Melodía Nocturna

VII parte

Todo era desconocido y conocido al mismo tiempo. Todas las personas eran extrañas para mí y asimismo yo lo era para ellos. No intente hablar o establecer alguna relación con esos rostros que me miraban por encima del hombro, al menos, este último, se desvaneció en cuanto ella se acercó y me habló.

-¡Al fin haz llegado, muchachito!- Exclamó mientras reía con sutileza, en medio de la calle y ante la mirada apática de los presentes.

No respondí, pero mi rostro debió de expresar una gran incertidumbre. Tan solo me quede observándola y detallándola lo más posible. Su estatura era mediana, 1.60 cm aproximadamente, solo la superaba por 10 cm. Su piel tersa y blanca del color de una perla. Ojos grandes de color negro brillante que reflejaban una gran felicidad y deseo de vivir. Labios delgados de color rosado pálido, comisura elevada y hendiduras superiores muy bien detalladas. Cabello negro lacio a la altura de los hombros y espalda angosta. Vestía de forma muy sencilla y conservadora que dejaba todo a la imaginación. A pesar de no conocerla, ni a ella ni a nadie, sentí en su sonrisa una gran calidez que me resultaba casi familiar y tuve la sensación de haberla visto antes, con una mirada totalmente contraria a la que podía apreciar.

-Disculpa, ¿te conozco?

-¡Pero qué pregunta!-Respondió sonriente posando su mano sobre mi hombro derecho- Por supuesto que me conoces. Ahora somos familia, ¿no lo recuerdas?

-¿Familia? No lo sé, no te recuerdo.

-¿¡Cómo así que no te acuerdas!? ¡Soy yo, Hannyu! Hace poco estuviste presente en la boda. Recuérdala, con tu primo Ludwig.

-Ludwig… ¿Ludwig? He escuchado ese nombre antes pero, ¿en dónde?- Pensé sin emitir respuesta alguna mirando hacia el vacío. Eventualmente y forzando la mente, logre hallar el dueño del nombre.- ¡Ah! Es cierto, él es mi fallecido abuelo… Aunque jamás lo conocí en persona, solo lo veía a través de la fotografías de mi querida abuelita Mónica.

-¿Ya lo recuerdas?

-¡Oh!- Vaya, no sé qué decirle- Sí, ya me acordé. Perdón por haberte olvidado. Te ves tan radiante que no te reconocí.

Sin previo aviso y con una sonrisa en su rostro, Hannyu me tomó de la mano y me llevó hacia su casa en medio de lo que parecía ser un mini bosque, todo esto sin entablar conversación alguna. Era una pobre edificación que estaba alejada de las demás viviendas, cuya primera impresión me daba a entender la existencia de un gran deterioro. A simple vista se puede decir que es una casa hecha de ladrillos y concreto, con dos pisos y una ventana por cada sala y habitación dando como resultado cuatro de estas.

Ingrese antes que ella y, una vez ambos estuvimos dentro, la puerta fue cerrada.
Presurosa me invita un café seguida de una sugerencia que me hizo escupir el sorbo que se encontraba en mi boca. Cambiando su actitud drásticamente, eliminando toda aquella alegría reflejada en el encuentro inicial, disminuyendo el tono de su voz y dicho con tono dudoso, acepte su invitación de quedarme algunos días en su morada. He de aceptar que deseaba negarme, ¿Cómo podría estar seguro de que aquello no sea una trampa? Tenía mis reservas pero analizando la situación preferí quedarme, al fin y al cabo no había mucho que pudiese hacer.

-¿En dónde se encuentra el ab… ¡Ludwig!? –Me interrumpí percatándome de mi gran impertinencia. Con la juventud de ella, quien no superaría los 22 años, pude suponer la edad del abuelo, quizá la misma que poseo actualmente, 25 años, bueno, tal vez con algunas variaciones y por lo tanto sería casi imposible que ya fuese abuelo… ¡Ni siquiera ha nacido mi madre! Y está claro que esta chica no es mi abuela.

-Él…-suspiró- Se encuentra trabajando. Sí, hace tres semanas, sin retorno a casa y con un horario fijo.- Pude percibir la ironía y tristeza en sus palabras.

Sin mediar ni una palabra, la detalle en silencio, evitando molestarla de alguna forma. Lo intenté, enserio lo hice, pero como caballero y humano que soy no pude rechazar la tristeza que manaba del ambiente. Sabía cuál era la fuente y me propuse remediarlo, quería ver de nuevo una sonrisa en su rostro, aunque no tuviese la más mínima idea de cómo hacerlo.

-Eh… Hannyu, si no te molesta, ¿podrías enseñarme todo el lugar? Como ya sabrás, hace poco llegué y no conozco muy bien el área, si salgo sólo no es de sorprender que me pierda fácilmente.

-¿¡Ah!?- respondió saliendo de sus pensamientos- Oh, sí, claro. No hay problema. Espérame unos minutos.

Subió las escaleras de baldosas negras y se escuchó el sonido de una chirriante puerta que se abría. Pasados dos minutos se repitió el sonido manifestando su cierre y ella descendía las escaleras vistiendo un abrigo de lana negro con una caída en la cintura mientras cargaba otro abrigo similar con la diferencia de que este último era más largo y ancho. Cuando sus pies tocaron el primer piso, me ofreció la prenda que cargaba en sus brazos y se recogió el cabello en forma de una cola de caballo con un moño sencillo de color azul.




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