Viernes por la mañana. No tengo realmente muchas energías como para recorrer la ciudad a pie de nuevo, y la clase es hasta dentro de muchas horas, por lo que opto por quedarme aquí. Descansaré y leeré un poco.
Me pongo unos deportivos y una sudadera que me llega a la cintura. Coloco mis zapatillas y voy a la cocina.
Preparo un omelette y después de desayunar, decido que también prepararé una ensalada para el almuerzo, de una vez.
Pongo el pollo a cocer mientras pico pepino, brócoli, lechuga, jamón y queso. Una vez listo el pollo corto un poco y lo agrego al bowl. Cierro el plato y lo meto a la nevera.
♫♫♫
Son cerca de las 5 y me encuentro camino al estudio de danza. Prefiero llegar con anticipación a fin de poder charlar con alguien que ya haya tomado esa clase con anterioridad; además, así corro menos riesgo de llegar tarde.
Sentada en los sofás de la entrada, debido a que la clase anterior aún no termina, leo un libro en el móvil.
La puerta que da al salón de baile se abre y salen algunos adolescentes, y algunos jóvenes que calculo son de mi edad. Regreso la mirada al móvil hasta que una voz me saca de mis pensamientos.
—¡Elisa!
—¿Angele?
—¡No pensé que fuera a encontrarte por aquí!
—Yo, eh, me he inscrito hace unos días. ¿Tomas la clase de principiantes?
—En realidad la de avanzados, pero a veces ayudo en la clase de principiantes.
—Oh, ya veo.
—Te presentaré al instructor de la clase de principiantes. ¡Matteo!
De pronto, el chico que conocí en la playa aparece por la puerta mientras suelta su cabello y lo sacude con sus dedos. Lleva una camiseta sin mangas blanca y unos deportivos grises que le quedan a la perfección.
—¡Bella! Yo sabía que nos veríamos de nuevo. —dice mientras me sonríe.
—¿Se conocen? —pregunta la pelinegra aparentemente divertida.
—Sí, bueno, algo así.
—La salvé de ser golpeada por un balón en la playa el otro día. ¿De dónde se conocen?
—¡Ah! ¡Es la chica de la playa que me contaste! —el rubio se ruboriza un poco. —La invité a tu exposición ayer.
—Ah, ¿conque tú eres el misterioso artista?
—Culpable.
—Debo decirte que ella te hace la competencia, Teo.
—¿Ah sí?
—En realidad no soy tan buena…
—No seas modesta, nena. Deberías mostrarle un día tus trabajos. ¿No, Teo?
—Sí, bueno… sólo si ella quiere.
—Claro, ¿por qué no? —Angele sonríe satisfecha ante mi respuesta.
—¿Vienes a tomar la clase de las 6?
—Sí, pero creo que llegué demasiado temprano. Quería poder hablar con alguien que tome la clase desde antes, para poder saber un poco al respecto.
—¿Qué quieres saber?
—Pues… todo. ¿Cómo es el ritmo de la clase?
—Es una clase muy pesada, pero es fácil de gozar. No suele haber muchos descansos, pues el chico que da la clase tiende a tomarse muy en serio el baile, pero es bueno.
Angele asiente y añade —No somos realmente demasiados, y los que estamos somos todos amigos. Bueno, casi todos.
—¿Casi todos?
—Lo verás por ti misma.
—¿Qué tal los ritmos que enseña?
—Hay de todo. Realmente depende la clase. Suele ser el mismo ritmo por dos semanas, aunque casi siempre predomina baile en parejas.
—Suena bien. ¿Qué tal el maestro?
—Ha llegado apenas hace unos meses. Es bueno.
—Y está bueno.
—¡Angele! —exclama el rubio y yo río.
—Ya, perdón. Aunque es cierto.
—¡Angele!
—¡De acuerdo! Omitiendo su aspecto físico… —rueda los ojos, —Tiene mucho talento. El único problema que tiene es que tiende a ser muy serio.
Empiezan a llegar algunas personas que saludan amenamente con la mano hacia donde estamos sentados hablando. Entramos al salón de baile y entra una chica pelirroja con mirada altanera y de pronto entiendo a lo que se referían con “casi todos”.
Amarro la agujeta de uno de mis zapatos deportivos y escucho como se abre la puerta nuevamente.
—Buenas tardes. Hoy vamos a bailar un poco de jazz, así que espero que puedan con el ritmo. La clase de hoy va a ser muy pesada.
«Ese acento...»
Levanto la vista y siento que el estómago me da un vuelco.
El sujeto me mira y no estoy segura de si me ha reconocido.