Médium. Espada de hueso (libro 1)

Ramos de rosas

Capítulo 12: Ramos de rosas

 

El aroma a café inunda la oficina, y todo el pasillo. Permito que esa sensación de calidez que es capaz de generar ese simple aroma me cubra y reprima todo el stress que acumulado en unas pocas horas. Siento que estoy en un laberinto sin salida, doy vueltas y vueltas y termino en el mismo lugar.

Son pasadas las nueve de la mañana y no he conseguido ningún tipo de información referente al nombre de Mateo Ferrer, es como si él nunca hubiera existido. Aunque mi trabajo no es buen visto por la sociedad, siempre hay alguien que siente en la obligación de llegar a esta oficina lo que me ha ayudado mucho a conocer personas importantes para momentos como este. He realizado un par de llamadas, y solo me he encontrado con que no existen registro de nacimientos tampoco uno de defunción. Legalmente él no existió. Comienzo a dudar de Ametz y la velación que me ha hecho en su sepulcro.

En cuanto a la chica del linaje de los animagos que ha muertos, apenas y he encontrado tanto la familia como el cabildo deben estar restringiendo la información. Tanto así que solo encontré un artículo en la web donde brevemente se explica que la joven murió en circunstancias extrañas después de una fiesta. Y en eso he ocupado las primeras horas de la mañana. Después del medio día visitare a Román en las instalaciones de la policía local donde se encuentra recluido. Ahora que ha muerto alguien más, su cabeza no solo está en la mira de la familia Amaíz, ese otro linaje también querrá un responsable y no obstante existan dudas el sigue siendo el único responsable.

Lorenzo se asoma por la puerta con una humeante taza de café. Desde que llego ha estado muy ocupado con una sesión de fotos para una niña de cinco años. Abre la puerta por completo.

—Te han enviado rosas —anuncia, haciéndose a un lado y permitiéndole el paso a un joven con hermoso ramos de rosas rojas. Mi amigo le indica que las coloque en el escritorio y firma la hoja de entrega. Estoy aturdida. Nunca me habían regalado flores de ningún tipo. En mis veinticuatro años nadie me ha regalado flores, hasta ahora.

Lorenzo despide al joven, y deja la taza de café en mis manos.

—¿No vas a ver quién las envió? —me pregunta con la curiosidad saltando de sus ojos.

—Ve tú y me dices —murmuro aspirando el rico aroma del café. Que no sea de Jhosep, ruego en silencio. Solo espero que no sea de él. Pero ¿Quién más me enviaría flores?

Le doy pequeños sorbos al café. Lorenzo agarra una pequeña tarjeta blanca de entre las flores.

—Es de Asier Amaíz —la mención de su nombre hace que me ahogue con el café. Al toser he esparcido pequeñas gotas de café sobre unas hojas en el escritorio. ¿Por qué él me enviaría flores?

—No es cierto —expreso limpiando un poco el desastre que he causado.

—Es lo que dice —expresa Lorenzo riéndose en mi cara. Le arrebato de las manos la tarjeta, y en efecto solo dice su nombre. Es una tarjeta con un fondo floreado, con su nombre gravado en una letra cursiva y negra. No puede ser que lo que ha dicho Ametz sea cierto, yo lo tome como una distracción por su parte. Pues no creo que se regalen rosas rojas por agradecimiento, ¿o sí? —. Él parece estar interesado en ti.

—Pues yo creo que ha sido por agradecimiento —digo aterrada ante esa posibilidad. Desde que mi relación con Jhosep termino no he podido visualizarme nuevamente con una pareja, la verdad es que mi futuro lo veo en completa soledad solucionando los problemas de los muertos. Asier es un hombre muy atractivo, y sus ojos siempre consiguen atraparme pero hasta ahí, pensar en tener otra relación me da mucho miedo. He llorado tanto por amor, que no quiero pasar por lo mismo.

—¿Rosas rojas por agradecimiento? ¿En qué mundo vives Nahir? —me recuesto contra el escritorio al escuchar sus preguntas. ¿Por qué mi vida tiene que complicarse tanto? tan bien que estaba hace solo tres días, no existía Asier, no tenía noticias de Jhosep ni tampoco un fantasma intentando adueñarse de mí.

—Buenas, permiso ¿se encuentra la señorita Nahir Sánchez? —dice una voz desde el pasillo. Interrumpiendo una tonta respuesta que saldría de mis labios. Mi amigo sale para ver de quien se trata, y la realidad es que no sé que pensar de su burlona sonrisa al regresar a la oficina.

—Te han enviado otro ramo —anuncia dejando pasar a otro joven con un ramo muy parecido al que ya se encuentra sobre el escritorio, solo que un poco más pequeño. En esta ocasión firmo yo, y busco entre las flores a ver si hay una tarjeta que me revele quien lo ha enviado. Para mí desconsolada sorpresa este ramo lo ha enviado Jhosep, y en vez de sentirme radiante ante un detalle tan bonito siento como si me estuvieran estrujando el corazón lentamente hasta sacar la última gota de sangre. Casi un año y medio de relación, seis meses separados por la distancia y nunca me regalo ni siquiera una flor marchita. Ahora me envía un ramo, como si esto pudiera compensar cada lagrima que he derramado. Me dejo caer en la silla con la tarjeta en la mano, además de su nombre hay una invitación a cenar.




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