Capítulo 6:
Advertencia
Llegamos a la casa de una de las víctimas. Asier la escogió al azar, así que no sé decir con exactitud cuánto tiempo lleva muerta la niña, o el día exacto en que desapareció. Las notas que tomó de los expedientes están dentro del auto.
—¿A qué familia estamos a punto de removerle el pasado? —pregunto mirando la puerta. Me siento indecisa entre sí tocar o no.
Tengo el caso de Kelly desde que llegue al pueblo, he trabajado con la poca información que me facilito la policía y nunca he estado frente a los padres de la nena. No fue necesario hablar con ellos, tengo a mi niña fantasma muy incentivada para que encuentre su cuerpo, o su muñeca. Mis intenciones eran encontrarla primero y luego dar la noticia para que sus padres tuvieran un cierre. Mi estrategia acaba de cambiar.
—Familia Gómez. El nombre de la niña era Natalia Gómez —responde Asier. Al darse cuenta de que no tengo ninguna intención de abrir una herida, él golpea la puerta y mantiene una mano en mi cintura.
Agarro una bocana de aire como si estuviera a punto de sumergirme en el medio del mar.
Abren casi de inmediato. Una mujer alta y delgada, de cabello largo y encrespado en una trenza que cae sobre su hombro derecho hasta la mitad de su cintura. Tiene una apariencia descuidada. Nos inspecciona con recelo y quizás algo de asombro. Da la impresión de que no muchos se molestan en visitarla.
—¿Qué es lo que quieren? —pregunta manteniendo un agarre firme en la puerta.
—Si no es molestia, quisiéramos hacer algunas preguntas sobre Natalia —responde Asier con amabilidad.
Ella entierra la mirada en sus pies por unos segundos, parece que el aire que respira no es suficiente, y es muy posible que esté entrando en pánico, con solo la mención del nombre de la niña. Hemos abierto una herida que, quizás, nunca cicatrizó bien. Se lleva una mano a los labios y sus pestañas se humedecen.
—¿Por qué quieren saber de mi niña? —pregunta pausado y con el dolor destilando en cada palabra.
—Intentamos descubrir que fue lo que le sucedió —respondo con cautela. Recuerdo a la señora de ayer y su poca amabilidad.
Ella desvía la mirada al interior de la casa y luego regresa a nosotros, indecisa de dejarnos entrar.
—Está bien. Sigan. —Abre la puerta. Doy un paso al interior. Un hogar modesto, humilde y con muchos retratos en la pared de fondo. Asumo que todos los que están allí han muerto, dado que hay una mesa, con flores silvestres y un velón blanco. Como un pequeño altar.
—Soy Federica. Mi esposo e hijo, están trabajando en la nueva cosecha —la escucho decir.
Voy hasta el final de la sala atraída por un rostro, el de una niña, con una melena alborotada apenas contenida en una coleta y sonriendo en la fotografía. Es ella, Natalia. Creo escuchar a Asier hacer la presentación correspondiente.
—¿Sabes dónde está mi nieta? —el susurro viene del pasillo de entre la mesa y la cortina de una habitación. Volteo un poco la mirada y allí está, una señora bajita y con una gran circunferencia, vestida con una bata banca con detalles azul cielo. Su blanco cabello perfectamente recogido.
—Trabajo en encontrarla —murmuro.
Entre los retratos en la pared se encuentra el de la abuela de Natalia.
—Quedo sola unos minutos, no me demore mucho… Cuando volví ella no estaba —explica Federica. Me doy la vuelta, Asier se queda mirando el lugar donde se encuentra la abuela de Natalia—. Ya había desaparecido otra niña.
Mi novio ha comenzado con la ronda de preguntas. Ni siquiera lo escuche hablar. Aprovecho que Federica no está mirando para escabullirme por ese pasillo fuera de la casa.
El final de la vivienda da a una pequeña sala con piso de tierra y el área de la cocina. Paredes de barro y madera…
—La he buscado por todas partes y no la encuentro —dice la abuela de la niña parándose delante de mí.
Sí, ahora tienes toda mi atención.
—¿Hace cuando que moriste? —mantengo un tono de voz baja.
—Bastante tiempo ya. Fui con esos otros que pueden verme y me ignoran, hacen como si yo no existiera. Una gran falta de respeto, si me preguntas.
Me sorprende su confesión, algunas personas con la capacidad de mirar o percibir el lado sobrenatural, sienten miedo, a mi todavía me pasa en ocasiones, y sí, consiguen evadir la presencia, se convencen de que no está allí. Un médium que evade a un muerto, es porque no tiene ninguna intención de ayudarlo, de guiarlo.
—Son extraños aquí —comento.
—No te imaginas cuánto —la señora agita la cabeza con suavidad, cansada de ser ignorada. —Tú si me ayudarás a encontrarla.
—Es lo que intento hacer, encontrarla.
Asiente complacida. Mira en la dirección por la que salimos.
—Debes regresar. —Volteo a mirar el pasillo, desde aquí puedo escuchar la voz de Asier y Federica. Ella se escucha afligida. —Te encontraré de nuevo.
Regreso mi vista a dónde debería estar la abuela, y ya no hay nadie.
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médium comunicación con los muertos, linajes de magia, magia y asessinatos
Editado: 24.05.2022