Desde un viaje duradero se manifestaba en lo más lejano del horizonte la llegada de los señores del inframundo. Las campanadas de las más altas y bellas catedrales resonaban con una suave melodía a timbre.
Al instante también se enunciaba el retorno de la más fría y tenebrosa presencia del inframundo, todo aquel que se encontraba dudoso y patético a merced de siniestra doncella, era condenado con el castigo mas aterrador en la existencia, nadie quisiera recibir tan desdichado castigo por la misma divinidad, sufrir una eternidad en el más allá de los nueve círculos del infierno era aterrador con sólo verlo.
Los aguerridos soldados temían tanto a ésta doncella, que no eran dignos de servir a venovoleza deidad, mucho menos merecían llamarse espectros del emperador Hades. Pues hacían de todo por tratar de complacer a magestuosa doncella del mal, ante ella no bastaba hacer una afable reverencia, ni mucho menos ser sumiso e ineficiente. La mediocridad se pagaba con la muerte, muchos la evadían por miedo y hacían lo posible para no decepcionarla, el miedo que tenían hacia ella era más escalofriante que estar en el mismo Hades.
Las deleitosas campanadas a sonidos de gloria eterna y alabanzas inconclusas se escuchaban hasta en el inexplorable rincón del averno...
Una melodía de cantos tan bellos deslumbraba por los vientos, ni siquiera en el Olimpo eran tan relucientes como se oían en el inframundo. Una melodía tan aguda para el oído, pues eran escuchados por un inmenso reino, un imperio devastador de guerreros fornidos. Espectros sanguinarios que condenaban sus vidas a cambio de gloria, pues se hallaban equipados con las más pesadas armaduras malditas... la energía que emanaban de sus cuerpos eran tán aterradores que se podía divisar aquella oscura y maldita energía del cosmo que consumía la vida de todo ser.
Miles de espectros se encontraban dispuestos a dar sus efímeras vidas sin temerle a nada, eran capaces de desgarrar los mismísimos cielos y si se propusieran incluso armar una contienda con la corte Celestial.
Allí entre la muchedumbre una voz GRUESA, en tono FUERTE afirmaba la llegada de los señores de la muerte, pronunciando en estas palabras...
—“DAD LA BIENVENIDA AL SEÑOR VAL & A LA Condesa DEL MAL..."
—ACLAMAMOS VUESTROS NOMBRES Y EN ORGULLESEMOS SU PRESENCIA... SEÁIS BIENVENIDOS A SUS DOMINIOS MIS "SEÑORES DEL INFRAMUNDO”
Mientras los señores del inframundo ingresaban por aquella entrada siniestra y temeroso lugar ante todos, su imperio y más que ello, los miles de espectros que estaban a su merced, se inclinaban ante dignos señores y aclamaban en tono de guerra.
—¡¡¡Haaooom!!!
Allí en un carruaje épico y colonial se encontraba la hermosa Pandora que siempre acompañada a VAL, su carruaje era jalado por unicornios muy fornidos e infernales al del color negro, estas criaturas eran muy misteriosas y de gran fuerza, a unos pasos mas atrás se hallaba su merced, la doncella más despiadada y cruel del inframundo, su nombre era conocido hasta en el mismísimo Olimpo, la aclamaban... Melínoe (Melione) Quien se encontraba en un carruaje muy devastador y demasiado extravagante, las cortinas al de la tela más fina a seda negra recubrían todo, pues más bellas que el de seda no faltaban allí e impedían ver el velo rostro de damisela doncella con fragante cabellera al color de plata, a lo mucho se podía distinguir.
La doncella Melínoe a quien no hacia falta describir quien fue en la historia... Era resguardada por diez fornidos espectros que esperaban la salida de benévola doncella, quienes cumplian el rol de servir fielmente a magestuosa doncella... eran mencionados como los más temibles del imperio del inframundo.