Me dirijo camino a los departamentos tan rápido como mis pies me lo permiten.
<<Es mentira. Es mentira.>>
Tengo un mal presentimiento, y le ruego al cielo que Penny esté equivocada.
Llego a la puerta y toco con desesperación.
Aiden abre y luce terrible. Está despeinado, sus ojos lucen hinchados, pero pese a su aspecto, hay algo que roba mi atención.
Las maletas que yacen en el suelo del salón.
<<Es cierto, se va…>>
—¿Qué haces aquí?— pregunta seriamente mientras aprieta la mandíbula.
—¿Es lo primero que dices? “¿Qué haces aquí?” ¿Cuándo ibas a decírmelo?
Su silencio es desesperante y la forma en la que ignora mis preguntas mientras sigue guardando cosas en la maleta sobre la mesa, hace que mis nervios estallen.
—¿Planeabas mandarme una postal para avisar? “Hola, Elise, soy yo, Aiden. Oh, por cierto, te envío esta postal desde Londres porque he vuelto. Me he robado la canción. Saludos.”
—Esa canción es mía. —responde secamente sin dirigirme la mirada.
—Te he ayudado a componer. Es nuestra. Lo mínimo que podías hacer era decirme que te ibas. No sólo por la canción, Aiden. ¡Por todo este verano! ¿Acaso no significó nada para tí? —le pregunto con un hilo de voz en la última parte.
Nos quedamos en silencio y detiene todo movimiento. De pronto, lanza la prenda que tenía en sus manos, con fuerza contra el piso.
—¿Y tú? ¿Cuándo planeabas decirme lo de la boda? ¿POR MEDIO DE UNA MALDITA INVITACIÓN A TU FIESTA DE COMPROMISO? —vocifera mientras se gira y me mira con rencor.
Me quedo en silencio mirándolo con sorpresa. No es posible que lo sepa, y sin embargo lo sabe. Y el problema es que no sé qué es lo que sabe.
—¿Cómo lo sabes?
Suelta un bufido.
—Por un segundo... una minúscula parte de mí esperaba que lo negaras...
—¿Quién te lo ha dicho?
—Eso no importa. En unas horas vuelvo a Londres. —dice seriamente mientras termina de acomodar sus pertenencias.
—Aiden, no es lo que piensas. Déjame explicarte.
—No quiero escuchar tus mentiras, Elisa.
Y es entonces cuando al escuchar mi propio nombre, mi corazón se rompe en mil pedazos.
—No me llames así. —le digo con la voz entrecortada.
—Ese es tu nombre. —responde con frialdad.
—Yo no quiero casarme. Planeaba deshacer el compromiso.
—Y sin embargo, decidiste no decirme. ¿No? No te creo. No te creo nada. Has jugado conmigo durante casi dos meses.
Da un par de pasos al frente y las lágrimas en mis ojos empapan cada centímetro de mi rostro. Me mira con gran dolor en su mirada.
—¡Te abrí mi corazón! ¡TE DEJÉ ENTRAR EN MI VIDA!
—Aiden…
—¿Y cómo me pagas? ¡Con mentiras!
—Por favor, escúchame.
—Pero claro… ¿Por qué preferirías al músico fracasado sobre un niño rico? —dice bajando la voz mientras una lágrima se resbala por su rostro.
—Yo te amo…
—No, Elisa. Yo…fuí una aventura. Fuí una aventura de verano previo a tu boda. Y ya. No te atrevas a decir que me quieres.
—Es más que eso, Aiden. Yo…
—¡No sigas! —exclama, y mi llanto y el dolor en mi pecho son incontrolables. Más lágrimas brotan de aquellos ojos de los que me enamoré y susurro sinceramente.
—No quiero perderte...
Cierra la última maleta y toma ambas mientras abre la puerta.
—Eres lo mejor que me ha pasado en esta vida de mierda. Por favor, sólo escúchame.—le suplico en llanto mientras lo sigo fuera. Ha comenzado a llover y se dirige hacia la salida. Se detiene al escuchar mis palabras y se gira.
—Terminé la canción, y tú tuviste una aventura. Felicidades, ambos conseguimos lo que queríamos.
—No digas eso…
—¿Miento? Querías rebelarte con tu padre, con sus imposiciones. Vivir una aventura que la niña mimada que eres en realidad no podría vivir. Fingir que eras algo más. Yo quería terminar la canción, llegaste, la terminaste, y ahora me voy. Es momento de que regrese a Londres con mi familia, y de que tú dejes de fingir que eres algo distinto a una niña rica.
—No seas tan cruel. —le digo con el corazón en un hilo.
—Ahí te equivocas. Entre tú y yo, el cruel no he sido yo.
Sigue caminando.
—Adiós, Elisa. —dice fríamente sin mirar atrás.
—Aiden, por favor, no te vayas.
Sigue caminando y me siento en el escalón de la puerta. Y con el pelo empapado por la lluvia, lo veo atravesar la reja.