Meliflua

CAPÍTULO 04

Capítulo 04 
Acusada principal 

Había recibido cientos de mensajes por parte de Emily,  me había interceptado cada vez que salía de alguna clase y hasta le había rogado a Mary por mi atención, pero finalmente consiguió tenerme en su oficina para entrevistarme. 
—En realidad será algo sencillo— contaba mientras encendía una cámara—. Tenemos unas preguntas elaboradas para ti y luego publicaremos la entrevista en el periódico escolar— explicó—. Únicamente para inspirar a los estudiantes a cumplir sus metas, como tú cumpliste las tuyas. 
Y lo entendía, esa era la excusa para la mayoría de entrevistas, pero las supuestas metas eran más de los demás que mías. Las entrevistas no eran para inspirar, eran para hacerme soltar chismes, o spoilers. 
Dos cámaras, un micrófono y dos pares de ojos me rodeaban. No estaba nerviosa, pero me parecía muy excesivo para un simple periódico escolar. 
Di golpecitos en mi pierna mientras los veía organizarse. El chico de la sala se encontraba detrás de la cámara y Emily se encontraba sentada frente a mí.  
Podía haber tenido decenas de entrevistas y aún así me seguía provocando incomodidad el no saber cuándo podría arruinarlo todo con las palabras equivocadas. El público es fan de malinterpretar. 
Finalmente Emily se sentó a mi lado y acercó la grabadora a su boca. 
—¿Cuándo empezaste a escribir? 
Era una pregunta típica que me hacían en la mayoría de las entrevistas. Había creído que, como adolescente, sería un poco más creativa. 
—A los diez años— sonreí—. Escribía mis pesadillas porque creía en el rumor de: "si pasa por tu texto se quedará encerrado allí". 
De hecho mi hermano me lo había enseñado. 
Sonreí. Ann siempre decía: "sonríe, parecerás más simpática". 
—¿Por qué escribes terror, suspenso y misterio? 
Otra pregunta típica, aunque generalmente lo acompañaban con un "siendo mujer". 
—Como ya dije. Solía plasmar mis pesadillas en textos y se volvió un hábito. 
Volví a sonreír mientras regresaba mi vista al chico, me miraba fijamente, pero sacudió su cabello antes de regresar el foco de la cámara a Emily. 
—¿Y cómo te inspiraste para escribir Red Garden?— se inclinó hacia adelante. 
—Fue parte de un sueño. Va, una pesadilla, y la sangre me daba miedo, entonces, cuando me lastimaba, mi familia solía decirme que lo imaginara con glitter. Algo tonto, pero me servía de niña. 
Sonreí, pero esta vez con incomodidad, ¿cuántas veces iba a tener que repetirle que se basaban en sueños? No podía dar otra respuesta más compleja. 
La pelinegra volvió su vista a sus notas. 
—¿Y cómo te inspiraste para Could Lips? 
Emily regresó a su postura inicial y yo tuve ganas de contemplarla con obviedad y molestia pero, respeto ante todo. 
—Por bastante tiempo la idea de una asesina seductora rondaba por mi mente y la idea de besos celestes solo se me ocurrió tras ver el labial de mi madre— sonreí y miré al camarógrafo. 
Enfoqué detrás del rubio una foto de mi libro "Could lips" que se encontraba tras una cortina. Fruncí el ceño. 
—¿Cómo reaccionaron tus padres al éxito de tus obras? 
Me incliné más hacia la derecha para observar mejor y vi como un hilo unía esa imagen con la foto de un chico moreno. 
—Bien. Era lo que esperaban de mí. 
—¿Alguna vez se te ocurrió hacer algo como en tus libros?— habló el rubio, sobresaltandome. 
Me enderecé en el asiento y fruncí el entrecejo en su dirección. 
—No. Por supuesto que no. ¿Cómo podría... 
Me estaban acusando. 
Sin pronunciar ninguna palabra me levanté de mi asiento, rodeé al chico y coloqué mi mano en la cortina que se encontraba frente a las fotografías. 
—No creo que...— Emily advirtió. 
Sin dejarla terminar su oración moví la cortina. Fotografías me recibieron; una foto del edificio BC01 -de leyes-, dos chicos morenos tachados con cruces rojas, mis dos últimos libros: Could Lips y Red Garden, y finalmente mi foto, como acusada principal. 
Con lentitud volví mi vista hacia Emily, quien se había parado -por los nervios supuse- y se veía bastante avergonzada, la verdad me alegraba un poco verla así, solo un poco.  
¿En serio creyeron que yo... 
Inevitablemente tosí con incomodidad. 
—¿Por qué lo haría? 
Emily se aproximó a mí con cautela, lo había cagado, y ella lo sabía. 
—Las pocas pistas que llegamos a tener te apuntaron a ti— elevó los hombros. 
—¿Qué pistas? 
—¿No le dirás a nadie?— preguntó elevando las cejas—. Estas son las pistas— señaló la pared.  
¿Acaso no era obvio que ya lo había visto? 
—Lo noté. 
Volví mi vista al rubio. Él estaba en completo silencio, con su vista fija en nosotras, pero atento a cualquier movimiento. Por primera vez me sentí una amenaza. 
—El primer muerto— señaló la foto del moreno con ojos claros—. El quince de septiembre, el día de tu inscripción, y su sangre tenía glitter. 
Instantáneamente volví mi vista a ella al escuchar eso. ¿Glitter? 
—El segundo muerto— señaló al moreno de ojos cafés—. Un día después de tu llegada y tenía la marca de un beso celeste en su pecho. 
—¿Qué...— tomé aire—. ¿Vos cómo sabés todo esto? 
—Es fácil sacar información en este lugar siendo yo— elevó los hombros—. Lo de tu inscripción lo supimos todos, porque Mary no paraba de decirlo. El glitter y el beso lo supe por el análisis de los forenses; Mary me pidió que fuera a buscarlos y no evité husmear.  
—¿Y por qué yo... 
Emily no me dejó acabar. 
—Como dije, el primer asesinato fue el día de tu inscripción, el segundo fue tras tu llegada y tienen relación con tus libros— elevó los hombros. 
—¿Y cómo sabés que son asesinatos? Perfectamente pudieron ser suicidios. 
Sentí la necesidad de sacarme un poco de culpa de encima, no quería pensar en que había inspirado a un criminal.  
Elevó una ceja y sonrió. 
—Es obvio. Además de las cosas basadas en tus libros, no es como si estuviéramos viviendo una fiebre de suicidios dentro del internado— Emily sonrió mínimamente, como si se hubiera sacado un peso de encima. 
Literalmente mis pesadillas se estaban volviendo realidad. 
—En fin. Por "casualidad"— hizo comillas con sus dedos—, ambos son egipcios y estudian leyes. 
—Medio xenófobo en asesino— el chico finalmente se unió a la conversación. 
—Por cierto, él es Johann, escribe la sección de chismes. 
Lo señaló y lo miré fijamente. No me sentía para nada cómoda con su presencia. 
—Un gusto— sonrió. 
—La entrevista era solo para sacarte información. En realidad no vamos a publicarla, pero si puedes nos gustaría hacerte una normal. Sin cámaras y eso, para hacer feliz a Mary y demás admiradores. 
Hizo una mueca como disculpa y le sonreí con incomodidad. 
—Después arreglamos. 
Y, por si no sabían, el significado de "después arreglamos" era un: "nunca va a pasar pero pretendamos que sí". 
Emily se inclinó a la cartelera y cambió los hilos de forma en donde solo los libros estuvieran conectados conmigo. 
—Ven— me rodeó—. Te presentaré a todo el equipo. 
La seguí y Johann caminó detrás de mí. 
Por mi mente no dejaban de pasar los asesinatos, mis libros. ¿Acaso querían incriminarme?  
Dos chicas se encontraban escribiendo en laptops, al vernos elevaron la vista. 
—Ella es Iruene. 
Señaló con la cabeza a una rubia de puntas celestes que reposaba sus pies sobre el escritorio. Ella no le tomó importancia a nuestra presencia. 
—Escribe el sector de deportes. 
—Y es una amargada— complementó Johann. 
La rubia al oírlo le dedicó el dedo del medio y el chico soltó una pequeña risa. Emily rodó los ojos. Luego señaló a una rubia -de perfecta postura- que se pasaba un bálsamo por los labios, mientras escribía. 
—Ella es Sila— la chica de ojos verdosos elevó la vista al oír su nombre—. Escribe el sector de moda. 
La nombrada me dedicó una sonrisa y asintió brevemente como saludo. 
—Cumple el estereotipo de rubia guapa, rica y tonta— murmuró Johann. 
Emily asintió dándole la razón. 
La personalidad del rubio se veía tan forzada que no me agradaba. 
—Pero es simpática, sabe mucho sobre moda y escribe genial. Además puede pintar sus labios mientras escribe, ¿no es asombrosa?— elevó los hombros sonriendo —. ¿Te acompaño hasta la puerta?— volvió su vista a mí.  
No me dejó ni asentir cuando ya estaba caminando en dirección a la salida. Yo regresé por última vez mi vista hacia los periodistas, que ya se habían concentrado nuevamente en escribir. Caminamos en silencio, saludé a Emily con un beso en la mejilla y, cuando creí que ya podía retirarme, me agarró de la muñeca. 
—¿Nos ayudarás? 
—¿Con qué?— fruncí el ceño tratando de soltarme de su agarré. 
Me liberó. 
—Con el asesino— murmuró. 
—¿Cómo sabés que es uno?— pregunté. 
—Para eso necesito tu ayuda. Tus libros tienen mucha relación con esto, ¿y quién más que tú puede saber todo sobre ellos? Además, estás involucrada, no creo que seamos ni los primeros, ni los últimos en acusarte. 
Y, para mi mala suerte, tenía razón. Pero necesitaba que no llegara a ningún medio de comunicación, en serio ninguno.  
—Solo si me prometes no involucrar mis libros ni a mí en tu periódico al hablar de las muertes— exigí—. Si lo hacés y llega a medios más grandes de comunicación me sacarán de acá y no voy a poder ayudarlos— exhalé—. También te puedo denun... 
—Es un trato. 
Me extendió su mano, la tomé como sello y me despedí con una sonrisa. 
La puerta se cerró detrás de mí, conecté mis auriculares y quise seguir mi camino, pero una conversación agitada a un lado de la heladería me llamó la atención.  
¿Conocen la típica escena del beso? ¿En donde la persona más alta arrincona a otra en la pared, apoyando un brazo a su lado? Pues eso estaba ocurriendo entre Nick y una pelirroja, la diferencia era que, en vez de estar besándose, la cara de la chica ardía de furia, y pude ver como se limpiaba lágrimas de sus mejillas. 
No quería meterme en conversaciones ajenas pero, luego de lo que escuché cuando Nibbas fue al apartamento, necesitaba saber qué estaba pasando ahí. Caminé hacia la heladería, quitándome los auriculares, y me coloqué en la fila, detrás de un chico. Parecía que en sí, nadie más había notado aquella discusión. 
—¿Posta me lo estás diciendo? Boludo, llegás, me susurrás "mi amor" y al final, ¡terminás yéndote con él! Nick, te creí absolutamente todo, soy u... 
—Ya sé, pero no es tan así como tu crees— explicó tranquilamente el hijo de la directora. 
—¿No? ¡Porque vos...— se tomó un segundo para respirar, porque al parecer se estaba ahogando entre lágrimas—... me rogaste que te dejara entrar! ¡Me rogaste que dejara de ser tan seca! ¡Y era solo mi escudo para la gente de mierda como vos! ¿Qué chota tiene que no tengo yo? Porque no se esfuerza ni por dedicarte una sonrisa y yo que estoy ahí siempre parece que te chupo diez huevos. 
—Nada, Dina. Nadie podría pedir nada mejor que tú— suspiró el rubio. 
Dina. 
—¡Y encima, después de que te dejo conocer hasta los mambos por los que lloro todas las noches, me metés en esos negocios turbios de mierda de tu hermano! 
Y ahí estaba la información que me interesaba.  
—Can you speak in english? Shit— Nick se apuró a decirlo en cuanto ella formuló la última palabra. 
—¿En serio creés que nadie va a entendernos por hablar en otro idioma? ¡Tenemos seis horas semanales de inglés! ¡Y hay alumnos hasta de Tuvalu!— bufó. 
—Pero no se meten tanto si es otra lengua... 
—Esto es lo que más me molesta. Por momentos parecés el pibe más inteligente del mundo y que siempre está treinta pasos adelante del resto, pero no considerás boludeces como esas. 
Levanté la vista del suelo y vi como el chico frente a mí se iba con su pedido. 
—Siguiente— habló la chica que atendía. 
Avancé dos pasos cuando volví a escucharlos. 
—¡Ahora Rayhan está atrás de mi hermana y parece que no te interesa en lo más mínimo! ¡Tiene quince años y, si se mete en estas mierdas, juro que te voy a matar, Nick Badiaga! 
—Siguiente— repitió. 
Me disculpé y procedí a pedir mi sabor de helado favorito: vainilla. 
Durante los segundos que demoró mi pedido no los volví a escuchar hablar y, cuando pasé por la esquina, justo donde ellos estaban, se estaban besando. Rodé los ojos. 
 
 



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En el texto hay: misterio, internado, romance

Editado: 01.06.2022

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