Meliflua

CAPÍTULO 10

Capítulo 10 
Amor de hermanos 

—¿Entonces sí?— la pelinegra se detuvo mirándome. 
Le respondí frunciendo el ceño mientras me quitaba mis auriculares. 
—¿Se parece a otro de tus libros?—insistió. 
—Sí— murmuré—. Te 4 cher 
—¿Por qué todos tus libros tienen títulos en inglés?— Johann habló a mi lado. 
—Se publican primero en inglés— expliqué. 
Emily bufó brevemente. 
—Deja de hacer preguntas estupidas— suspiró—. Pepper, cuéntame sobre el libro. 
Desconecté por completo mis auriculares antes de hablar. 
—Se trata de un profesor de matemáticas. Una alumna quiere tomar las respuestas de unos exámenes, pero termina descubriendo cuchillas ensangrentadas y cosas así. Al final empieza a matar a sus alumnos en fiestas, empezando por la que descubrió todo, claro. 
—¿Dices que fue Irenka?— la pelinegra replicó hacia mí. 
—No sé. 
—No creo que haga algo tan obvio, ¿quién lo haría de forma en la que directamente se incrimine a sí mismo?— Johann argumentó. 
—Es bastante obvio que no se incriminaría a sí misma, por eso mismo pudo hacerlo—señalé. 
—Volviendo al tema— la periodista nos interrumpió—. Inna no estudiaba leyes— suspiró mirando el mural—. Algo tienen que tener en común, ¿o los están matando al azar? ¿Y si fue algún tipo de advertencia? Porque Inna estaba cerca de nosotros... 
Dejé salir una exhalación. ¿Acaso nadie ahí adentro tenía un poco de tacto? 
Nunca había visto a Emily tan participativa. 
Nos quedamos en silencio, quizás arrepintiéndonos de involucrarnos en esto o quizás tratando de buscarle algún sentido a lo que pasaba. 
Johann imprimió algunas fotos y se las entregó a la pelinegra. Emily pegó en el mural una foto de Inna, de Abbadon, de Irenka, de mi libro y, finalmente, de AE07.  
—¿Y qué pasó con el mensaje de hace unos días?— se volteó hacia mí. 
—No volví a recibir nada— la miré fijamente. 
—Al menos se supone que vamos bien, ¿no?— Emily se sentó sobre el escritorio y observó el techo. 
—¿Y si es el asesino? ¿Y solo trata de desviar la investigación para incriminar a otro?— el periodista se levantó frente a nosotras como si hubiera descubierto la respuesta a todo y, en realidad, nos había recordado más dudas. 
—Deberíamos rastrear el número— acotó la pelinegra. 
—Es ilegal. Solo podríamos rastrearlo si tuviéramos una denuncia, pero ni siquiera hay razón para denunciar. Lo que deberíamos hacer es ir a las ubicaciones de los asesinatos o investigar sobre los muertos— hablé rápido. 
Realmente con ellos ya no me avergonzaba tanto hablar, sabía que todos teníamos el mismo objetivo y que al compartir algo estaba aportándonos. 
—¿Eh? 
Fruncieron el ceño. 
—Ir al sitio buscar pistas— aclaré—. Si los tomaron como suicidios no se habrán fijado mucho en los detalles. A excepción de Inna, claro. E investigar sobre la vida de los muertos para saber en qué más se relacionan.  
—Entonces investigaré a Denian, Johann investigará a Federic y tú investigas a Inna. 
Supe que esa investigación dolería un poco. 
—¿Y cuándo iremos?— el periodista preguntó. 
—No sé. ¿Tienen algo para hacer?— la pelinegra elevó los hombros y tomó su chaqueta de cuero antes de caminar hacia la puerta.  
Observé a Johann y, tras dedicarme una larga mirada, la imitó, así que yo también lo hice. 
Emily hablaba; hablaba, hablaba y hablaba. Que si nos matarían por investigar, que si era Mary saciando su necesidad de aniquilar y para eso nos había reclutado, que si todo era un libro en donde éramos personajes y al final el asesino sería uno de nosotros... En fin, hablaba. 
Johann usaba su celular y le contestaba algunas monosílabas a su jefa. En cambio yo ni siquiera la escuchaba, solo pensaba; pensaba, pensaba y pensaba. Que era mi culpa, que tal vez sí era uno de nosotros, que quizás el asesino nos esperaba en el primer sitio. En fin, pensaba. Quería conectarme mis auriculares para distraer un poco mi mente, pero no quería parecer grosera. 
Tras atravesar el gran portón gris comenzamos a caminar en dirección opuesta al internado. 
Le quise decir a Emily que quizás debíamos ir a Punta Ballena, porque la muerte había sido hace poco y, a lo mejor, las pistas seguían allí; pero ése sí había sido un asesinato oficial y probablemente ya lo estaban investigando. 
—Llegamos. 
Levanté la mirada de mis zapatos tras oirla hablar. 
Un puente con ondas estaba frente a nosotros y caminamos hacia él, así que supuse que era el ya nombrado. 
—¿No había chocado contra algo?— cuestioné hacia la pelinegra, al no visualizar algo "riesgoso", además del mar, claro. 
—Eso dijo el forense— murmuró. 
Y procedimos a investigar los alrededores en cuanto el tránsito cesó un poco. Igualmente no encontramos nada, así que decidimos ir hacia el segundo destino; el edificio de leyes. 
Avanzamos en silencio con Johann tarareando una canción lenta y, cuando ya estábamos a veinte metros, una frenada nos detuvo. 
En un instante que pareció suceder en cámara lenta volteamos los tres, pero no llegamos a visualizar nada. 
—¿Qué fue eso? 
Fruncí el ceño y traté de escuchar algo más, pero un quejido fue lo único que reconocí. 
—¿Será el asesino?— preguntó el rubio, con cierto deje de temor. 
—No creo que esté haciendo algo en un sitio tan popular— tranquilicé. 
—Ve tú— Emily le pidió a Johann. 
—¿Por qué yo?— chilló como respuesta. 
—¿Recuerdas cuando discutíamos porque "los hombres son más fuertes"?— hizo comillas exageradas—. Demuestra tu teoría. 
—Pero yo soy gay. 
—Yo lesbiana, ¿y? 
Fruncí el entrecejo. 
—Voy yo— detuve su discusión. 
Avancé unos dos metros con sus miradas perforándome la espalda cuando ya había logrado visualizar algo de humo. En cuanto reconocí un accidente automovilístico me aproximé a gran velocidad al vehículo rojo que se encontraba volcado; debía haber alguien herido y, gracias a mi padre, yo sabía primeros auxilios.  
Finalmente visualicé a alguien arrastrándose a unos metros en el césped. En cuanto lo reconocí concluí que encontrar a los Badiaga en desgracia, se volvería costumbre. 
Se levantó y me ignoró. 
—Nibbas— llamé su atención—. ¿Necesitás ayuda?— me aproximé a él. 
Continuó cojeando mientras se alejaba del auto. 
—No. 
Estiró su pierna y cerró los ojos como reflejo, miré esa zona y me encontré con una herida en su rodilla, supuse que había sido uno de los vidrios rotos. 
—Si me dejás yo puedo…— aproximé mi mano a su rodilla.  
—Agáchate— habló con la vista fija en el transporte. 
Arrastraba las palabras. Estaba ebrio. Lo miré frunciendo el ceño. 
—¿Qué? 
En un lapso de cinco segundos tomó mi mano y tiró de mí hacia el piso. 
Dos sonidos similares a disparos y un fuerte olor a humo fueron lo que sentí al caer sobre sus piernas. Elevé la vista y observé el caro auto encendido fuego. 
—¡Mía! — Emily y Johann aparecieron trotando en la escena con la vista fija en el vehículo incendiado.  
Nadie formuló nada mientras la pelinegra tomaba el celular de su bolsillo y comenzó a teclear.  
Me levanté del suelo sacudiendo mi trasero y Johann se acercó a nosotros. 
—Déjame ayudarte. 
El periodista ofreció su ayuda al ver que Nibbas no daba indicios de poder levantarse, pero el herido lo analizó por bastantes segundos antes de aceptarla. Le pasó un brazo por los hombros y Johann lo ayudó a avanzar.  
Yo caminé tras ellos con temor a que el auto tuviera otra explosión más fuerte. Tomé mi celular del bolsillo y me dediqué a buscar el contacto de mi "guía". 
—¿Mía?— su voz sonaba confusa, porque claro, nunca lo había llamado. 
—Estoy con Nibbas. Tuvo un accidente. 
—¿Nibbas?— la voz de Nick voz se tornó preocupada al instante—. ¿Dónde están? Mándame la ubicación... no, no, no. Mándasela a Liam. 
Cortó y procedí a enviarle la ubicación a mi compañero de habitación. 
"¿Qué?" 
Quise explicarle pero su respuesta fue más veloz. 
"Ya me explicó Nick. Estamos yendo para allí." 
Luces rojas volvieron a traerme a la realidad y al elevar la vista contemplé a bomberos llegando. Dos bajaron a gran velocidad y procedieron a apagar el incendio del auto. Le preguntaron a Nibbas qué ocurrió y el rubio menor solo les dio dinero, pidiéndoles que cuando llegara la policía no lo nombraran ni describieran; los trabajadores no parecieron estar en desacuerdo.  
A los minutos Liam y Nick llegaron en una camioneta enorme y negra. El deportista bajó y caminó hacia su hermano, mientras los dos periodistas y yo nos limítanos a observar. 
—What happened?— Nick le preguntó al menor, levantando firmemente la mandíbula de su hermano, para que lo mirara a la cara. 
Permanecí atenta ante esa forma brusca de tratar a su hermano. 
—I think they did something to the brakes— murmuró mirándonos de reojo, supuse que esperando que no escucháramos, pero Emily y Johann estaban bastante ocupados susurrándose mutuamente. 
—Debes tener más cuidado— contestó Nick, soltando su rostro y volteándose hacia nosotros.  
Básicamente Nibbas creía que le habían hecho algo a sus frenos, pero yo creía que en realidad se trataba del alcohol en su sistema. 
—¿Vamos? 
El rubio mayor nos sonrió con serenidad, como si no acabáramos de visualizar la reacción violenta que acababa de tener con su hermano, antes de avanzar hacia el auto. Nibbas ya estaba subiendo al asiento trasero, a él lo siguió Emily y luego Johann. Traté de entrar pero la pelinegra colocó una mano en mi hombro. 
—Hay un herido, no podemos entrar todos. 
Elevó los hombros y miré a Liam, el castaño siquiera nos había contemplado desde que llegó. 
—Ven conmigo— ofreció Nick subiendo al asiento del copiloto.  
Fruncí el ceño hacia él. 
—Vamos, no te puedo dejar aquí— elevó las cejas y palmeó sus piernas.  
Sin querer quedarme abandonada junto a un accidente automovilístico sin protagonista, me senté sobre sus piernas. Pero no se crean, no me "toqueteó", ni hicimos cosas raras. Nick simplemente revisaba los comentarios de su última foto y cada tanto me mostraba alguno divertido. 
Emily no hacía preguntas, Johann no hacía suposiciones y yo me preguntaba si realmente todo lo que acabábamos de presenciar les parecía algo normal. ¿Los adolescences realmente viven experiencias así a diario? 
Parecía que hasta los periodistas más metiches cedían ante los Badiaga. 
Liam no quitó ni por un segundo la vista de la carretera y el único sonido que había dentro del auto era la radio. Nick había puesto jazz.  
Suspiré tras notar que Nibbas me observaba fijamente a través del espejo retrovisor, con la misma desconfianza y repudio que el día que nos conocimos. ¿Él también creería que soy una asesina? ¿Creería que maté a su mejor amigo? 
De igual forma le agradecía el haberme salvado de una lesión. 

 
 



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En el texto hay: misterio, internado, romance

Editado: 01.06.2022

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