Médium. Espada de hueso (libro 1)

Mi daga

Capítulo 18: Mi Daga

 

Han sido dos semanas de una agonizante espera. Ha Asier le ha tomado más tiempo del esperado para moldear todos esos huesos. Hoy es jueves y se supone que para el final de la tarde me entregara una pequeña daga con habilidades que yo debo descubrir. Él ha estado tan ocupado con su familia, la disputa que ahora se presenta en el cabildo por la cabeza de Román, los huesos para mi arma que no ha tenido tiempo para visitar a Román. Y tampoco nos hemos visto, pero si hemos tenido comunicación por teléfono.

Mi amigo Lorenzo se casa en un mes, de las cuales ya han pasado dos semanas. Tampoco lo he visto mucho porque esta ajetreado con el trabajo y los preparativos de la boda, será algo sencillo e íntimo pero aun así ha absorbido todo su tiempo. La última vez que vi a Simone me abrazo como si fuéramos las mejores amigas, estaba tan feliz por la propuesta de matrimonio que ni siquiera se negó a que yo fuera la madrina de la boda. Eso hace seis días.

En cuanto a mi familia, todo está igual que siempre. No se ha vuelto a repetir en evento de los golpes entre mi cuñado y mi hermana, o quizás sí y no nos hemos enterado. Me preocupa mucho esa situación pero no tengo idea de cómo abordar el problema, mi hermana cada vez está más lejos, más distante. Ni siquiera ha querido hablar con la abuela.

Estos últimos días es estado con el alma pendida de un hilo por la vida de Javier, clínicamente no ha habido ningún cambio pero espiritualmente han habido muchos. Estuve muy cerca de perder su alma. Su situación es como un juego en el que me ha metido Mateo, y tengo ganar. Fuera de todo eso, y sin tener nada nuevo en el caso de Román. He tenido mucho trabajo con un fantasma cascarrabias que no recuerda la combinación de su caja fuerte. Uno de sus herederos vino hace tres días a solicitar mis servicios para que me contactara con su padre y este me revele la contraseña. El problema es que el anciano esta tan molesto con sus hijos que ha olvidado tan valiosa información.

—Señor Gregorio porque mejor no se concentra en los numeritos que están aquí —lo alejo del ventanal y lo llevo hasta la pared donde se encuentra la caja fuerte—. Con hoy son cuatro días que llevamos haciendo lo mismo. ¿Usted no desea descansar tranquilo?

Su delgado y arrugado rostro se gira para darme una mirada ceñuda. No es muy alto, y en vida fue un hombre muy elegante, con un sombrero artesanal sobre su cabeza.

—Mis hijos no se merecen el fruto de mi esfuerzo por tanto años de trabajo —dice con severidad. Se aleja de la pared y comienza a recorrer lo que era su despacho. Coloca sus dedos sobre el escritorio de madera que se encuentra vacío, desprovisto de cualquier objeto que pudiera el haber tenido. Su única hija ha recogido todo lo que pudiera recordarle de su padre y lo ha guardado en una caja que se encentra cerca de la puerta. Cuando llegue ella estaba limpiando todo, y su padre se enfureció mucho más porque ya lo han olvidado—. Ves cómo han recogido todas mis cosas. Es como si ya yo no existiera.

—De alguna manera así es —le recuerdo. Su rostro se entristece.

—Lo sé —admite cansado—. Dicen: cría cuervos y te sacaran los ojos. Fue justo lo que me paso, mis hijos se volvieron tan ambiciosos que han decidido contratar a una médium para dar con la contraseña de mi caja fuerte. Pensé que te habían contratado para despedirse de mí, pero ni siquiera mi muerte ha cambiado a mis hijos.

Me siento en una butaca frente a él. Sus hijos son personas muy frías. Sepultaron a su padre hace apenas una semana, y ellos solo muestran interés por unos documentos que según ellos está en esa caja fuerte.

—Puedo preguntarle, ¿qué hay en el interior de esa caja fuerte?

—Nada de lo que ellos se imaginan —dice muy sonriente—. Todos mis bienes los repartí en vida. Para cuando llego el momento de mi partida ni siquiera esta casa me pertenecía. Cuando me detectaron el cáncer ya estaba muy avanzado, desde ese momento supe que me quedaba poco tiempo e hice todos los arreglos necesarios para que mis hijos no recibieran ni un centavo.

—Entiendo, pero necesito esa contraseña. Si usted se encargó de dejar todo en su lugar antes de morir, supongo que lo que se encuentra en esa caja fuerte es para alguien —intento persuadirlo.

—Tienes razón. Les escribí una carta donde les explico que no hay herencia que reclamar, porque hasta mis cuentas bancarias están vacías. De todas las maneras que imagine en que abrirían la caja fuerte, nunca estuvo la presencia de una médium —sus ojos están fijo en la pared del que he tenido que retirar un enorme cuadro.

Hay esta la razón de que aun permanezca en este mundo, no dejo herencia pero si una lección para sus hijos.

—¿Recuerda la contraseña? o ¿ va a dejar que le caigan a martillazos para abrirla? —mi pregunta lo hace reír a carcajadas como si fuera un chiste. Me cruzo de brazos y lo dejo disfrutar de su momento. El sonido de mi teléfono corta su inspiración. Llevando las sonrisa a una línea de seriedad. Se trata de un mensaje de texto de Asier dándome buenas noticias, mi arma esta lista. Ahora quien sonríe soy yo.




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