Toco la puerta y en poco tiempo esta se abre.
<<Santo. Cielo. Ayuda.>>>
Aparece el inglés con un pantalón de mezclilla, el torso descubierto, y una toalla sacudiendo sus cabellos color azabache.
Estiro la mano con el café que le he comprado más temprano y recibo una sonrisa y un beso en la mejilla que me pone la mente patas arriba como respuesta. Entro cerrando la puerta tras de mí.
—Justo he terminado de ducharme. Que puntual eres, Elise.
—Desperté temprano. Tuve un brote de inspiración esta mañana.
—Perfecto. Iré por una camiseta y regreso enseguida.
Desaparece por el pasillo y tomo aire profundamente.
<<Un día de estos voy a sufrir un infarto.>>
Sale en un par de minutos con una camiseta blanca y se sienta a mi lado en la banqueta.
—Bien, ¿qué has pensado?
Comienzo a tocar la última parte que ha agregado él. Las notas agudas con detalles en grave y sigo con un sonido agudo y una secuencia grave compuesta por diversas notas. Repito dicha melodía tres veces, termino con una nota aguda y miro a Aiden quien luce pensativo.
—Tócala de nuevo.
Repito la melodía y al terminar lo que he pensado, Aiden repite lo que había agregado en nuestra sesión pasada, lo mío y hace arpegio de graves a agudas.
Nos quedamos en silencio un momento y gira su rostro a mí.
—¿Crees que…? —dice prácticamente en un susurro.
—¿...la hemos terminado? —termino, mirándolo.
—Sólo hay una forma de averiguarlo.
Pasamos un buen rato escribiendo las notas en su libreta, pero decidimos no tocarla hasta que memoricemos las notas.
Es su canción, pero de algún modo se ha vuelto nuestra.