Preparo un poco de jugo mientras trabajo en el portátil. Organizo algunas ideas y diapositivas para la presentación de mi propuesta. De pronto, comienza a sonar mi móvil.
—Elisa, estoy afuera.
Salgo del departamento y veo a mi rubia amiga con una pequeña maleta en la mano.
—¡Lucía! —exclamo al momento en que a abrazo y ella responde el gesto soltando lo que trae en las manos.
—¡Me alegro tanto de verte!
—Siento que han pasado siglos sin verte.
—Bueno, pues, he llegado. ¿Por dónde empezamos?
—¿No quieres descansar un poco?
—¿Bromeas? Tenemos apenas un par de días para que logremos deshacer el compromiso. Dejaremos las maletas y listo.
Sonrío ante su entusiasmo.
<<Tengo muy buenos amigos.>>
♫♫♫
Angele me ha prestado su automóvil para ir al viñedo. Aparentemente estará sumamente ocupada, por lo que no nos puede acompañar.
—Y bien, ¿de qué me he perdido?
—No sé por dónde empezar…
—Por el principio.
Comienzo a relatarle cómo he conocido a Angele, las clases de baile y mis intentos por descifrar la clase que debo firmar.
—...y hubo un chico…
—¡Un chico! Tienes que contármelo todo.
—En realidad no es una historia feliz…
Me mira con tristeza y me da palmadas en el hombro a manera de apoyo.
—Si no quieres hablar de ello…
—No. Está bien. Quiero contarte. Verás, durante mis primeros días aquí conocí a un chico en la biblioteca, mientras leía de historia. —rio un poco.— Era un verdadero gilipollas. No me agradaba en lo absoluto. Le molaba hacerme rabiar. Cuando entré a las clases de baile que te he contado, vaya la sorpresa que me llevé cuando supe que él era el instructor. Nos volvimos amigos, y sin darme cuenta, poco a poco me enamoré.
—Elisa…
—No pienses que lo de tu hermano no vale. Sabes que lo quise mucho, sin embargo, la conexión que tenía con Aiden era… bueno, era algo mágico. Nunca me había sentido así, ni siquiera sabía que era posible sentirse así por alguien.
—...pero…
—Se enteró de la boda por una muy mala persona que fingió ser mi amigo durante todo este tiempo. Pensó que estaba jugando con él y se fue.
—Me hubiera gustado estar contigo. —dice mientras toma mi mano libre y me da un pequeño apretón a manera de consuelo.
—No te preocupes. No te mentiré y diré que no me ha dolido. Nunca había sentido un dolor más grande, en realidad. Pero he dado vuelta a la hoja y estoy concentrada en lograr cerrar este negocio.
—¿Has sabido algo de él?
—En lo absoluto. Lo único que me quedan son fotografías y las memorias de lo que pasamos juntos.
—Aún tienes la canción.
—Creo que tienes razón...
Suelto un largo suspiro y miro a la carretera.
—¿Quieres contarme más de él?
—¿Por qué lo dices?
—Tu rostro se ha iluminado mientras lo has hecho. Sé que es triste, pero tal vez hablarlo te ayude a que sea más fácil dejarlo atrás. Al menos, eso es lo que mamá dice.
Comienzo a narrarle nuestras anécdotas. Las partes alegres y las no tan alegres. Rio al recordar los momentos divertidos, y no puedo evitar que se me corte la voz de tanto en tanto.
♫♫♫
Después de un rato, hemos llegado al viñedo.
Bajamos del automóvil y Lucía se pone la cámara al cuello.
—Sra. Rizzo, qué gusto volver a verla.
—El gusto es mío, linda.
—Le presento a Lucía Dacosta, amiga de la infancia y una increíble fotógrafa.
—Un placer. —dice Lucía amablemente.
—Bien, espero que tu trabajo pueda transmitir lo que Elisa y yo hemos pensado.
—Eso sin duda.
Le explicamos a Lucía la visión de los vinos que me gustaría llevar a la empresa. El mensaje que queremos transmitir acerca del cuidado del proceso, y demás detalles.
Lucía nos mira atentamente y en poco tiempo empieza a hacer maravillas con la cámara.