II parte

Solo podía pensar en que ella me engañaba con ese sujeto, y por su parte, ese sujeto engañaba a su esposa con Giselle. Pensé entonces que estaba sacando conclusiones apresuradamente, de nuevo, es decir ¿Cuál era la probabilidad de que mis pensamientos estuvieran en lo correcto? Probablemente muy mínimas. Preferí salir de dudas y opte por hablar con aquella señora.

-Umm… Disculpe señora, ¿tiene un momento que me regale? – Le pregunte, abordándola a la salida del cementerio.

-¡Ah!... ¡Eh!… Sí, claro.- Respondió con incertidumbre y lágrimas en sus ojos.

-Mi nombre es Fernando Montenegro. Mucho gusto en conocerla señora…

-Ángela… Ángela Salazar.- Contesto complementando mi frase.

-Señora Ángela, gracias por acceder a hablar conmigo. -Respondí- Verás, no pude evitar escuchar sus susurros estando al frente de la tumba de quien supongo era su esposo, por…

-Disculpe, si no le molesta, ¿podemos ir a otro lugar? No quiero estar aquí.

-Está bien. Vayamos al parque o a una cafetería.

Ángela asintió con la cabeza dándome a entender que cualquier lugar estuviera bien siempre y cuando no fuese allí. El lugar más cercano era la cafetería, lugar al que fuimos. Tomamos asiento en la tercera mesa y, como la clientela era poca, fuimos atendidos tan pronto ingresamos. Ella pidió dos jugos de naranja, uno para ella y el otro para su hijo, en cuanto a mí: Yo pedí un café.

-Bien, continuare en donde me había quedado. Es referente a su esposo. Quiero saber la forma y causa de su muerte.- Ella empezó a llorar.- ¡Eh!... No es necesario que responda si no quiere hacerlo. –Le dije intentando calmarla sin saber que más hacer.

-Lo siento, no quise llorar – Respondió mientras se secaba las lágrimas de los ojos.- Te diré la forma de su muerte, quizá, de esta manera, logre desahogarme. Verás Fernando, ¿no es cierto?

-¡Eh! ¡Ah! Sí, ese es mi nombre.

-Aquella vez, la noche fatal… Ese día Juan y yo habíamos discutido porque pensé que me estaba siendo infiel. ¡Jah! ¡Qué estúpido de mi parte pensar eso! Aunque tenía motivos para creer en ello.

Dos meses atrás él empezó a comportarse distinto, no me trataba dulcemente como antes. ¡Hubo ocasiones en las que ni siquiera me determinaba! Me sentía bastante miserable e impotente, así que aquel día me enfrente a él y le exigí una explicación, una que jamás recibí.

Eran ya las 6:30 de la tarde y, debido a la acalorada discusión, Juan salió a tomar el aire y de paso dar un paseo. Poco tiempo después me entere. El rumor corrió como el aire de boca en boca. Él, Juan, estaba caminando solo por un puente cuando de repente se tropieza y cae a la carretera siendo atropellado por los autos que transitaban.

-¿Quiere decir que se enteró de su fallecimiento por rumores y no por los medios locales?

-Así es. Nosotros no tenemos radio ni televisor. Las noticias nos llegan por los rumores de la gente porque no tenemos dinero como para comprar periódicos.

-¿Sólo te enteraste de la muerte de tu esposo? ¿No había alguien más con él? Tal vez una chica…-Dije intentando persuadirla acerca de Giselle.

-¿Qué? ¿Una chica? No, no creo haber oído de ella.

-Ya veo.- Pensé sin pronunciar palabra alguna.- Ella no supo de Giselle, pero si sospechaba una infidelidad de parte de ese tal Juan. Creo que ahora lo entiendo.

-Bien, creo que ya es hora de irme. Gracias por escucharme. En verdad necesitaba liberar todo ello.

Salimos de la cafetería y cada cual tomo su camino. Eran alrededor de las seis de la tarde, aún quedaba una hora para encender la radio. Camine lentamente pensando en lo ocurrido.

-“Dos jóvenes amantes se han suicidado y, después de estos, muchas más parejas han seguido el mismo sendero a las siete de la noche que, según la prensa local, ellos los definían como novios pero dada la situación yo los catalogo como amantes.”

Sin pensarlo llegaron las 6:50 pm, no había llegado a mi casa y tampoco tenía una radio cerca. Decidí acelerar el paso, de esa forma posiblemente llegaría a tiempo a mi hogar, pero no fue así, en ese momento sucedió.