Médium. Beso a la muerte (libro 2)

Capítulo 8: ¿Rival?

Capítulo 8:

¿Rival?

 

Nuestra primera parada en busca de Otto. La policía del pueblo, casi olvidó que nos amenazaron con inculparnos por los huesos desconocidos en la hacienda. Por un instante, creí que la policía pudo haber realizado su maniobra y llevárselo, lo que me permitió respirar con tranquilidad todo el trayecto, me imaginé a Otto tras las rejas, al llegar me di cuenta de que no era posible. Nadie salto sobre nosotros dos para arrestarnos. Me sorprende que no hayan hecho ningún movimiento, ellos parecían muy seguros de conseguir inculparnos. Bueno, las ganas siguen floreciendo en el ambiente, de ahí al hecho, existe una pequeña dificultad dada las circunstancias.

Aunque, es muy posible de que ya se encuentren escarbando en la hacienda. Por la hora, faltando muy poco para las nueve, quizás no encontraron mucho durante el día. Si sus intenciones son inculparnos primero deben cerciorarse que en efecto haya cadáveres allí. Ruego porque las encuentren a todas, no importa que se invente la policía después, por el momento solo quiero que aparezcan y que sus familias tengan parte de un cierre.

Llegamos hace como diez minutos y el oficial Suárez nos hace esperar, casualmente, se encuentra reunido con un representante de la hacienda Echeverría. Así que esperamos.

—¿Amor? —susurro, recostada el hombro de Asier. Él se encuentra inmerso en su teléfono, mantiene una conversación con su abuelo, no le ha dicho que hemos perdido a Otto, pero le está haciendo preguntas sobre el caso al que todavía no hemos podido pegarle mano, bueno él un poco, yo ni un poco.

—Mmmm.

—Tengo un par de dudas —mantengo el mismo tono de voz.

Gira nada más un poco para mirarme, tan cerca que podría besarlo. Me contento, no es el momento ni el lugar.

—¿Sobre qué?

—Razón por la que el cabildo nos envió.

Frunce el entrecejo, desconcertado. Sus cejas se juntan lo suficiente para crear dos cortos caminos entre sus cejas.

—¿A qué quieres llegar?

Estamos susurrando, y la mujer, oficial de policía que se encuentra detrás del escritorio para recibir a todo el que decida hacer una visita nocturna, nos mira de soslayo. Vigilante. Estoy segura de que no puede obtener una sola frase de nuestra conversación.

—Esta gente no está colaborando, no ha colaborado y nos ponen una trampa. ¿Somos los primeros en venir a intervenir una investigación?

Se queda pensativo. Me pierdo en el espesor de sus pestañas, las envidiaría si no fuera porque herede unas pobladas pestañas, también.

—El cabildo siempre envía a alguien cuando se necesita, si no me equivoco siempre ha sido la misma persona. Desde que recuerdo.

—Mmmm… ¿No te parece extraño que nos hayan enviado? ¿Qué me hayan enviado?

Después de haber trabajado de la mano del cabildo, para ser específica con Axel Amaiz, para descubrir al responsable de la muerte del hermano de mi ahora novio, me pidieron trabajar en un caso fuera de la isla, en este pueblo precisamente para descubrir quién está detrás de las muertes que han adoptado la localidad desde hace algún tiempo. Y aquí estoy, arrepintiéndome de haber aceptado.

—No lo había pensado.

—Pues, pregúntale a tu abuelo. Y que no se ande con rodeos.

En ese momento se abre la puerta de la oficina del oficial Suárez. Una mujer alta, más alta que yo. Pueda que sea por esos altos tacones rojos que cubren sus pies. Llamativos. Muy llamativos. Ella es rubia, pero no natural, su melena en un corte bob está completamente decolorada. El resto de su atuendo, un vestido de jean que llega por encima de sus rodillas y sin mangas, ajustado a su cintura por un cordón del mismo material. Tengo la impresión de que esos zapatos rojos no combinan con el vestido. Es más, tacones no es precisamente el calzado más cómodo y adecuado para la zona. Si comparo mi atuendo con el auto, parezco más bien estar lista para ir a dormir, ella, por el contrario, está lista para encontrar un buen acompañante.

La mujer se queda impregnada con Asier, no le quita la mirada de encima. No me gusta como mira a mi novio, parece que se hubiera comido parte de un pastel y babeara por otro trozo.

—¿Asier Amaiz? —su voz es suave y cantarina, y no de una manera genuina. Más como, ese tono que usa una niña caprichosa para conseguir cualquier cosa.

Entonces, sí, se conocen. Asier alza la mirada de su teléfono y se la queda mirando por un instante, como intentando descifrar de quien se trata. Pero son solo unos segundos y el reconocimiento llena su rostro. Decir que él no está precisamente emotivo con verla, es demasiado. Me parece que su ceño fruncido se ha profundizado más.

—¡¿Analía?! ¿Qué haces aquí? —pregunta curioso y con cautela.

Yo, por otra parte, quiero saber con exactitud quien es Analía y de dónde conoce a mi novio. No lo voy a negar, el picor de los celos está haciendo los suyo.

—El oficial necesitaba discutir un asunto… —un vistazo al techo, quizás espera que dios ilumine su vocabulario, luego reposa la mirada de nuevo en Asier—… inquietante. Pero no es nada —si supiera ella quién están involucrados en ese asunto. No sé lo tomaría tan relajada. —No pensé que fueras a salir de esa isla.




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