Igual que ayer, hoy me encuentro de nuevo en casa de Aiden. No hemos avanzado mucho más que hace un par de días, pero creo que Aiden ya se siente más cómodo consigo mismo, y es por ello que creo que nuestras sesiones de música han empezado a dar frutos. Incluso ha bromeado tocando notas tontas y riendo por el sonido que producían.
—Vamos a almorzar.
—¿Y la canción?
—Necesitas dejar descansar tus ideas. De otro modo, resultará como antes y te volverás a frustrar.
—De acuerdo. ¿A dónde vamos?
—Tú decide. Aún no conozco todos los restaurantes de la región.
—Sé de un lugar estupendo.
♫♫♫
Llegamos a un pequeño restaurante cerca del departamento, por algunas calles que aún no había recorrido. Aiden pide un par de pastas y me mira.
—En serio. Te van a encantar. Son las mejores pastas de toda Malta.
—¿Sueles venir mucho?
—Solía.
—Pues vas a venir de nuevo. Ya has avanzado algo en la canción, y te mereces un rico almuerzo. —me observa y una sonrisa baila en sus labios.
—A veces me pregunto de dónde saliste.
Llegan las pastas y Aiden me da uno de los platos.
—Prueba esta.
Doy un bocado y siento toda la esencia del aceite de oliva y el pesto recorrer mi boca.
—¡Está deliciosa!
—Bien, ahora prueba esta. —Pasa su brazo por encima de la mesa y me acerca su cubierto. Mis mejillas se encienden y espero que no lo note. La sensación de la mantequilla derritiéndose en mi paladar, con el sabor a ajo en su justa medida, es mágica.
—¡Dios santo! —Aiden suelta una carcajada.
—¡Te lo dije!
—No sé cuál me ha gustado más.
—Podemos venir otro día y probamos más.
—Me encantaría.
♫♫♫
Caminamos hacia la academia y en la entrada está Angele, quien al vernos reír en el camino, luce sorprendida.
—Hola. —saluda mientras nos mira a los dos.
—¿Qué hay?
—Angele, que bueno que vienes.
—Bueno, me llamaste para ayudarte. —dice con un tono un tanto obvio mientars onríe burlonamente a Aiden.
—Eh, sí, por supuesto. —se gira a mí. —¿Te vas a casa?
—Creo que iré a descansar un rato. Volveré para la clase.
—De acuerdo. Nos vemos en un rato entonces. —mira a Angele. —Voy a preparar la música.
—Voy en un segundo.
Aiden se adentra en la academia y como era de suponerse, Angele se gira enloquecida.
—¿QUÉ ESTÁ PASANDO?
—Fuimos a almorzar.
—¿POR QUÉ?
—¡Santo cielo! Angele, te escuchará toda la comarca.
—Es sólo que, bueno, ¡no me has contado nada!
—Estamos… colaborando en un proyecto, y decidimos almorzar antes de la clase.
—¿Lo has besado ya?
—¡Por supuesto que no! Es mi amigo.
—Mmhmmm…
—Basta. Oye, por cierto, ¿sabes algo de Matteo?
—No he podido comunicarme con él.
—Esto es muy extraño…
—Tal vez se descompuso su móvil.
—Le he preguntado a Aiden, pero sólo le dijo que tenía unos asuntos que resolver.
—Puede que aparezca en unos días.
—Posiblemente.
—Y… ¿conque Aiden, huh? —suelta una carcajada.
—¡Dios Santo! Yo me voy. Nos vemos en un rato…