Meliflua

CAPÍTULO 07

Capítulo 07 
Beso sin mariposas de por medio 

Emily no me había llamado, ni cuando dijo que lo haría, ni cuando pasaron tres días. Pero una mañana ella apareció en la puerta de mi edificio invitándome (forzándome) a ir con ella hacia Punta Ballena. 
¿Por qué hacía eso? Respuesta simple, para no perderme de vista. 
—No se dejen intimidar— la organizadora hablaba mientras la seguíamos—. Es su forma de juguetear— advirtió.  
Por todo lo que me habían dicho de los universitarios podía llegar a pensar que eran seres atemorizantes, pero confiaba en que en el fondo eran súper adorables, como los de las películas infantiles, o eso trataba de creer.  
Nancy encabezaba el grupo mientras caminábamos hacia Punta Ballena. Emily, una chica muy parlanchina llamada Inna y yo caminábamos detrás de ella. 
—Yo creo que estoy perfeccionando mucho mi español— Inna habló. Su acento ruso era muy notorio, en realidad—. El profesora de ciencias me felicitó. 
La chica se había dedicado a hablarme todo el camino, no sabía si lo hacía porque le generaba mucha confianza o, como ella decía, porque parezco "el estereotipo físico de chica que le gustaría a Hitler", pero era lindo que alguien me tuviera en cuenta. 
—La profesora— le corregí. 
Me sonrió. 
—La profesora. Siempre me equivoco con lo mismo— explicó—. Lo único que extraño es a mi novio.  
Me estaba contando sobre lo mucho que disfrutaba vivir en Uruguay, específicamente lo mucho que disfrutaba llevar un año en el internado. 
—Amaba sus besos y hablar con él era muy divertido. 
—¿Te enamoraste?— indagué. 
—Estoy muy enamorada de él— suspiró sonriente, con la mirada dirigida hacia la nada—. Cuando hablo de él se me erizan los vellos— me mostró su brazo, y no tenía razón—. Mi estómago se revuelve y tengo ganas de llorar. por falta que me hace—  suspiró con tristeza—. Las relaciones a distancia son compliadas. 
—Complicadas— le corregí. 
Nuevamente me sonrió. 
¿Con tantas faltas cómo podía estudiar en español? 
—Las relaciones a distancia son complicadas— se corrigió—. Pero me siento tan bien estudiando ciencias... 
¿Era muy necesario tener que sentir todo eso solo para enamorarse? Mi estómago se encontraba bastante bien sin ser revuelto y mis lágrimas estaban muy cómodas almacenadas en la glándula, lo suficientemente cómodas como para quedarse allí más tiempo. 
—¿No te cuesta estudiar en español?— la corté. 
—No, tengo clases en inglés también, y soy excelente— se halagó. 
Asentí como respuesta. 
Íbamos caminando al costado de la carretera, rodeadas únicamente por árboles y plantas, por naturaleza, y por algunos autos que pasaban cada tanto. El camino era largo, de eso estaba segura.  
Nancy iba tarareando a un ritmo desconocido, Emily texteaba en su celular y la rubia de quince años me hablaba sobre la reacción de sus padres al enterarse que quería estudiar en un país "como Uruguay". Información para nada necesaria en mi vida. 
—Allí es— señaló Nancy. 
—¡Casi llegamos!— la rubia chilló y me abrazó. 
La contemplé sin devolverle el abrazo. Ni que fuera para tanto. 
La líder del grupo avanzó en silencio y rápido, así que continuamos el camino hacia nuestro objetivo. La rusa continuó hablándome mientras nos adentrábamos, Nancy seguía tarareando y Emily continuaba con la vista fija en su celular.  Yo solo observaba el paisaje. 
—¿Verdad, Emily? 
La voz de Inna volvió a interrumpir mis pensamientos. No sabía de qué estaba hablando, pero sabía que Emily no le había prestado atención, así que, al cabo de unos segundos, Nancy contestó por ella. 
—Desde que su noviecita volvió a España no deja el celular. 
Todas miraron a Emily que, aunque hablaran de ella, parecía no darles importancia. 
—¿Viste?— Inna murmuró llamando mi atención—. Eso provoca el enamoramiento— señaló a la periodista. 
Pasamos frente a Casapueblo y nos cruzamos con la vista del Océano Atlantico. Todas quedaron en silencio, siquiera les pregunté porqué.  
Avanzamos por unos metros de césped y visualizamos a tres chicos jugando cartas frente al océano. Caminamos en su dirección e Inna volvió a hablar, esta vez sobre lo guapos que eran los universitarios rusos, pero principalmente hablaba sobre como los chicos que veríamos también lo serían.  
Los observé a lo lejos y traté de aclarar mi vista, pero no había caso. La rusa tenía alguna clase de súper visión. 
Mi celular vibró y lo ignoré. 
Con respecto al mensaje desconocido anterior no supe nada y tampoco se lo había comentado a Emily, no confiaba en ella; de todas formas tampoco es como si hubiéramos tocado el tema de las muertes, la periodista estaba enfocada en el aniversario. 
—Hasta que llegan— un chico castaño se levantó del tronco y nos sonrió con superioridad.  
Fruncí el ceño ante su actitud. 
Era bastante más alto que nosotras, al punto en el que para mirarlo tenía que inclinar mi cabeza un poco hacia atrás mientras lo veía saludar a mis acompañantes con un asentimiento, ya que al parecer las conocía. Luego se dirigió hacia mí. 
—Rayhan. Un gusto. 
Me extendió la mano. 
—Mía Pe... 
Me cortó. 
—Mía Pepper— asintió hacia mí, haciéndome saber que me conocía.  
Nos quedamos mirándonos por unos segundos mientras él solo sonreía, con sus cejas aún elevadas. Velozmente volteé hacia Nancy, para que alguien hablara, y nos olvidáramos por un buen rato de mí. Ella pareció recibir la señal. 
—A lo que vinimos. 
La organizadora se abrió paso entre nosotras para llegar al universitario. Viéndola a centímetros de él noté que se llevaban al rededor de treinta centímetros. 
—Bellota— la saludó con gracia. 
La castaña rodó los ojos y se dejó caer un paso hacia atrás. 
—Queremos hacer una fiesta aquí dentro de dos findes— fue al punto—. ¿Qué quieren a cambio? 
—Siempre tan directa. 
Nancy no le contestó, solo se lo quedó mirándolo en espera de la respuesta que sí le interesaba. Se conocían, eso era evidente. 
—Queremos la entrada gratis— pidió. 
Emily levantó la vista de su celular hacia Nancy. 
—¿Después de lo de la última vez? 
Nancy frunció el ceño tras oír a la pelinegra. 
—Ese es nuestro precio— el castaño elevó los hombros. 
—¿Solo eso? 
Él castaño levantó las cejas, con sorpresa y burla.  
—¿Les parece poco?— replicó—. Porque si es así también quiero un beso de todas. 
—No— Emily y Nancy negaron a la vez. 
La mirada de todos recayó en Inna, la rubia rodó los ojos y luego miró a Rayhan con demasiada seriedad. 
—Tengo novio y lo amo— se expresó a gran velocidad—. Creí que estaba caro. 
—Claro— corregí. 
Todos volvieron a centrar su atención en mí. 
—Claro— se corrigió, pero esta vez nadie la observó. 
Rayhan sonrió. 
—Entonces quiero uno de la escritora y fin del trato— concluyó señalándome con su cabeza, y mirando fijamente a Nancy. 
Me sentía en medio de un drama conyugal. Automáticamente miré a la involucrada, quien parecía tener una pelea de miradas con el castaño.  
Inna asentía frenéticamente -y de forma para nada disimulada- hacia mí, formulando muchos "hazlo" con sus labios. Emily solo me miraba con precaución, analizandome, esperando a que accionara. 
¿Mencioné que nunca di un beso? Y sí, pensarán: "que cliché que con diecisiete años no haya dado un beso", pero solía pasar las veinticuatro horas del día sentada trabajando; eso de socializar y conseguir besos no pasaba por mi mente. 
Nancy se reincorporó, me miró y se dirigió nuevamente hacia el universitario. 
—Dijiste que querían entrada gratuita y entrada gratuita tendrán— habló con firmeza. 
—Ahora ya no es lo único que quiero— le hizo un puchero en forma de burla. 
—Rayhan— advirtió. 
—¿Te da miedo pensar en mis labios sobre los de alguien más?— dio un paso hacia ella. 
—Rayhan— volvió a advertirle, sin moverse del lugar, sin dejarse intimidar por aquel castaño. 
—Nancy— rió. 
La castaña frente a él suspiró, dio un paso hacia atrás, como rendimiento, y lo miró con serenidad. 
—Todo queda en ella— la organizadora me señaló. 
Volvieron a clavarme la mirada. 
—Míralo, está buenísimo— me susurró Inna, en un intento de incitarme. 
El universitario dio un paso hacia mí y solamente lo contemplé, él ya había asumido que sí y yo no tenía mucho que perder. Además la situación me servía para mi nuevo proyecto, a menos que quisiera hacer de mi libro un romance asexual. 
Dio otro paso, dejándonos frente a frente -aunque nos llevábamos bastantes centímetros- y colocó una mano en mi mejilla, para comenzar a acercarse con lentitud, dándome tiempo para negarme si era lo que quería. 
Podía sentir todas las miradas sobre nosotros, aunque en ese momento no eran lo que más me importaba. 
—Nunca di un beso— murmuré, cuando nuestros labios se rozaron por primera vez. 
¿Estaba quitándole lo "lindo" al momento? Seguramente. 
Me miró con atención y se relamió su labio inferior. 
—Entonces es un placer ser el primero— fue lo único susurró. 
Unió nuestros labios. 
El beso no era romántico. No flaquearon mis piernas, ni me olvidé de todo lo que nos rodeaba, de hecho podía escuchar a Inna murmurando algo y a los amigos de Rayhan diciendo "conga". Pero mi corazón sí estaba acelerado por los nervios. 
Con su mano libre guió mi mano derecha hacia su cuello, deslizó sus manos a mi cintura, su cuerpo se acercó un poco más al mío y pude sentir perfectamente el calor que emanaba. El beso no era lo que en un libro hubiera llamado desesperado, pero tampoco lo podría denominar como dulce. De lo que estaba segura era de que fue un buen primer beso y de que él lo hacía fenomenal. 
Nuestras lenguas colisionaron por un segundo y un sabor dulce se dejó conocer por mis papilas gustativas. El movimiento, que había comenzado suave, se había vuelto ansioso y al instante de reconocerlo un hormigueo me recorrió la espalda, erizándome. 
Las manos de Rayhan iban descendiendo con completa lentitud, y el simple hecho de recibir ese tacto aceleró aún más mi corazón. Junté mis manos detrás de su cabeza, para no dejarlas flotando, y por impulso lo atraje un poco más hacia mí. No tenía ni la menor idea de dónde había salido eso, pero comenzaba a entender perfectamente la magia de los besos. Como respuesta Rayhan sonrió en mis labios y realizó el mismo movimiento desde sus manos en mis caderas.  
—Genial. Tenemos el acantilado— Nancy habló. 
Volví a caer en la realidad. Con torpeza y rapidez me alejé del castaño y visualicé a la organizadora que hablaba sin prestarnos real atención. No quería que se enojara conmigo. 
Regresé mi vista a él y noté al instante su vista fija en mis labios, pero a los segundos elevó la mirada y tras cruzarse con mis ojos me dedicó una sonrisa de complicidad. 
—Ya avisé— informó Emily.  
Todas se voltearon y supuse que era momento de marcharnos, pero Rayhan detuvo a Nancy, tomándola de la muñeca. 
—No te pongas celosa. Seguro la próxima te toca a vos. 
Nancy se soltó de él con fuerza y siguió caminando a pasos largos hasta volver a encabezar el grupo, pero bastante alejada de nosotras. 
El castaño vio que lo miraba, me guiñó el ojo y se volteó para regresar con sus amigos. Así que me restauré a mi grupo. 
—¡Estaba buenísimo!— chilló Inna en cuanto llegué a su lado—. Yo sabía que los bombones no eran solo rusos— señaló—. ¿Y sentiste maripostitas? 
—¿Maripostitas?— fruncí el ceño en su dirección. 
—Esas que vuelan y puedes sentir en tu estómago— explicó. 
—Maripositas— la corregí. 
—Maripositas— repitió. 
—Casi ni lo conozco, Inna. 
Hizo puchero. 
—¿Al menos besaba bien? 
Asentí y chilló abrazándome. Estaba más emocionada que yo y no sabía que tan malo era eso. 
Le eché una última mirada al chico que se marchaba y acaricié mis labios pestañeando con lentitud. Me había besado con un desconocido. 

 
 



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En el texto hay: misterio, internado, romance

Editado: 01.06.2022

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