad privada para culpar a una familia?

Nos quedamos mirando fijamente. Nada de lo que pueda decir cambiara la historia que ya ellos han montado. Estos idiotas se querían deshacer de nosotros y Kelly fue una trampa. Es increíble. Que toda esta situación esté pasando. Asier está siendo interrogado, al igual que Otto. A ninguno debe estarle yendo mejor que a mí.

—¿Entonces va a enviar para que revisen la hacienda?

—Por supuesto. Mis pruebas de su culpabilidad están allí señorita Sánchez —dice, siendo pedante.

Sabía que esto podría llegar a pasar, era una posibilidad muy remota pero real. Venir a este pueblo fue una muy mala decisión.

—¿Así de desesperado por ocultar un asesinato está? —inquiero.

—¿Desesperado? —pregunta. Asiento. —No, nada que ver. Hubiera sido más fácil enviarlos de regreso a su isla, pero alguien está muy interesado en dañar su reputación.




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