Médium. Espada de hueso (libro 1)

Sepulcro

Capítulo 10: Sepulcro

 

Desde que dejamos el cementerio mi amigo no ha dejado revisar su cámara en busca de una buena fotografía, pero en ninguna ha conseguido capturar a un solo fantasma. Lo que ocurrió con la señora Dolores hace unos días se podría decir que fue solo suerte. Es increíble como las cosas cambian de un momento a otro. Hace dos días mis preocupaciones solo eran en torno a mi familia y lo ajetreado que podría ser la siguiente semana. Ahora tengo mucho más que un fantasma en busca de su descanso, de alguna manera la muerte de esa adolescente ha desencadenado mucho caos. Por una parte la familia Amaíz ha requerido mis servicios para descubrir lo que realmente paso con la muerte de uno de los suyos, eso me ayudara a comprobar la inocencia de Román. Por otro lado, el mundo espiritual corre peligro ante una fuerza desconocida que ya me ha contactado. Y aunque todavía faltan muchas piezas en este rompecabezas, mi intuición dicta que todo está mezclado.

Asier se ha mantenido en silencio desde que puso el auto en marcha. Solo la voz de Lorenzo se ha escuchado lo que llevamos en carretera. Aún es temprano para la sepultura del Ametz Amaíz, sin embargo es allí a donde nos dirigimos. A veces para comunicarme con un muerto es necesario estar en los lugares donde más tiempo pasó en vida, la casa de la familia es un buen indicio para hacer contacto con él, además de que es allí donde tienen su cuerpo. Si no consigo hacer contacto con él en su casa, tendré que proceder al ritual.

Pero eso no es todo lo que ocupa mi mente, también está Jhosep y el destino que es bastante caprichoso. Lo mejor para mi seria no volverlo a ver, no tener ningún tipo de contacto con él pero el destino parece estar en mi contra porque ahora seré yo quien lo busque. Odio tener que dar mi brazo a torcer cuando ya he tomado una decisión pero las circunstancias me obligan, y el rostro de ese niño también.

¡Oh dios, ese niño!

Ni siquiera conozco su identidad, pero me dio mucho con lo que comenzar a trabajar. Parte de un recuerdo tormentoso que termino con su muerte. Mientras él no me busque, y creo que no lo hará, solo existen tres personas que puedan aclararme que ocurrió con ese niño. Los hermanos Hidalgo tienen mucho que explicar.

La familia Amaíz tiene su residencia en el Valle, donde se puede aspirar el aroma a humedad de la tierra y los árboles, una de las zonas frías de la calurosa isla. Son como las once de la mañana, y el cielo se ha teñido un poco de gris anunciando un posible aguacero. El auto desacelera frente a un portón negro, solo esperamos unos pocos segundos para que este se abra dejando al descubierto una hermosa quinta con un ambiente fúnebre. Algunas personas vestidas de colores oscuros están esparcidas por el frente de la casa, quizás son familiares y amigos muy cercanos.

Asier estaciona el auto casi que al entrar. Lorenzo es el primero en salir, no estoy muy segura de que llevar una cámara en mano sea una buena idea. Abro la puerta y me dispongo a salir cuando su voz me detiene.

—Necesito hablar contigo —me deleito con su mirada índigo a través del espejo.

—Dime —respondo en el momento en que Otto aparece a mi lado. Una gran sonrisa surca sus labios, además de un par de cicatrices que no han sanado del todo.

—Qué bueno que este aquí —tiende su mano para ayudarme a salir, él es un chico encantador. La tomo y pongo mis pies fuera, inmediatamente en que me pongo en pie el deja un beso en mi mejilla como si nos conociéramos de toda la vida—, ¿cómo te sientes? el abuelo menciono que te desmayaste.

Alzo una ceja, ¿Por qué tenía que mencionarlo?

—Me encuentro mejor que tu —le doy una sonrisa que oculta mi incomodidad. No voy a explicar lo que me ocurrió.

—Lo dices por esto —señala sus cicatrices. Yo asiento —. Ah, no son nada. Solo un pequeño percance en el traslado del no muerto.

Él a diferencia de los demás no lleva el típico atuendo negro en un funeral, una camisa manga larga en un tono rosa pálido hace juego con jean y zapatos deportivo. Su cabellera rubia esta desordenada como si acabara de levantarse.

—¿Mi auto como quedo después de ese percance? —en el momento en que termino de formular la pregunta Asier rodea el auto y sonríe con malicia y su primo igual. Entonces de eso es de lo que quería él hablar.

—Explícale —dice Asier muy sonriente. Otto me rodea con su brazo y me hace caminar en dirección a la casa.

—Tu auto quedo peor que yo—dice sin mirarme. Tomo un respiro, debí imaginarlo—. En realidad no tiene reparo, pero no tienes que preocuparte Asier y yo te compraremos uno nuevo para enmendar los daños. ¿Está bien?

Como si tuviera muchas opciones. No quiero ni imaginar en qué condiciones pudo haber quedado mi auto, ese percance como él ha dicho pudo haber terminado en una tragedia, las cicatrices en su rostro hablan por sí mismas.




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