Meliflua

CAPÍTULO 08

Capítulo 08 
Llamada perdida 

Los días y las clases pasaron rápido en espera de la fiesta anunciada por doquier, o quizás era porque yo últimamente tenía mucho más entretenimiento. Inna iba a buscarme todas las mañanas antes de entrar a clase, me acompañaba a almorzar y algunas noches me invitaba a su apartamento a ver una novela rusa, aunque siquiera me gustaba, pero era lindo tener compañía. 
Por otro lado, Emily me envolvía constantemente en cuestionamientos sobre mis libros y me preguntaba diariamente si había vuelto a recibir otro mensaje de aquel número desconocido, luego de haberle informado. De igual forma el mensaje podía ser una distracción para llevarnos por el camino contrario a las respuestas; va, más bien llevarlos, porque yo no estaba siendo tan participe de la investigación, pero tampoco me quejaba, no era un tema en el que quería estar hundida diariamente e Inna me aportaba alejándome de eso. 
Para lo único que me había hablado la pelinegra -que no tuviera relación con muertes- era para rogarme que, al igual que todos los trabajadores del periódico, llevara el disfraz un rojo que nos representaba como "la resistencia". No lo adoraba, pero me ayudó a no tener que pensar en un disfraz. 
Acomodé mi arete por última vez, se había estado cayendo durante todo el día. 
La pantalla de mi celular sobre el lavabo se encendió comunicándome que otra notificación acababa de llegar. Lo desbloqueé con la intención de desactivar el internet, hasta que visualicé un mensaje de Ann. 
"Resubí esa historia en la q t mencionaron sobre un beso. Es buena propaganda para tu libro ;)” 
Al leerlo temí que se hubiera filtrado mi beso con Rayhan o algo por el estilo, así que corrí instantáneamente hacia mi cuenta de instagram. La mención de mi usuario en la historia de @innapasternaka me tranquilizó. 
"¡Hoy es el día de los besos robados! ¿Quién tendría que animarse? @miaapepper @miaapepper @miaapepper @miaapepper" 
¿A quién tenía que robarle un beso yo?  Reí rodando los ojos, abrí la puerta para salir del baño y el movimiento del gentío junto con la música me volvieron a invadir. Adolescentes estaban ingresando al salón de fiestas mientras otros bailaban, cantaban o compraban bebidas. No reconocía a absolutamente nadie. 
—¡Espérame!  
El grito de la rusa me detuvo. Inna trotó tras mí. 
—¿Cuál era nuestro grupo?— le cuestioné lo suficientemente alto como para no camuflarme con la música. 
El grupo se trataba de nuestra función en la fiesta: el grupo uno atendía a los invitados, el grupo dos trabajaba en los alimentos durante las primeras tres horas, el grupo tres limpiaba el local, el grupo cuatro trabajaba en los alimentos luego del grupo dos, etcétera. 
—Creo que estábamos en el tre... 
Volví a mirarla luego de que permaneciera unos segundos de silencio. Ella me observó con los ojos muy abiertos, entusiasmada. 
—Ese chico trató de besarme el año pasado en la fiesta de aniversario— gritando señaló a un pelirrojo y fruncí el ceño—. Estuve a punto de seguirlo, pero la cula llegó antes. 
—Culpa— corregí un poco más bajo, sin prestarle mucha atención—. ¿Estábamos en el grupo tres?— insistí. 
—¿Qué hago si lo vuelve a intentar?— preguntó, demasiado cerca de mi oído. 
Regresé mi vista al frente y al instante me encontré con la jefa del periódico escolar dando órdenes. Me volví hacia Inna y me detuve a centímetros de su oreja para hablar. 
—Decirle que no querés. 
Volví a voltearme hacia la pelinegra. 
La rusa me detuvo con su brazo y giré hacia ella con lentitud. 
—¿Y si quiero? 
—Hacelo entonces. 
Comencé a caminar y la sentí seguirme. 
—¿Y mi novio?— replicó con el mismo tono. 
No volví a mirarla y Emily ya no estaba. Aunque no obtuviera respuesta Inna me siguió y nos sentamos en unos sofás al rincón del club. Estuvimos unos minutos observando a los adolescentes bailar y tarareando algunas letras conocidas. 
Le había tomado bastante cariño a la rusa en estas semanas que compartimos como compañeras -o hasta amigas podría decir-, pero era muy dependiente a las opiniones de los demás con respecto a sus desiciones, y eso causaba mucha responsabilidad en mí. Si quería andar con otro chico teniendo novio que lo hiciera, al fin y al cabo su vida era una y cuando la terminara se iba a arrepentir de no hacer lo que deseaba. 
—¿No quieres ir a bailar?— habló luego de un rato. 
Negué. 
—Bueno, estaré con Nancy— señaló a la organizadora disfrazada de Ariel. 
Miré a las estudiantes divertirse por un rato y luego de aburrirme me enfoqué en la entrada del establecimiento. ¿El asesino vendría? 
Suspiré. 
Liam llamaba la atención, quizás él creía que con su capucha y auriculares automáticamente pasaba desapercibido, pero en realidad solo te generaba querer saber más sobre él. Así que, con su traje negro y una máscara colgada en su codo, llamó mucho más la atención; de hecho, puedo jurar que, por un segundo, todo el club se centró únicamente en mi compañero de habitación. 
Analizó el lugar, concluyó que no había nadie concentrado en él y finalmente caminó hacia mí, pero no por el hecho de ser yo, sino porque era el sector en donde estábamos los "aburridos".  
Guardó su celular en un bolsillo, tomó un trago de lo que traía en su botella de vidrio y sin mirarme se sentó a mi lado, por más que hubieran otras áreas libres. Para no sentirme muy incómoda comencé a revisar mi celular, pero al instante la insistencia en las redes sociales por el nuevo libro me saturó. 
—Me contaron que besaste a Rayhan. 
Tras colocar mi celular en modo avión volteé hacia Liam, frunciendo el ceño. 
—Hace semanas me odiabas y ahora te interesa lo que hago— fue mi única respuesta. 
Agradecía que la música no llegara tan alta a esta zona. 
—¿Qué?— preguntó, al parecer sin oírme. 
—Nada— murmuré. 
Regresé mi vista al frente. Él se mantuvo unos segundos en silencio antes de volver a dirigirse a mí. 
—Sería un desperdicio de tiempo odiar a alguien— suspiró—. Solo lo comentaba porque Rayhan no es muy buena junta. 
—¿Qué?— repliqué—. Estás bastante exigente con mis juntas. 
Pero no me contestó, así que luego de eso no volvimos a interactuar. Liam se escabulló entre las personas al cabo y yo me distraje contando la cantidad de gente con disfraz de conejo; eran al rededor de ocho los que había llegado a visualizar y no entendía porqué tanta cantidad. 
El Badiaga menor resaltó entre las demás personas al no llevar disfraz puesto. Caminaba muy lentamente entre los adolescentes que bailaban y no entendía muy bien porqué, hasta que bajé mi vista y visualicé un intercambio entre las manos de Nibbas y desconocidos. 
Me incliné hacia adelante con la intención de poder ver un poco más, hasta que el rubio me miró con su típica mirada indiferente, pero prolongada. No quité mi vista de la suya, porque lo sentía como una clase de rendición y yo no pensaba rendirme ante él. 
Algunas de sus características a veces me hacían sentir que su verdadero hermano en realidad era Liam, no Nick.  
Un cuerpo se detuvo frente a mí, así que tuve que elevar mi mirada para ver de quién se trataba. Rayhan con cabello verde, gruesos collares dorados, un saco violeta y su abdomen marcado se encontraba sonriente frente a mí. 
—Roja— me saludó en burla y le sonreí—. ¿No bailás? 
Negué con la cabeza y luego redirigí mi vista a Nibbas pero, sin dejarme reaccionar, Rayhan me tomó la mano y me llevó a la pista. Miré por encima de su hombro y Nibbas ya no estaba. 
Busqué a Inna con la mirada y ya estaba bailando con el pelirrojo que me había señalado hace un rato. Así que, sin mucha objeción, me dejé guiar.  
Rayhan me llevó de la mano hasta exactamente el centro de la pista. Llevó mis manos a sus hombros, bajó las suyas a mi cintura y empezamos a movernos con lentitud. 
—No creo que sea una canción para bailar así— comenté riendo, por encima de la música, al reconocer un ritmo sumamente movido. 
Se aproximó a mi oído. 
—Si me querés perrear, no me quejo— formuló con lentitud. 
Lo miré evitando la sonrisa que quiso salir y él carcajeó brevemente. Con la seguridad de que nuestro baile no iba a cambiar continuamos haciéndolo lento y con la mirada fija en la del otro. 
—¿Me das un beso?— susurró en mi oído. 
Elevé las cejas con sorpresa y riendo modulé con claridad "ene, o". Pero, como resultado, me atrajo desde la cintura, aproximó su rostro al mío y elevé los ojos para encontrarme con su mirada fija en mis labios. 
Regresó su vista a la mía y habló. 
—Igual es el día de los besos robados. 
Y me besó antes de que pudiera terminar de comprender lo que decía, o de que pudiera entender que hacía referencia a mi historia de Instagram.  
No tenía nada que perder así que, como en el primer beso, me dejé llevar por los labios de ese casi desconocido. Las palabras de Liam regresaron a mi mente y ante eso me paré de puntillas, y lo atraje más a mí.  
El volumen de la música se volvió algo lejano y nuestras respiraciones se agitaron a la par, el beso se volvió necesitado. Tenía sabor a dulce, a... adictivo.  
Me separé por un segundo para tomar aire, y al instante volví a juntar nuestros labios. Sus manos, que parecían estar perfectamente ajustadas en mi cintura me rozaron la espalda baja. 
Trataba de concentrarme en sus movimientos pero, en cuanto me apretó más hacia él, perdí cualquier sentido de orientación que tenía. Me enfoqué en trazar el mismo movimiento que él y tratar de no pensar en la gente cantando a gritos. Cuando finalmente me adapté al movimiento un cuerpo impactó contra mí y me sobresalté. 
Me alejé rápidamente de los labios del universitario, él subió sus manos a mi cintura y volteé para comprobar que era solo un adolescente bailando. 
Regresé mi vista a Rayhan. Elevó la mirada de mis labios a mis ojos y sonrió. 
—Un boludo— habló sobre el chico que me chocó.  
Ni siquiera había gritado pero, el ambiente se había vuelto tan intimo, que lo escuché a la perfección. 
Despegó sus manos de mí, quité las mías de él, me otorgó un casto beso en los labios y caminó hacia un chico, así, sin más. Con mi respiración agitada lo observé abrirse camino entre el gentío y, en cuanto se perdió, una canción electrónica comenzó a sonar, provocando que todos comenzaran a saltar por doquier. Mi cuerpo comenzó a impactar con otros y, con la respiración agitada por la ansiedad, empujé a algunas personas para poder salir de ahí.  
Parecía algo eterno cuando por fin visualicé una salida. Atravesé a las últimas personas y, en cuanto llegué al rincón de los sillones, me detuve para tranquilizarme y al lograrlo barrí el club con la mirada en busca de Inna; quería contarle lo ocurrido con Rayhan, que me "animé", aunque lo hizo él. En un rincón yacía ella, bastante concentrada en el trabajo de besuquear al pelirrojo.  
Saturada por la música caminé hacia la puerta del local y salí de allí, para respirar y estabilizarme. Arranqué mi camino hacia el lado de Casapueblo y la música disminuyó bastante cuando me alejé algunos metros.  
Me tocaba descubrir sola el camino hacia algún sitio tranquilo, pero la iluminación estaba exclusivamente sobre las edificaciones, así que encendí la linterna de mi celular y me dispuse a caminar. 
¿No tenía miedo? Claro que tenía miedo, manejaba una cantidad de temor enorme. Cada mínimo sonido me ponía alerta, pero terminaba siendo simplemente el viento o el océano a mi derecha.  
Mi mente era lo que más me aterraba. No era necesario pero aún así estaba pensando en posibles situaciones que me causarían la muerte, más específicamente, posibles asesinos seriales que lo harían.  
Iba dando golpecitos en mi pierna mientras tarareaba la primera canción que se me ocurrió, únicamente para distraerme. La música de la fiesta era un leve murmullo entre el sonido de los árboles y, como en toda situación terrorífica, el viento aumentaba y las nubes tronaban. Subí el volumen de mi voz. 
Llegando al final de Casapueblo unos sollozos captaron mi atención. Mi corazón se aceleró y, nuevamente, temí por mi vida. Quizás simplemente era un adolescente con el corazón roto o una persona que huía de un asesino, o quizás, solo una mala jugada de mi cerebro. Temía acercarme, ser brutalmente asesinada y que, para peor, me encontraran con un beso celeste y glitter inyectado en mi sangre. 
Oí un objeto de vidrio romperse y los sollozos se callaron instantáneamente; me iban a asesinar con un pedazo de vidrio. Iluminé con la linterna hacia otro lado y me aproximé más. 
—¿Hola?— murmuré.  
Con el silencio que había se oyó bastante alto. 
—¿Mía?— oí una voz quebrada, que reconocí al instante.  
Lo que estaba contemplando no era para nada lo que me esperaba. Nick se encontraba allí, con su cabello rubio más desordenado que de costumbre, sentado en el pasto y con lágrimas recorriendo sus mejillas. 
Dejé la linterna de mi celular apuntando hacia otro lado y me arrodillé frente a él. Sus ojos rojos me miraban con precaución y yo tenía bastante miedo de estar incomodandolo. 
Una botella rota yacía a su lado. 
Sentí lástima al verlo tan destruido, me recordó a mi hermano y, ese dolorcito en el pecho, volvió a hacer presencia. 
—¿Qué pasó? ¿Necesitás algo? 
Me trasladé para sentarme a su lado, apoyando mi espalda en el muro. Quitó su mirada de mí. 
—Todo pasó— sonaba cansado. 
—¿Necesitás hablar de cómo te sentís?— indagué. 
Cualquiera podría pensar que lo estaba haciendo por puro interés o curiosidad, pero realmente me preocupaba ver a alguien así. 
—Cansado me siento— se quitó una vincha con cuernos rojos de su cabeza—. De fingir— completó. 
Me miró por unos segundos más y apoyó su cabeza en mi hombro. Me mantuve estática y él igual. 
Así pasamos unos diez minutos, en completo silencio pensando en todo, o al menos eso hacía él. Yo no me detuve a pensar de qué hablaba, porque en sí, no me incumbía, pero suponía que ser tan "perfecto" a veces era agotador. Esa situación con una persona desconocida, como lo era Nick en mi vida, podía ser completamente incómoda para cualquiera, pero era tan común en mi vida que ya era algo que podía hacer por rutina. 
—Gracias por estar— murmuró, aún con la cabeza en mi hombro y, aunque no me pudiera ver, le sonreí. 
—Es lo que hacen los hermanos, ¿no?— bromeé. 
Soltó una pequeña risa, elevó la cabeza y me miró. 
—¿Te vas a quedar acá toda la noche? Yo ya me iba, si querés volvemos juntos.— decidí hablar. 
Mentira, pero era una buena excusa para poder alejarme del aturdimiento que provocaba todo ese gentío.  
Como respuesta Nick se levantó con torpeza y me pregunté si estaría únicamente ebrio, o algo más. 
Mientras el rubio se arreglaba me permití desbloquear mi celular y desactivar el modo avión. Un mensaje de "dónde estás?" y tres llamadas perdidas de hace nueve minutos por parte de Inna, fueron lo primero en aparecer. Llevaba mucho tiempo separada de ella, seguro quería contarme sobre su beso y preguntarme si había concretado algo yo. Sonreí brevemente; era lindo tener a alguien con quien compartir esas cosas. 
Le pedí a Nick que me esperara unos minutos allí, que iría a buscar a Inna y, al encaminarme hacia el edificio, noté como los adolescentes salían agrupados del club.  
Como si el destino hubiera estado esperando a que notara lo que ocurría, sirenas envolvieron el ambiente. Mi corazón se aceleró, sentí a Nick caminar con le lentitud detrás de mí y troté hacia el club con mi celular aún reclamándome las llamadas perdidas, sin importarme chocar con estudiantes que murmuraban. 
Me crucé con Liam, quien me tomó del brazo, haciéndome frenar y girar hacia él. 
—¿Viste a Nick? 
Sin darle mucha importancia señalé al rubio y continué corriendo hacia el local. Mi corazón latiendo con rapidez en mi pecho era lo único en lo que lograba centrarme y solo deseaba que fuera una falsa alarma, o pura casualidad. 
Tenía que llegar a Inna. 
Al estar frente a la puerta del local la música ya no sonaba, Nancy lloraba extendida sobre la mesa y Emily tenía la vista centrada en un punto fijo. La periodista fue la única en notarme allí.  
Traté de entrar al local, pero Emily me detuvo al instante. 
—No se puede entrar hasta que llegue la policía— formuló con inercia. 
—Tengo que encontrar a... 
Emily me miró con cautela en cuando me oyó hablar. 
—Inna. 
La miré fijamente, mis labios se separaron soltando un leve suspiro y, como respuesta, la reportera asintió con lentitud. 
Inna. 
Mi corazón pareció querer latir hasta desvanecerse y sin mucha espera las lágrimas cayeron sin control. Mi celular cayó primero y luego yo, o al revés, no sé, no podía enfocarme tanto en eso. El aturdimiento no tardó mucho en aparecer y el dolor en mi pecho tampoco. 
Toda mi vida me había acostumbrado a las perdidas, al punto de pensar "la próxima no puede ser tan distinta"; pero cada vez que alguien partía de mi vida dolía diferente, y peor. 
Nuestras tardes viendo friends, los almuerzos a su lado y sus charlas extrañas llegaron como flash a mí, y todo pareció dolerme un poquito más. En ese momento caí en cuenta y, como todo en la vida, no noté su gravedad hasta que me tocó vivirlo de cerca. 
Todo parecía verse en cámara lenta cuando policías y doctores corrieron dentro del local. Algunos oficiales permanecieron en el interior, otros fuera interrogando a las organizadoras; "que si habían visto algo sospechoso", "que la lista de invitados", "que los factores de riesgo", etcétera, etcétera, etcétera.  
Yo solo miraba el pasto y trataba de dejar de pensar. 
—Mía. 
Emily estaba de cuclillas frente a mí. 
Levanté con lentitud mi vista hacia ella, sus dedos finos y fríos quitaron una lagrima que intentaba recorrer mi mejilla, y luego deslizó su mano hacia mi hombro, como señal de apoyo. 
—Creo que deberías irte— señaló con su mirada lo que nos rodeaba. 
Los policías estaban quitando a los adolescentes que rodeaban la zona, para liberar un entorno de cinco metros alrededor del edificio, y yo estaba en el centro de todo eso, llorando. 
La iban a sacar. 
—Liam irá contigo. 
Con su cabeza señaló a nuestra derecha. 
Liam, Nick y la chica que me había encontrado hace unas semanas en el apartamento estaban expectantes mirándome. Ni siquiera me daban las fuerzas para avergonzarme. 
Emily me extendió mi celular, me ayudó a levantarme y con lentitud caminé hacia mis acompañantes. Al llegar me detuve frente a ellos y la chica me dedicó una sonrisa que al instante reconocí; era de lástima. 
Mi compañero de habitación tomó a la chica de la mano mientras fumaba un cigarrillo con la otra y comenzaron su camino. Mientras tanto Nick parecía estar bastante ido en la situación también. Con inercia el rubio y yo seguimos a la pareja. 
Miré la pantalla de mi celular.  
Sabía perfectamente que podía haberlo evitado si no lo hubiera silenciado, o si tan solo me hubiera quedado con ella. 
Las lágrimas volvieron a caer y, aunque traté de silenciarlas, Nick lo notó. El rubio extendió su mano hacia la mía y la apretó, con consuelo. Con mi mirada recorrí nuestras manos entrelazadas, los tatuajes de su brazo y, finalmente, su sonrisa a boca cerrada, una sonrisa sin nada de trasfondo.  
Volvió la vista al frente y sin soltar nuestras manos continuó caminando. Para él eso pudo no haber sido mucho, pero para mí fue un "estoy acá", y hace tiempo nadie había estado. 
—¿Era su amiga?— la chica -Tiffany, creo- preguntó hacia Liam. 
Él asintió. 
 
 



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En el texto hay: misterio, internado, romance

Editado: 01.06.2022

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