Melodía de Verano

Capítulo 18

La entrada de la exposición es un callejón amplio y largo, dónde han colocado luces azules y blancas. Hay alrededor de 30 personas observando las pinturas colgadas en la pared. Los cuadros son figuras psicodélicas en su mayoría, con colores neón. Hay también algunos retratos multicolor. 

Al final del callejón se encuentra una puerta abierta, que lleva al resto de la exposición. 

Hay una estancia enorme, con luces azules en el techo y blancas en donde se encuentran los cuadros. Hay alrededor de 50 personas más. Comienzo a caminar y observo las pinturas. De pronto, observo una que me llama la atención. 

Es un león, con diversos colores brillantes. La melena pasa de tonos cálidos a tonos fríos. Hay una combinación de colores espléndida. Con cada segundo que lo observo, descubro una tonalidad nueva. 

—Veo que has hallado uno de mis cuadros. —dice una voz a mis espaldas. 

—¡Matteo! ¡Me has asustado! 

—¿Te gusta? —dice señalando el cuadro. 

—¿Bromeas? ¡Es hermoso!

—Me alegra.

—¿Puedes mostrarme el resto?

—Por supuesto. 

Caminamos por el salón y me muestra sus cuadros. Todos tienen el mismo estilo; coloridos y con las formas precisas. Todos animales o personas. Matteo se ve espectacular. Sus dorados rizos caen al natural. Lleva una camisa azul cielo con las mangas dobladas en los codos y un pantalón de vestir oscuro. 

—Tienes talento. 

—Me alegra que lo creas. ¿Es tu estilo? 

—Generalmente pinto paisajes o retratos, aunque mi técnica de elección suele ser el carboncillo. 

—Me resulta un tanto complicado su manejo. Por eso prefiero la pintura en aerosol de colores brillantes. 

—Lo haces bien. 

—Gracias, ojalá mi padre pensara lo mismo. 

—¿Has hablado con él? 

—Lo intenté muchas veces, pero nunca resultó como hubiera deseado. No hablamos desde que me mudé de Sicilia. 

—3 años parecen mucho tiempo. Tal vez deberías buscarlo. 

—No lo creo. Jamás me apoyó. Pensaba que moriría de hambre, que era un sueño tonto. Nunca se tomó la molestia siquiera de mirar mi trabajo. 

—Lamento escuchar eso.

—No te preocupes. Ha pasado suficiente tiempo como para seguir deseando que fuera diferente. 

—¿Has pensado en volver? 

—Tal vez, no lo sé. La última vez que hablamos no acabó del todo bien. Dijo que si cruzaba la puerta, me olvidara de volver. Pero no iba a dejar que eso me detuviera. En la escuela tomaba clases de artes cuando mi padre creía que estaba inscrito en soccer. Muchas personas, maestros y compañeros creyeron que podría lograr más, que tenía talento. Y por ello decidí irme, dejé la escuela de finanzas a la que mi padre me había inscrito y huí. Encontré un pequeño departamento y el trabajo en la academia para cubrir los gastos. Tal vez mi nombre aún no figura en grandes exposiciones, pero he logrado mucho más de lo que mi padre jamás pensó. 

—Estoy segura de que pronto serás un artista reconocido por toda Europa. 

—Eso espero. Y espero que estés a mi lado cuando eso pase. 

—Claro que sí. Ahora somos amigos. 

—¿Aunque te vayas de vuelta a Madrid?

—España no está tan lejos. Además, eres de los pocos amigos que he tenido. No pienso dejarte escapar tan fácilmente. 

—¿Poco amigos? No lo creo. —dice mientras sus hoyuelos se ven iluminados por la Luna. 

—Tu padre no es el único con expectativas inalcanzables… Desde niña he tomado diversas clases, que llegaron a ser tantas que no tenía tiempo para hacer amigos. Muchas de ellas eran lecciones privadas, por lo que tampoco podía socializar mucho. Y aunque suene increíble… estas son mis primeras vacaciones reales.

—¿De verdad? 

—Sí, y aunque me la he pasado increíble, no son un descanso en su totalidad. Terminando el verano debo regresar y elegir el área en la que deseo especializarme. Pero me siento abrumada. Me gustan cuando puedo ser libre, pero en  la universidad me siento… atrapada.

—¿Por ser demasiadas? 

—No sólo eso. Las lecciones son tan cuadradas... tan técnicas… No he podido explorar mis verdaderas capacidades porque al buscar y fomentar la excelencia se han olvidado de que el arte no es sólo técnica, es una representación del interior, y por tanto, debe tener emoción. 

—Vaya… Suena como una decisión difícil. Pero, aunque no te conozco de años, me he dado cuenta que eres no sólo talentosa, sino decidida y muy capaz. Sé que en lo que decidas, vas a llegar muy lejos. 

—Gracias. Eso espero. —respondo y le sonrío. 

Hemos salido de la galería y nos encontramos en la acera al frente, que da justo al mar. Coloca los brazos en la barandilla e imito la acción.

—¿Puedo decirte algo? 

—Claro. 



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En el texto hay: musica, romance, amor de verano

Editado: 22.03.2020

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