Meliflua

CAPÍTULO 02

Capítulo 02 
Cadáver en el edificio legal 

"Tenés que presentar una idea rápido porque no creo que paren hasta que hables. Ya llegó a los medios de comunicación. 
xoxoxo" 
Suspiré y abrí la puerta de la cafetería para comenzar mi camino hacia donde sea necesario, pero mi celular sonando me detuvo. Sin querer llamar la atención contesté con rapidez. 
—¿Leíste lo que te envié?— mi representante habló—. ¡La tendencia que hicieron en Twitter llegó hasta la televisión! Te aseguro que libro va a ser un éxito. 
Instantáneamente rodé los ojos. 
—Sí. 
—¿Y ya tenés algo? Estoy recibiendo correos a diario y la verdad se volvió algo tedioso. 
Suspiré. 
—No lo sé, Ann. Acabo de llegar, todo es nuevo para mí. 
Lo mejor de Ann era que ella me entendía, o algo así. Me conocía hace seis años y, aunque podría culparla por hacerme reconocida y darme una vida bastante forzada, la quería.  
—Ya sé, ya sé— suspiró—. ¿Hablaste con tus padres? 
—Siquiera contestaron mis mensajes— respondí, con falsa indiferencia. 
—¿Cómo pueden no preocuparse nunca por su hija? Es totalmente i... 
Impacté contra un cuerpo y mi celular, junto a la malteada que acababa de comprar, cayeron conmigo.  
Elevé la vista encontrándome con un rostro desconocido para mí y sentí el impulso de mirarlo con repudio, pero lo reprimí, no era buena publicidad. Extendió su mano y, tras levantar mis cosas, la tomé; aunque la malteada ya se encontraba estaba decorando la calle, pero aún así levanté el vaso. 
—Lamento lo de tu malteada— hizo una mueca—. Igual espero que no la hayas probado, porque tiene sabor a estiércol. 
Al instante de oírlo dejé salir una sonrisa, me había tomado desprevenida. 
—Nunca probé estiércol, pero supongo que... ¿no volveré a comprar malteadas? 
Carcajeó y, realmente, me pareció innecesario. Ni siquiera daba gracia.  
Comencé a caminar para continuar mi recorrido y no había logrado dar ni tres pasos cuando me interceptó nuevamente. 
—Soy Iver, un gusto— otra vez extendió su mano. 
Por completa educación, me tocó tomarla. 
—Mía Pepper— le sonreí y tras un silencio que pareció eterno, en donde simplemente me observó fijamente, solté su mano, con ganas de retomar mi recorrido.  
—Eres la roomie de Liam— señaló. 
Fruncí el ceño y asentí. 
—Es el hermanastro de mi mejor amigo, Nick— aclaró—. Me contó que desmentiste su hermandad. 
Oh, ¿lo había contado? 
Asentí comprendiendo y preguntándome porqué tanta necesidad de generar una conversación, ¿también sería alguna clase de periodista?  
—¡Hermanita! 
El rubio anteriormente nombrado estaba a tan solo unos metros detrás de mí y, a su lado, había otro chico que ni al caminar quitaba la vista de su celular. 
—Nick— saludé. 
—Mía no va a ser tu noche de diversión, Iver— habló riendo hacia su amigo. 
Junto con Nick volteé hacia el castaño, queriendo saber si en serio eso había querido obtener de mí, pero de limitó a rodar los ojos. 
—¿Ya te enteraste lo de Nibbas?— habló Iver, evadiendo el comentario. 
Instantáneamente observé a Nick y él me contempló de reojo, cauteloso. 
—Me estaba contando Jarek. 
Al reconocer su nombre lo miré y, claro que físicamente no lo conocía, pero, según la nota en el periódico de Emily, él era quién estaba excluyendo a medio internado del funeral. 
—¿Tienes resaca?— el rubio cambió de tema. 
—Ya no— suspiró—. Lo de anoche fue una locura, no creí que él realmente hubiera vuelto. 
En ese instante caí en lo innecesaria que era yo en esa conversación y la incomodidad que estaba causando en los participantes, así que volteé para marcharme nuevamente. Esta vez estaban tan inmersos en su charla que nadie me detuvo. 
Volví a encender mi celular y cuatro llamadas perdidas de Ann aparecieron, junto a mensajes de preocupación. Le texteé que solo me había quedado sin batería y coloqué el celular en modo avión.  
Continué caminando por el centro del internado durante algunas horas hasta que me aburrí y decidí sentarme en un banco, a recibir los últimos rayos solares. 
La interacción que había tenido se repetía en mi mente todo el rato, cuestionándome qué pude haber dicho y qué pude haber evitado.Bufé frustrada. 
Mi compañero de habitación caminó con lentitud frente a mí, salvándome de mi mente, y formulé su nombre. Ni siquiera sabía de dónde había salido eso y al instante me avergoncé.  
Liam me miró esperando mi explicación, así que no quise perder la oportunidad. 
—¿Vas al apartamento? 
Asintió. 
—¿Puedo ir contigo? Es que me perdí. 
Claramente era mentira, pero quería generar un buen vínculo con quien conviviría. Ya tenía malas experiencias con respecto a conflictos dentro de un hogar. 
Volvió a asentir y se colocó sus auriculares. Yo me ajusté mi mochila y caminé a su lado. 
—¿Hace mucho estudiás acá? 
Se quitó un auricular, para escucharme. 
—Dos años. 
—¿En qué curso estás? 
Lentamente giró su cabeza hacia mí y me dedicó una mirada de obviedad. 
—En el tuyo. 
—No sé cuál es mi curso. 
Sí que lo sabía. Me había dedicado a saber cualquier detalle que fuera relevante con respecto a mi ingreso allí, no quería caer en alguna situación desconocida. Mi curso era arte y expresiones, pero el pedirle a Liam la respuesta a una incógnita básica y que no me la respondiera, significaba que no le interesaba en lo más mínimo el vínculo fuéramos a tener. 
—Mañana sabrás— murmuró como respuesta. Regresó su mirada al camino y se volvió a colocar el auricular.  
Suspiré. Liam avanzaba a un metro de distancia de mí y se había detenido en la esquina para observar algo, que yo aún no llegaba a visualizar. Al cabo de unos segundos finalmente alcancé su posición y dirigí mi mirada hacia eso que le había llamado tanto la atención. 
Sirenas, luces y personas uniformadas rodeaban el edificio BC01, de leyes. Quise creer que era una clase de lección, pero la idea se volvió de lo más estúpida cuando un cuerpo inerte salió en una camilla. 
—Liam— murmuré hacia mi compañero. 
—Vamos— fue su única respuesta.  
El pánico estaba inyectado en mi cuerpo y no podía moverme. Era completamente distinto escribir esas escenas o soñarlas que vivirlas en carne propia. Puedo asegurar que los nervios, la ansiedad y la paranoia que se sentía al vivirlo siquiera se aproximaban al leerlo. 
—Vamos— repitió, estando ya a una distancia considerable de mí. 
Troté un poco para llegar junto a él y avanzando desvió nuestro camino para evitar aquella escena. El recorrido fue silencioso e incómodo. Ambos estábamos pensando en lo que vimos; lo supe porque Liam había desconectado sus auriculares y, por primera vez, llevaba un ritmo que yo lograba seguir. 
Observar mis zapatos se había vuelto mi actividad fija, con tal de no comenzar con paranoias cualquier distracción se volvía entretenida. Desvié la mirada hacia mi compañero para distraerme, pretendiendo que podía saber lo que pasaba por su mente, y así estuve por algunos minutos. 
Una notificación de la aplicación del instituto cayó en mi celular y supuse que en el de Liam también, ya que lo revisó desde su bolsillo. Por un segundo temí que fuera con respecto a lo que acababa de ocurrir, pero se trataba de una invitación para participar en la organización de una fiesta. Lo ignoré y continué caminando para alcanzar el ritmo de mi compañero. 
 
 



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En el texto hay: misterio, internado, romance

Editado: 01.06.2022

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