Médium. Beso a la muerte (libro 2)

Capítulo 2: Un cadáver

Capítulo 2: 
Un cadáver 

 

Aparco el Spart como a doscientos metros de la acordonada zona amarilla. Otro cadáver. Otro desafortunado probó el beso de la muerte, a saber quién se lo habrá dado.

En un pueblo en el oriente del país, se ha desatado una ola de asesinatos salvajes sin explicación. A pesar de que nos encontramos en zonas boscosas y montañosas, la presencia de un animal salvaje atacando a los pobladores no es la respuesta. Es algo más planificado, consciente, estratégico. Un usuario de magia está dando un muy mal uso a sus habilidades extraordinarias.

El cuerpo de policía del pueblo se encuentra desplegado realizando el levantamiento del cadáver antes de que caiga la noche, se mueven como hormigas obreras antes la amenaza de un aguacero. Alzo la vista para admirar el bello atardecer, las pintas rojizas que opacan el azul. Dentro de poco estaremos atrapados en una noche demasiado oscura y sobrecargada de fantasmas.

Zonas como está, dónde todavía la mayoría de sus calles es de tierra y llevan un recorrido por laderas montañosas, poco exploradas suelen tener una densa cantidad de leyendas, mitos y muchos son reales. Hay fantasmas que llevan siglos vagando por estas tierras, recios a abandonar este mundo porque en el algún punto de su historia fueron condenados a vagar como almas en pena.

Busco sin acercarme demasiado a Asier. Él debe estar aquí, intento tener acceso a la investigación. Se supone que vinimos a ayudar para encontrar al responsable, mis habilidades como médium fue lo que nos trajo. El problema es que, a pesar de que me ponen barreras para hacer mi trabajo, lo poco y casi nada de cercanía que he tenido con las escenas de muerte no me han dado nada. Ninguna lectura. Ningún fantasma. Solo la presencia de un rastro de magia poco claro.

Sé que ninguno de los siete, ahora ocho muertos, ligados al caso han cruzado. Siguen en este plano, más no han venido a mí. Tiene que haber otro médium en el pueblo que esté tomando esas almas, otro médium que me impide hablar con ellos. Sé que hay tres en el pueblo, alguno de ellos pueda que esté tomando estás almas. Esa es una posibilidad que no he comprobado.

—Intentaré conseguir un poco de información —susurra Otto antes de alejarse al otro extremo de la zona acordonada.

Asiento y sigo metiendo el ojo a lo que se desarrolla detrás de la cinta amarilla.

Los siete casos anteriores sucedieron bajo el mismo patrón de la escena que tengo en frente. Siempre son lugares distantes y con el boscaje salvaje a su favor, no se trata de un animal que deja llevar por sus instintos. Son asesinatos premeditados, la conciencia de una persona que buscar saciar alguna necesidad morbosa. Desde aquí no puedo ver en detalle el cadáver, tanto por la distancia como por los oficiales que se mueven a su alrededor.

Un hombre mayor, guantes en manos y de cuclillas al cadáver inspecciona e informa a sus acompañantes. Apenas y me llegan algunas frases, “garras” “mordeduras” “animal”, igual que en los dos casos anteriores. La presencia de la magia y tener evidencia de que fueron atacados por algún animal todavía no identificado puso a los animagos como principales sospechosos.

—No puede estar aquí señorita —doy vuelta para enfrentar al policía.

Es un muchacho, seguro que apenas hace unos meses se unió a la policía. Es demasiado joven, rondando los veinte. Un policía local, ataviado en su uniforme y con la arrogancia exudando su piel.

—Si puedo —regreso mi atención al forense y sus explicaciones, pero ya el cuerpo está siendo cubierto por una bolsa para cadáveres.

—El oficial Suárez dio la orden…

—El oficial Dante Suárez puede meterse su orden por dónde no le da el sol.

El novato parece no encontrar una réplica a mi insulto. Mueve los labios sin que ningún pronunciar ningún sonido. Entiendo, no está acostumbrado a ser evadido, portar un uniforme y un arma lo coloca en una posición de respeto en la sociedad. En la isla no me dedico a insultar a los oficiales, solo que aquí están comenzando a sacar lo peor de mí. Más de un mes dando vueltas sin sentido alrededor de un caso, que en realidad no es mi responsabilidad, no me dedico a resolver casos policiales, nada más fue una vez, y hay ahora estoy metida en la burocracia policial.

—Estoy harta de que jueguen con mi tiempo. Dile eso al oficial Dante —digo intento mantener un tono bajo, llamar la atención de los demás oficiales, empeorará la situación.

—Ya nos íbamos —es la voz de Asier.

Mi atractivo novio se ha detenido a un lado del novato, brazos cruzados y ligeramente molesto. Dudo que sea por mi comentario poco respetuoso, quizás el oficial Dante le recordó que no tiene que meter sus narices dónde no es bienvenido.

—Sería lo mejor —dice el novato con un tono poco amistoso, y se aleja.

—¿Insultar al oficial no te abrirá puertas?

—Respetarlo no hace gran diferencia.

Disimula una sonrisa con un suave movimiento en negación. Su cabello se agita un poco, el tiempo que hemos estado aquí ha sido de mucho estrés y descuido, no se ha cortado el cabello en lo que va del mes.

El cadáver es llevado a una furgoneta.




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