Capítulo 26

Lunes por la mañana, me dirijo a una biblioteca pequeña cerca de la playa. Ayer ha sido un día bastante tranquilo. Me he quedado en casa leyendo y he ido de nuevo a la playa un rato. 

Al entrar, miro la fachada. Es acogedora y hay libros por todas partes. Los muebles son de madera oscura y le dan un toque especial al aura. 

Una linda viejecilla me saluda y me pregunta si buscaba algo en particular, a lo que respondo que me gustaría leer un poco acerca de la piratería en Malta. Asiente gustosa y me dirige a un pasillo un tanto más amplio, donde hay un sillón verde de terciopelo y después de tomar el libro de sus manos, tomo asiento. 

Las tierras de lo que ahora es conocido como Malta, compuesto por algunas islas ubicadas al sur de Italia, fueron punto clave para la comunicación y los viajes entre Europa y Asia, por lo que muchos países tenían la intención de controlar dicho territorio. 

Por esta razón, la Orden de los Caballeros combatía a los ejércitos extranjeros y atrapaban a los piratas que trataban de cruzar. No conformes con derrotar a los enemigos, robaban los tesoros de los propios barcos piratas, demostrando la fuerza y resistencia de los Caballeros de San Juan... 

♫♫♫

Al terminar de leer un poco sobre historia, me dirijo a una cafetería para almorzar antes de ir a mi ya acostumbrada tarde de música. He pensado mucho en la canción. No he podido pensar en algo más que agregar, pero espero que hoy por la tarde que vaya a tocar, se me ocurra algo. 

Llego a la cafetería que está más cercana a la academia y pido un pequeño emparedado de pollo y té helado. Mientras almuerzo, pienso en Matteo. 

«¿Qué habrá estado haciendo en los departamentos? 

Posiblemente seamos vecinos.»

Le doy un par de vueltas al asunto. 

«Si ese es el caso… ¡Él puede decirme quién es el misterioso pianista!»

Al menos así se resolvería el enigma de su identidad, e incluso podría conocer la historia de tan magnífica pieza. 

♫♫♫

Entro a la academia después de saludar a la recepcionista. 

Saco mis notas y las repaso. Cierro los ojos mientras toco. La canción tiene muchas emociones, que lentamente salen a flote y me erizan la piel. Me imagino al misterioso pianista, tocando dulcemente dicha melodía. Repito la canción una y otra vez. 

No logro anotar nada nuevo, y no debido a que no tenga ideas, sino, a que tengo demasiadas. Mi corazón estalla en emociones y es tan difícil organizarlas que realmente no sé qué sentimiento deberían tener las siguientes notas de la canción. 

Me dejo llevar por la música y acaricio con soltura las teclas, simplemente disfrutando la maravilla de tan aterciopelada secuencia. 

De pronto, me veo interrumpida por una voz que Dios sabe no esperaba escuchar. 

—¿Cómo conoces esa canción?