Nos dirigimos a un pequeño viñedo a las afueras de la ciudad. De acuerdo a mi investigación y lo que sabe Angele de la región, encontramos el lugar perfecto para intentar establecer un negocio.
Llego vestida con un vestido de mezclilla y botas cortas. Mi padre estaría decepcionado de mi forma de vestir, por lo cual, lo porto con orgullo.
Llegamos al viñedo en poco tiempo y con algunos papeles en mano, bajamos del automóvil.
—Lo harás excelente, nena.
—Estoy un poco nerviosa.
—Tranquila, confío en tí. Te esperaré aquí, ¿si? Tengo que hacer una llamada.
—De acuerdo. Oye, gracias por todo. —le digo y la abrazo. Después me dirijo a la puerta.
Aparece al poco tiempo una amable señora, que sale de la gran casa.
—¿Señorita Villamar?
—Si, soy yo.
—Soy Sara Rizzo. Un placer. —dice mientras me extiende la mano.
—El placer es mío.
—¿Le gustaría que pasaramos al recorrido?
—Por supuesto.
Caminamos a través del majestuoso viñedo. Algunos cuantos trabajadores se encuentran cortando los racimos y nos saludan amablemente.
—Todo se hace artesanalmente, es por eso que tarda mucho en producirse este vino. Algunas grandes empresas de vino nos han ofrecido unirnos a ellos, pero exigen que se haga rápido, y los rechazamos explicándoles que no puede ser así. El vino debe hacerse con amor, teniendo cuidado con la manera en la que se tratan las uvas. Mientras más cariño se tenga con el cultivo, el vino tiene mejor sabor.
Llegamos a la bodega donde se encuentra la prensa para extraer el jugo de la uva. También en esta gran habitación hay trabajadores agregando el azúcar para la fermentación.
En otra enorme habitación se encuentran las barricas con un par de personas midiendo la temperatura cuidadosamente.
Salimos de la bodega y vamos de vuelta al viñedo.
—Dime, —dice al tiempo que se gira a mi con una expresión ligeramente más seria —¿por qué debería asociarme con tu empresa?
—Verá, la empresa de mi familia es grande, pero hay algo que nos caracteriza de las demás, y es precisamente lo que ha mencionado. Cuando niña, solía tener muy pocos amigos, y pasaba mucho tiempo en lecciones privadas de arte en casa. Pero en ocasiones, salía a jugar al viñedo. Me encantaba el aroma, el paisaje… Y recuerdo claramente, en todas aquellas ocasiones en las que me escondía allí, la manera en la que se cultivaba el vino. Los trabajadores siempre me trataron con la misma dulzura con la que trataban al cultivo. Me explicaban el proceso, los cuidados… Incluso recuerdo a un par de mujeres que le cantaban a las plantas mientras recogían el fruto.
Seré honesta con usted, aún no soy la dueña de la empresa, mi padre lo es, y se ha olvidado de esos pequeños detalles. Mi sueño es que cuando sea mi turno de liderar, se recuerden este tipo de cosas, y que nuestro vino sea conocido no sólo por delicioso, si no por la dedicación con la que se produce, no sólo el cultivo, sino, todo el proceso.
No quiero comprar su vino, quiero asociarme con usted. Conozco acerca de la variante que crece aquí, intentar llevarlo a España sería sacarlo de su ecosistema. Para crecer mejor necesita la tierra caliza que ofrece este país, este viñedo. Quiero asociarme con usted para que su vino sea parte de nuestros vinos de edición especial. No voy a pedirle que explote sus tierras para cumplir con la demanda, quiero compartir con las personas el sabor del vino que produce con tanto cariño.
Me mira con una expresión indescifrable y suspira.
—¿Tienes alguna fotografía del viñedo de tu casa?
—Por supuesto. —saco el móvil de mi bolsillo y le muestro una fotografía donde me encuentro sentada a los 4 años, con la boca repleta de uvas.
—¿Eres tú?
—Si, yo… no tengo otra fotografía sólo del viñedo. Puedo buscar una en internet.
—No hace falta.
—Debo admitir que en un principio, cuando me has llamado, estaba un tanto escéptica. Sin embargo, puedo darme cuenta de que realmente eres fiel a lo que sientes. No has intentado decir lo que yo quería escuchar. Tu fotografía lo ha comprobado. Amas tu viñedo, y sé que podrías amar este viñedo también. Además, has investigado lo suficiente acerca de mis cultivos, por lo que puedo notar tu interés. Así que, te diré lo que vamos a hacer. El viñedo aún no está bajo tu dirección, pero puedo ayudarte a generar una propuesta. ¿Te parece?
—Por supuesto. Muchas gracias. Le prometo que no se arrepentirá.
—De eso estoy segura.