—¿Cuándo vendrás?
—El sábado Aiden tiene una presentación en Londres, y vamos a visitar a su madre, así que yo espero que podamos ir el próximo fin de semana. Mi última junta programada aquí es el próximo miércoles, así que iremos apenas terminen sus clases el viernes.
—De acuerdo, le diré a tu madre. Te enviaré el reporte de las ventas de este mes y el análisis de Santiago en una par de horas. Los Dacosta y yo vamos a jugar golf.
—Vale. Diviértete mucho.
—Envíale mis saludos al muchacho.
—Yo le digo. Adiós papá.
—Nos vemos, te quiero.
—También te quiero.
Cuelgo y termino de tomar mi café mientras me sumerjo en la tranquilidad de los jardines Upper Barrakka.
<<Realmente no se puede comparar este lugar con ningún otro...>>
Mi móvil comienza a sonar y respondo.
—¡Nena! ¿Cómo va todo?
—Trabajando. Calculando. Tocando. Ya sabes…
—No sé cómo puedes lograr hacer tiempo para dos trabajos.
—Habla la que viaja por toda Europa y planea una boda.
—¿Qué puedo decir? Los gajes del oficio…
—¿Cómo va la planeación? —le pregunto entusiasmada.
—¡Excelente! Elías me ha ayudado muchísimo. Me preocupaba que me dejara decidir todo sola, especialmente porque al acercarse las vacaciones de verano debo viajar mucho para hacer promoción sobre viajes a Malta. Sin embargo, ha buscado opciones para el menú, la música, el lugar… Me ha ayudado bastante. Definitivamente me caso con la persona ideal.
—¡Qué romántica!
—Lo sé, lo sé. Soy el amor encarnado.
—Oye, debo colgar porque Aiden saldrá pronto de clase así que…
—Claro, el amor llama. Hablamos luego.
—Te quiero. Suerte en Milán.
Camino a la academia de música y saludo a la señora que espera fuera. Me asomo discretamente por la puerta y miro con ternura la escena.
—Bien. Dime qué sientes con esta canción.
Aiden toca una parte de la Marcha del Cascanueces y el pequeño niño ríe ante las expresiones faciales de Aiden. Hago lo posible por no reír y ser descubierta.
—Es una canción divertida.
—Bien, entonces cuando la toques, debes divertirte, ¿si?
—Pero es muy difícil…
—Por eso vamos a practicar mucho hasta que te la aprendas.
—¡Okay!
Me recargo de más en la puerta y ambos me miran sorprendidos. El niño corre a abrazarme.
—¡Señorita Elise!
—Hola. ¿Cómo va la clase de hoy?
—Genial. ¿Verdad? —dice Aiden mirando al pequeño.
—¡Sí! La canción es muy divertida. —dice notablemente emocionado. —¿Va a estar en la presentación? —pregunta.
—Por supuesto. No me lo perdería por nada.
—Bien, tu mamá está afuera. Nos vemos la próxima semana, ¿te parece?
—¡Si!
Aiden lo acompaña fuera y tomo asiento en la banqueta.
—¿Qué tal tu día, Elise?
—Ligeramente aburrido. Me gustaría dar clase todos los días... Papá ha llamado, quiere saber si podemos ir la próxima semana. Te ha mandado saludos. Es increíble lo mucho que le agradas.
—¿Qué puedo decir? ¡Soy encantador!
—Sólo un poco. —se acerca y me da un beso.
—¿Segura que sólo un poco?
—No sé, necesito más convencimiento… —río y vuelve a juntar nuestros labios.
♫♫♫
Nos dirigimos a un restaurante a cenar. Y en el camino nos topamos con Penny.
—¡Elisa! ¡Qué alegría me da verte! ¡Estaba a punto de llamarte!
—Hola Penny. —saluda Aiden llamando su atención.
—¡Aiden! Perdona. ¿Cómo estás?
—Muy bien, gracias. ¿Tú qué-
—¡Elisa! Necesito tu ayuda desesperadamente. —dice interrumpiendolo, cosa que me causa mucha gracia.
—¿Qué pasa?
—La próxima semana voy a conocer formalmente a los padres de Santiago. ¡Estoy hecha un manojo de nervios! Tú los conoces de toda la vida. ¿Qué debería hacer? ¿Debería vestirme muy formal o luciría pretenciosa? ¿Crees que deba recoger mi cabello? ¿Hay algún tema que deba evitar?
—¡Penny! —exclamo para captar su atención. —Los señores Dacosta son muy dulces. Sólo tienes que ser tú misma. No tienes nada de qué preocuparte.