Melancolía

I

—En otras noticias, la policía de Nueva Jersey encontró el cadáver de otro hombre al borde de la carretera hacía Nueva York. El cuerpo ha sido identificado como Richard B. Watson, un hombre de 53 años de edad, un padre de familia al cual ha dejado huérfanos a 4 hijos y viuda a su esposa. Richard Watson fue buscado por tres días al recibir una denuncia de su desaparición, desgraciadamente, al cuarto día de desaparecido su cuerpo fue encontrado. Se cree que el mismo asesino serial que ha atentado contra la vida de 14 hombres en el lapso de 1 año y nueve meses esta envuelto en este caso una vez más por el "modus operandi" que la policía de Nueva York y Nueva Jersey han logrado descifrar—

—Pero que desgracia, otro buen hombre ha sido asesinado— Una anciana decía cuando terminaba de beber de su café negro –Para que sepan quién haya sido aquel asesino la tienen difícil. Más con lo incompetente que suele ser la policía

—Señora, me molesta su comentario—Un hombre que estaba justo atrás de la mesa de la mujer mayor no pudo evitar quedarse callado al escuchar a la mujer –Yo soy un oficial de policía, y créame que nuestros compañeros están haciendo lo posible por dar con el asesino

—¡Pues no estoy de acuerdo! ¡La policía no hace nada! ¡La policía se queda callada ante estos crímenes!

—Señora, disculpe, le pediría que guardará silencio, aquí tenemos más clientes—Una mesera de uniforme rosa se acercó a la mesa donde estaban el policía y la anciana peleando. Mientras la mesera intentaba apaciguar la pelea entre ambos, estaba observándolos una mujer mientras intentaba concentrarse en su computadora portátil. Intentaba escribir algo, pero el nerviosismo y la ansiedad de redactar un correo importante le impedía hacerlo correctamente.

"Venga, tu puedes hacerlo" Pensaba para sí misma "Tienes una oportunidad para hacerlo". Volvía a teclear mientras de fondo estaba la melodía del noticiero matutino, el asador encendido y la discusión entre la señora mayor y la mesera.

—No...— Susurró la chica –No me gusta como ha quedado esto—Cerró la computadora y suspiró un poco mientras se llevaba su pulgar e índice al arco de la nariz.

Otra mesera se acercó a ella.

—Discúlpenos mucho este incidente, no habíamos tenido algo así en meses, intentaremos—

—No, no estoy molesta con esto, de verdad esto me trae sin cuidado—Sonrío a la mesera –Aunque, ¿Te puedo pedir un poco más de café?

—Por supuesto—La mesera vertió en la taza negra un poco de más café, le dejó unos terrones de azúcar y fue a seguir con su trabajo.

Mientras dejaba caer dos terrones de azúcar dentro del café, la chica miró al reflejo de la ventana. Le dio un sorbo a la taza mientras se veía a ella misma.

Lo único que podía llegar a sentir era el sentimiento de ser una completa fracasada. No tenía ni 19 años y ya tenía su vida hecha añicos. No paraba de sentirse culpable. De tan sólo recordar sus errores la hacían sentirse peor, y refugiarse en la ciudad más popular y conocida del mundo no precisamente fue una de sus mejores decisiones.

¿Tan arruinada estaba su vida? Al menos tenía un computador, un celular y un poco de dinero, pero si no conseguía trabajo rápido, todo iría de mal en peor.

Distrayéndose ya, volvió a abrir su computadora y empezó a concentrarse en el currículo que estaba creando.

Aunque sintió de repente que algo más no la estaba dejando concentrarse, y no sabía que era, al elevar sus ojos por encima de la pantalla.

Un hombre la estaba mirando.

Y apartó su mirada de ella al instante.

Ella se sintió un poco incomoda al instante, agachó su cabeza y se sonrió un poco, no era muy a menudo que pasará algo así. Segundos después, la curiosidad le dijo que le echara un vistazo a su admirador, y eso hizo.

Elevó su mirada lo más cautelosa posible y lo observó. En realidad, era alguien joven, no debía de tener más de 26 años, y lo que pudo percibir era que su piel era muy pálida, su cabello era castaño y estaba desarreglado, y bajo sus ojos cafés había unas ojeras que se encontraban rojizas.

¿Estaba llorando? ¿Había llorado?

No lo sabía, y no tenía interés en saberlo. Volvió a sus asuntos y empezaba a teclear de nuevo, intentando hacer un currículo decente.

Fue cuando una notificación apareció en la esquina inferior derecha de su pantalla la que hizo que se sobresaltará un poco.

Maggie Green te ha enviado un mensaje

Oh, no era nada grave al parecer, sólo era su tía Margaret.

Aunque si era sincera, hacía mucho que no recibía un mensaje de ella, de hecho, fue desde que dejó la Universidad y recibió el rechazo de su familia.

Por alguna extraña razón, esperaba encontrar un mensaje de odio.

Sí, de odio, pues la relación con su familia no había sido la mejor, y a veces recordaba cuando era más pequeña que su tía Margaret solía estar tranquila y de repente, se levantaba de donde estuviera sentada, iba al teléfono, marcaba cualquier número y cuando le contestaban, empezaba a gritar pestes contra el usuario del otro lado de la llamada. Cuando el internet llegó a su vida, todo empeoró. Al menos esta vez podía usar el anonimato.




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