Suena el móvil y hace que me despierte.
—¿Sí?
—¡Elisa! Has estado sumamente desaparecida.
—Lo siento, madre. He estado ocupada.
—Me imagino. ¿Cómo estás?
—Bien. ¿Ustedes?
—Excelente. ¿Cuándo es que vuelves?
—Al terminar el verano, lo sabes. ¿Por qué?
—Será hasta que vuelvas.
—¿Qué pasa?
—Es una sorpresa, pero no es algo para hablar por teléfono.
—Madre…
—Tranquila, te encantará. Sigue disfrutando tus vacaciones. A propósito… ¿ya sabes qué vas a elegir?
—Ya he reducido mis opciones de manera drástica.
—¡Maravilloso! ¿Cuáles son?
—Música y baile.
—Bien. Aún tienes alrededor de 4 semanas para decidir.
—Lo sé, es una decisión difícil, pero no te apures, al final del verano lo tendré decidido
—Estoy segura que sí. Tengo que colgar, tu padre, el señor Dacosta, Santiago y yo tenemos una junta.
<<Esa sanguijuela.>>>
—De acuerdo, prometo hablarte luego.
Cuelgo el teléfono y no puedo evitar pensar en la sorpresa de la que habla.
<<Mamá sonaba un tanto extraña. Espero sea idea mía.>>
♫♫♫
Aiden me ha invitado a salir en la noche. Vamos a cenar. Algo un tanto más tranquilo de lo que hemos hecho en los últimos días.
Entro a ducharme y me pongo un vestido color verde pasto con unas sandalias doradas. Me encanta el clima de esta ciudad. Puedo salir en vestido y sandalias por la noche y ni siquiera debo llevar un suéter conmigo, porque no es necesario.
Aliso un poco mi cabello y como siempre, opto por un maquillaje discreto. Me pongo aretes a juego y Aiden toca la puerta.
—Hola, Elise.
—Hola. —me acerco y le doy un beso. Se sonroja un poco, porque suele ser él quien me besa a mí.
Le tomo la mano y salimos juntos.
—¿A dónde vamos?
—¿Recuerdas el restaurante de las pastas?
—¡Siii! —chillo y doy saltitos de emoción. Se ha convertido en mi restaurante favorito. Aiden suelta mi mano y me abraza por los hombros acercándome más a él.
♫♫♫
Después de una cena exquisita, caminamos tomados de la mano por las calles tan artísticas de Malta. Realmente poco a poco me he ido enamorando de esta ciudad. El contraste de las luces, la arquitectura, el aura tan cálida que ofrece de día o de noche, y la forma en la que su magia se resalta al ser iluminada por la luna.
Pasamos por algunos lugares donde hay personas tocando música. Hay asimismo algunos puestos ambulantes de artesanías y pinturas. Al verlas no puedo evitar pensar en Matteo. ¿Cómo estará? ¿Algún día me perdonará por elegir a Aiden?
No lo sé.
Extraño su amistad, pero si él no quiere saber nada de mí, sólo me queda esperar.
De pronto, nos encontramos con música callejera, dónde hay algunas personas reunidas escuchando y otras tantas esperando para cantar.
Aiden de pronto se detiene.
—¿Qué pasa?
—Ahora que lo pienso… Nunca te he escuchado cantar. —dice con una sonrisa sugerente.
—¡Ah, no! Ni lo pienses.
—¡Oh, vamos! Si cantas como bailas y tocas el piano, y pintas y todas tus habilidades marcianas, no veo el problema de que cantes.
—¿Habilidades marcianas?
—Sabes a lo que me refiero. Elise, vamos. Has tomado clases de canto desde que aprendiste a hablar. Además, es música callejera, todo el mundo lo hace. Aquí es muy común.
—Me da un poco de vergüenza. —admito finalmente.
—Seguramente no tienes nada de qué avergonzarte. Y si te pones nerviosa, puedes mirarme sólo a mí.
—Tú eres el que me preocupa.
—Sólo quiero escuchar tu voz. ¿Sí? —me mira con ojos de cachorro y no puedo evitar acceder después de una pequeña risita.
—Bien, no tengo nada que perder.
Después de algunos minutos es mi turno. Aiden se ha sentado en uno de los escalones al frente. Hay alrededor de 30 personas a mi alrededor.
Y entonces ocurre.
Me da pánico.
Intento respirar lentamente mientras el encargado busca a canción que he pedido.