—Me alegra que se haya disculpado contigo. —dice Aiden mientras juguetea con mi cabello.
—Sí, también yo. Aunque hubiera preferido que se disculpara contigo.
—No es necesario. Mientras se comporte bien contigo, no tiene porque haber ningún problema. Pero si vuelve a comportarse como lo hizo en aquella clase... No querrá conocerme enojado.
Suelto una risita y me acomodo en su pecho.
—¿De qué te ríes? —pregunta y me mira.
—Me gusta cuando me cuidas.
—Eres mi chica, Elise. Te protegeré de cualquiera que intente siquiera hacerte daño.
Pienso en mi padre y la boda. Mis ojos arden y siento un nudo en mi garganta empezar a formarse. Procuro no hacer mucho ruido, pero Aiden se da cuenta.
—¿Por qué lloras? —pregunta mientras me levanta con suavidad y seca las lágrimas con sus pulgares.
—No quiero perderte. —suelto y lo abrazo con fuerza. Las lágrimas salen sin parar y sólo siento como me acaricia la espalda con ternura.
—Ni pensarlo, Elise. —responde con cariño y me abraza con más fuerza. Me siento segura con él. —No hay nada que haga que deje de quererte.
Toma mi rostro en sus manos y me besa tiernamente en los labios.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo.
Dejo de llorar después de un rato.
Sus labios recorren cada rincón de mi rostro con cariño y vuelven en poco tiempo a reunirse con los míos.
El beso se torna más apasionado. Siento como la temperatura a nuestro alrededor aumenta y el aire comienza a escasear.
No sé bien cómo describir esta sensación, pero dentro de mí una llama se enciende y mi mente se nubla, dejando de pertenecerme. Mis manos comienzan a buscar los botones de su camisa mientras siento cómo sus dedos recorren la piel bajo mi camiseta.
Se separa con suavidad, dejando apenas un par de centímetros entre nosotros.
—Elise, yo nunca… —dice en un jadeo ligeramente avergonzado.
—Yo tampoco. —respondo con una sonrisa reconfortante.
—Quiero, pero no tenemos que…
—Quiero hacerlo, Aiden. Sólo si tú así también lo quieres.
—¿Estás segura?
Lo beso con pasión como respuesta y no tarda en responder.
Corta el beso y se levanta del sofá, extendiendome la mano en silencio. La tomo y lo sigo a la habitación.
Cierra la puerta y lo empujo suavemente contra ella. Inclina su rostro para besarme pero pongo mi dedo índice sobre sus labios.
Comienzo a besarlo en la curvatura del cuello y escucho como se agita su respiración.
—Elise…
—Shhh. —murmuro suavemente contra su piel.
Me concentro entonces en seguir abriendo lentamente los botones de su ya desordenada camisa. Al abrirlos todos dirijo mis manos a sus hombros, sintiendo como sus músculos se contraen al tacto. Quito la camisa y colocó mis manos en su cuello, para atraerlo hacia mí y besarlo de nuevo.
—¿Puedo? —pregunta al tiempo que acaricia los bordes de mi camiseta. Asiento y en un instante mi camiseta yace en el piso.
Comienza a bajar los labios desde mi mandíbula hacia mi cuello, y la piel se me eriza al contacto. Desciende aún más y con sus manos fuertes tomando una de mis piernas, besa suavemente mi abdomen.
Me mira desde abajo pidiendo permiso en silencio para proceder a bajar mi falda. Tomo sus manos y lo ayudo saliendo de ella.
Pasa lentamente el dorso de sus dedos contra mis piernas y comienzo a respirar agitadamente.
Muerdo mis labios para evitar hacer un sonido y cuando vuelve a subir para mirarme a los ojos, sucede.
Me doy cuenta de que es verdad que estoy enamorándome de este chico, y confío tanto en él y en la forma en la que me mira con el mismo amor que siento en este momento, que cualquier rastro de duda que quedaba se disipa.
Y quiero hacerlo. Quiero hacerlo porque el futuro es incierto, y ahora lo tengo, justo frente a mí, con la mirada oscurecida y la respiración entrecortada, esperando que le pida que pare o que siga.
Decido perderme en el presente y en el mentolado sabor de sus labios.
Nos dirigimos a la orilla de la cama, donde me recuesta con ternura. Su piel salada sube y baja en un expectante arrebato.
Mis sentidos se exacerban.
El tiempo se detiene en un instante.
La habitación se tiñe de colores.
El silencio se hace melodía.
Y entonces, la noche se vuelve arte.