Melanie Jenkins: la llave del infierno

Capitulo 7: Ojos carmesí

 

Las campanas de la iglesia sonaban, un nuevo amanecer comenzaba en el místico poblado de City Death. Como cada día, la gente del pueblo comenzó a levantarse para hacer sus quehaceres cotidianos.

Cassandra tomó sus telas y se dirigió al mercado, saludando a toda persona que veía al pasar como hacía todos los días. Todo el pueblo la quería, su familia era de las más antiguas del poblado y por ende una de las más poderosas. Pero aún siendo así, mantenía una vida sencilla y humilde. Era una joven muy hermosa de cabellos largos de un color castaño oscuro y ojos verdes con destellos cafés que le hacia lucir llamativa en toda la simplicidad de su personalidad. Siempre llevaba puesto vestidos sencillos bordados a mano, combinado con un collar de piedras común y ordinario. Cualquier persona que no conociera su historia familiar crearía que es una pobretona, pero no era este el caso. Las chusmas del pueblo siempre la miraban de manera despectiva criticando su forma de vida y tratando de conseguirle un marido que pudiera "encarrilarla", pero se negaba a contraer matrimonio. Lo que mas extrañaba a la gente era el hecho de que toda la familia Miller ya no estaba en City Death pero ella seguía firme ahí, ¿porque sería?

Su familia era un clan de brujas "blancas", aquellas que utilizaban la fuerza de la naturaleza y respondían ante Dios. Las Oscuras se alimentaban de magia negra, hacían sacrificios paganos, burlándose de la vida y de Cristo, y se apareaban con el diablo cometiendo actos de blasfemias. Pero aun siendo así, el cristianismo decidió eliminar a toda mujer que practicará brujería o cualquier ritual fuera de los mandamientos de Dios enviando a cazadores por todo el mundo para erradicar el "mal en la tierra". Por esta cuestión, muchos miembros de su familia habían decidió mantener una vida normal en las sombras, quedando ella sola protegiendo a los habientes de City Death, pues como bruja blanca era su deber mantener el equilibrio natural.

—Otra vez fallaron

Escucha decir a alguien a sus espaldas, no hizo falta voltearse a ver quién es. Sin prestarle mucha intención, coloca sus telas en el puesto del mercado mientras él muchacho la observaba atentamente esperando alguna reacción de parte de la mujer

—¿Vas a seguir negando que tú eres la que me mantiene con vida?

—Dimitrius soy una simple pueblerina, ¿Qué podría hacer yo?

—Todos saben que eres muy rara

—¿Lo dices porque soy la única Miller que queda aquí?

—Yo si pudiera me iría lejos como al bosque, a ti te gusta ir ¿verdad?

—¿De qué hablas?

—Vi unos ojos rojos en el bosque, sé que eras tú— ella se extraño ante aquella revelación. ¿Ojos rojos?, eso era imposible ninguna criatura sobrenatural se atrevía a ir a ese lugar, para muchos City Death estaba maldito. Solo alguien ignorante vendría a la ciudad del "infierno", a menos que estén ahí por algo más, y eso no lo podía permitir. Su familia había protegido este poblado desde generaciones y estaba en su deber seguir con el legado, lo único que lamentaba era no ser tan fuerte como sus ancestros.

—¿Ojos rojos? ¿Has estado embriagándote de nuevo?

Sin perder su postura tranquila siguió con su trabajo ignorando lo más posible a su acompañante. Trataba de encontrar alguna explicación a ese suceso, si era cierto lo que el chico percibió City Death estaba en un gran peligro y ella sola no iba a poder proteger a los pueblerinos. Era la última bruja del clan Miller, y la menos poderosa lamentablemente.

—Di lo que quieras sé que has sido tú Cassie, ya lo demostraré— sonrió con arrogancia, siempre conseguía lo que se proponía y esta vez no sería la excepción, pero ella no estaba dispuesta a que se descubriera su secreto. Por el momento era mejor seguir manteniendo un perfil bajo y evitar problemas, solo así sobreviviría.

—Has querido hacer eso por un largo tiempo y no has logrado nada

El negó aún sin dejar de sonreír, era la única que le caía bien, siempre estaba atenta a todo lo que necesitaba y eso se lo agradecía. Le tenía un gran aprecio, por eso odiaba que las demás mujeres de la aldea la criticaran por su modo de vida. Siendo una de la familia más rica podía irse a cualquier parte, pero seguía estancada en ese pueblucho, lo cuál en cierto modo le hacía dudar sobre sus intenciones. ¿Hogar?, el no llamaría así a un lugar tan horrible y deprimente como este.

—¡Miren a quiénes tenemos aquí!, el niño desgraciado junto a la loca del pueblo, la pareja del año— la voz chillona de aquella joven rubia penetro los oídos de ambos, eran tan irritante su presencia. Desprendía envidia y odio pues el chico más guapo de la aldea no se fijaba en ella. Dimitrius era todo un partido, solo su mala fama le jugaba en contra a la hora de querer desposar a una damisela. Tampoco es que le importará mucho aquello, para él todas las mujeres de aquél pueblo eran simples y aburridas.

—¿Necesita algo señorita Valeria?— la amabilidad de Casandra irritó a la joven de sobremanera, tanto que en un ataque de celos incontrolables arrojó todas las telas de la bruja al suelo. No era la primera vez que la niña caprichosa la trataba de aquella manera, pero ya estaba colmando su paciencia.

—¡Quiero que te vayas de una buena vez!, toda tu familia está muerta ¿por qué has de quedarte?




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