Melanie Jenkins: la llave del infierno

Capitulo 20: El sacrificio

 

Bosque Oscuro, 2:50 am

Abrazada al libro, caminaba con pasos seguros y pausados hacia su destino final. Cada cierto tiempo, volteaba a mirar hacia atrás. Tenía la rara sensación de que alguien la vigilaba. Se estaba volviendo paranoica, tal vez era solo su imaginación al saber que estaba a punto de cometer un acto de injusticia con una persona completamente inocente e indefensa. Aun cuando no seria ella quien perpetrara el crimen, era la incitadora de el, por ende se la consideraría culpable del atroz asesinato. Todo esto lo hacia para salvar su pobre y desdichada alma, que cada vez mas se iba desvaneciendo, que en el reflejo solo se percibía traslucidamente. Ningún vampiro tenia alma, pues desde el inicio de su creación sus almas quedaban atrapadas en el infierno, quemándose por toda la eternidad, ellos no tenían salvación alguna pero Melanie creía que ella si. Su alma estaba atrapada en el limbo, entre la vida y la muerte esperando el juicio final donde seria juzgada por sus pecados. Solo por ese hecho, por la creencia de que podía ser perdonada y vivir en paz, jamas se atrevió a alimentarse directamente de un humano ni lastimar a nadie. Pero ya no podía seguir esperando, estaba dispuesta a perder su alma para entender lo que era ella.

"Cuando mates a un inocente, iré por ti" ... Esas palabras comenzaron a torturarla, ¿qué pasaba si aquella cazadora la acusaba del asesinato? Era más fácil culpar a la bestia que a un humano. Sabiendo que sería tachada de asesina, perseguida, torturada y quemada, quería y debía hacerlo. Necesitaba respuestas, sobre ella y su existencia en este mundo terrenal. Y solo aquel extraño y viejo libro podía darle todo lo que tanto tiempo había deseado obtener, conocimiento.

Es necesario, debo hacerlo

Al llegar al claro, vio Dimitrius este sonreia con suficiencia, junto a el se encontraba arrodillada una junto a una joven morena, que sollozaba en silencio tratando que el filo del hacha no le rozara la garganta. Se notaba que estaba disfrutando el momento, como si el sufrimiento de la chica fuera la sinfonía más hermosa del mundo. Por un momento tembló ante aquella imagen pero se armo de valor, solo era un pequeño precio. Coloco el libro abierto justo en la mitad como aquel espectro le había indicado hacer. Con una seña, el humano arrastro el cuerpo de la víctima apoyando su cabeza contra las páginas.

Gracias por ayudarnos, te prometo que tu sacrificio no será en vano

Mirando fijamente los ojos de la mujer comenzó a recitar unas palabras en latín. No había dudas en su vozestaba decidida hacerlo. Esa actitud sorprendió al humano, no pensó que seria capaz de hacerlo por un momento creyó que la niña se retractara pero la seguridad reflejada en sus ojos le dio entender que se había equivocado, conocía tan poco a la vampiro que por un momento temió por su propia vida ¿acaso seria que ella siempre lo engaño?
 

 

 

Sacrificio, sangre limpia

Sacrifico, cuerpo inocente

Sacrifico, alma en pena

Sacrificio, espíritu indomable

Te entrego esta alma a cambio de conocimiento, así como parte de mi esencia, solo dame la fuerza de oponerme a los designios divinos y librarme del purgatorio.

 

 

Una vez terminada de decir aquellas palabras, que no entendían a qué se refería. El humano corto la cabeza de la víctima manchando de sangre el cuerpo de la bruja vampiro. El libro comenzó a drenar la sangre, y en aquellas páginas que estaban en blanco, una bella caligrafía apareció en tinta rojo sangre. Estaba en arameo antiguo, una lengua poco conocida. Solo una palabra pudo leer claramente.

Lilith

Ni bien susurro aquel nombre infernal, un destello cegador salió del libro envolviendo todo su alrededor con una luz blanca...


 

 

 

(...)


 


 

¿Robert?

El hombre giro al escuchar su nombre ser pronunciado entre la multitud del pueblo. Había pasado muchos años desde la última vez que estuvo en City Death por lo que no creía posible que haya alguien vivo que aún lo recordara. Ahí estaba una mujer mayor de unos ochenta años más o menos, que le sonreía como si fuesen amigos de toda la vida, pero lamentablemente él no lograba recordar quien era.

Veo que no me recuerdas

Lo siento señora, no he estado aquí en mucho tiempo

Lo sé, soy la pequeña Poppy Marshall

¡Poppy!, claro que me acuerdo de ti ¡Pero mira que grande y bella estas!

Sí, y tú sigues estando igual que siempre, querido— sonrió de lado, la familia Marshall era una de las pocas del condado que conocían el secreto de su manada, y de todo el mundo sobrenatural. Algunas mujeres de la familia tenían conocimientos de brujería, muy básicos, solo se dedicaban a curar dolores de estómagos y de cabeza, pero no más que eso. Eso pasaba a menudo, cuando las brujas tenían más hijos varones que mujeres, el don se iba desvaneciendo con el tiempo hasta desaparecer de la genética familiar.




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