Melodía de amor

Capítulo 6: Plática nocturna

Leah

-Necesito llegar a casa en cinco minutos- digo a Paulina.

-Podríamos irnos por un atajo, sin embargo primero debemos cruzar todo este tramo- señala hacia al frente y observo los autos acumulados.

Respiro profundamente, exhalo y coloco mis manos en mi regazo. Muerdo mi labio inferior y observo el tráfico de autos. Pasan alrededor de tres minutos y medio antes de que podamos avanzar, después de allí, las avenidas estaban más vacías. Veo la hora en mi teléfono, eran 7:59 cuando ingresamos al complejo de casas y cuando son las 8 en punto, mi teléfono suena anunciando un nuevo mensaje.

Llegaré unos minutos tarde, he quedado atrapado en el tráfico.

Suspiro de alivio y después de despedirme de Paulina, salgo del auto. Entro a la casa, me quito mis zapatos, subo los escalones rápidamente y al llegar a la habitación quito mi chaqueta, el gorro y los lentes. Observo mi reflejo en el espejo, asegurándome de que no haya ningún rastro de maquillaje, veo mis ojos café claro y tomo unos lentes de mi mesa. Respiro profundamente y bajo nuevamente las escaleras, me coloco un par de tenis y salgo de la casa.

Camino hacia la entrada del complejo, la suave brisa nocturna choca contra mi rostro logrando relajar mis músculos ligeramente. A pesar de que llevaba dos años en la industria como modelo, aún no podía acostumbrarme completamente a un día de trabajo, no creo que alguien pueda hacerlo. Observo un auto llegar, se estaciona antes de poder entrar y de éste baja Christopher, me acerco hacia él y le digo a los guardias.

-Es mi invitado- le permiten el paso y camina hasta colocarse a mí lado.

Recorremos el camino con pasos a una velocidad normal, las calles estaban solitarias, pero iluminadas. Sentí la emoción recorrer todo mi cuerpo, era impresionante cómo sólo su presencia era capaz de lograr ello.

-Lamento hacerte esperar, acabo de terminar de grabar un vídeo y había mucho tráfico en el camino hacia aquí- dice.

-Lo entiendo perfectamente- respondo y era verdad.

Realmente entendía a lo que se refería. Abro la puerta y después de cederle el paso, entro. Observo su rostro y noto que ve fijamente los zapatos acomodados en el mueble.

-Es una costumbre coreana, no entramos a la casa con Zapatos, en su lugar, usamos esas pantuflas- señalo aquellas que estaban en otro mueble de madera.

-No lo sabía- dice y después de mirar sus pies le tiendo un par que debería ser de su medida.

 

No teníamos muchas visitas en casa, pero siempre había preparado un par para cuando alguien viniera. De distintas tallas, pero todas de un color blanco. Me coloco las pantuflas y luego de que Christopher haga lo mismo. Lo guío por los pasillos de la primera planta hasta llegar a la sala de música. Abro la puerta y entramos.

-Guau… Es genial- dice y mis mejillas se alzan un poco.

Había un piano en el centro de la habitación, en un rincón había tres pequeños sofás individuales, en el lado contrario había colgados en la pared dos violines, dos guitarras electroacústicas y dos ukeleles. Había varios atriles para colocar partituras y micrófonos.

-Puedes sentarte- señalo uno de los sofás y nos acercamos.

Se sienta y camino por la habitación buscando mi cuaderno y algunos lapiceros, había escrito varias canciones a lo largo de mi vida, sin embargo, no me sentía segura de compartirlas. Especialmente si era con alguien como Christopher, quien ha pasado casi cuatro años de su vida como un artista.

-¿Puedo tocar el piano?- cuestiona y asiento.

Toma asiento en el banquito de madera, lo observo desde el sofá, su postura era relajada, tocaba las teclas con suavidad. A pesar de que tocaba notas aleatoriamente, sus dedos mostraban la habilidad que tenía.

-¿Puedes prestarme un cuaderno? He dejado el mío en casa- antes de que pueda pensar con claridad le tiendo el cuaderno que tenía en mis manos.

Comienza a tocar y posteriormente anota en la hoja que se encontraba en blanco, repite ese proceso varias veces y después frunce su ceño, borra lo último que anotó en la hoja y comienza a tocar varias veces. Me acerco a él y aclaro mi garganta.

-¿Puedo?- se recorre un poco y me siento a su lado.

Dejo que mis dedos toquen las teclas que él ha tocado y, anotado en el cuaderno, y permito que la música fluya en mis dedos tocando un par de notas más. Abro mis ojos nuevamente y siento mis orejas sonrojándose bajo su mirada café.

-El profesor tiene razón, tocas muy bien. ¡Casi me cuesta creer que ese día cometiste un error! Tus dedos son ligeros y se mueven con bastante fluidez, ¿cuántos años llevas tocando?- al escuchar sus halagos el rojo en mis orejas incrementa.

-Aprendí a tocar a los 12 años- respondo.

-Yo aprendí a los 11 años, pero debuté a los 14 y me centré más en la guitarra. Creo que la música me ha ayudado a sentirme más cerca de mi familia. En ciertas ocasiones, sentía que mi madre y mi padre discutían por mí, creo que se nota bastante, pero nunca he sido un chico que se queda quieto. Querer tocar un instrumento, me volvió un poco más tranquilo y mis padres eran más felices- una sonrisa aparece en su rostro y entonces empiezo a dudar de que sonríe porque es feliz.



#5434 en Joven Adulto
#24507 en Novela romántica
#4053 en Chick lit

En el texto hay: separacion, reencuentro, amor

Editado: 10.07.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.