Melodía Nocturna

VIII parte

Pasaron alrededor de cuatro semanas en las que yo continuaba en ese mismo lugar sin saber el motivo o alguna forma de volver, pero esto último era lo que menos me interesaba, los momentos que pasaba con Hannyu eran conmovedores, enérgicos y alegres, por lo cual no podía quejarme y eso sin mencionar el gran concierto que vivía en casa. Todo ese tiempo fue maravilloso, tanto que hasta me daban deseos de quedarme y no regresar jamás, pero todo ello acabó brutalmente ese día.

El reloj marcaba las seis de la mañana y venciendo la bruma que helaba mis extremidades, me levante y dirigí a la cocina. Tenía la intención de preparar el desayuno como agradecimiento por toda su atención pero al abrir la despensa note que no había suficientes víveres. No me sorprendió, durante todo el tiempo que he permanecido aquí, no ha habido ocasión en la que se haya dedicado un viaje para abastecer el alimento. Había ganado un poco de dinero ayudando con el aseo de la casa, por lo cual me propuse a usarlo y salí hacia la tienda más cercana. En ese viaje, tristemente, la realidad me golpeó como un balonazo en el rostro.

Tenía afán, así que, estando allí, pedí que se me atendiera lo más pronto posible. Dada la hora y el día, un domingo, no había mucha clientela por lo cual no considere mi petición como algo petulante o imponente. Necesitaba volver, ella lo merecía. La impaciencia tomaba mi cuerpo manifestándose con un zapateo bastante estruendoso e incómodo en el lugar, tanto, que ese sonido me llego a estresar pero, incluso así, nadie me prestaba atención, como si no notasen mi presencia. En ningún momento pensé en irme de allí, a pesar de percibir la forma en que me ignoraban he iban atendiendo a quienes llegaban mucho después que yo. Transcurrieron alrededor de dos horas, tiempo en el cual ella ya debía de haberse levantado. Pensando en ello, supe que mi sorpresa se había arruinado. El enojo llegó a mi como la sublimación de un fosforó que acaba de ser encendido. Me acerque aún más a la vitrina y con fuerza arroje mis manos sobre la misma con la intención de llamar la atención o, llegando un poco más allá, romperla, pero ello fue inútil; atónito, observe como mis manos la atravesaron sin generar ningún daño. No lo quería creer y por ello intente, tontamente, destruir toda la tienda sin obtener resultado alguno. Con un horrible sabor amargo en mi garganta lo comprendí, mi insignificante existencia no representaba nada en mi época, ¿Cómo pude creer que esta sería diferente?

Salí frustrado del lugar y camine desganado hacia la casa creyendo que no podría pasar nada peor; grave error. La altura del sol me daba a entender que eran las 10 de la mañana, hora en la cual me alcancé a desesperar. Llegué a la casa e intente abrir la puerta sin éxito, mis manos no la tocaban y mucho menos podía atravesarla; de igual forma, intente atravesar las paredes o ventanas, pero nada resulto efectivo. Sin saber que más hacer, me derrumbe en el lugar y espere a que algo sucediera. Minutos más tarde, divise en la lejanía a un extraño sujeto con dos botellas vacías en sus manos, una a cada una, caminaba torcido, casi tambaleándose y parecía estar ebrio. Sin moverme lo espere un poco, tenía curiosidad de saber quién era, dado que pocas personas se acercaban o rondaban la periferia del lugar. Cuando se acercó supe que era él, mi abuelo, quien estaba ahogado de borracho. Un escalofrió recorrió todo mi cuerpo, lo que me generó un mal presentimiento. Analicé su comportamiento: sus movimientos bruscos, la expresión enojada en su rostro al balbucear incoherencias y los insultos que gritaba al aire como si estuviese en una riña callejera, sin lugar a dudas, era un ebrio peligroso.

Mi abuelo, Ludwig, llegó y entró a la casa. Mientras la puerta se mantenía abierta, me colé y entre junto a él, aprovechando el hecho de que no podía verme. Hannyu se encontraba tocando el arpa plácidamente en esa habitación sin puerta. Anteriormente, antes de salir a la tienda, había dejado la estufa encendida a fuego bajo, olvide por completo el apagarla, y cuando llegó el abuelo, está aún permanecía en el mismo estado, por lo cual su aspecto no era el más agradable. Todavía recuerdo esos crueles instantes, su bella e inocente expresión que no tenía la menor idea de lo que sucedería a continuación. No dejo de culparme, fue mi culpa que… que ella…

En su estado de borrachera aguda, como primera parada, Ludwig llegó a la cocina en busca de comida que estuviese preparada. Al no hallar nada en la despensa y el ver las ollas vacías y quemadas se enfureció y tomo una de ellas, hecho esto, su ira se intensifico al quemarse con el caliente metal que yacía sobre el fuego. Iracundo fue en busca de Hannyu, hallándola en la habitación sin puerta. Al verla la sujetó del cabello y la lanzó hacia el suelo, quien cayó de espalda, acto que le arrebato el oxígeno y la hizo suplicar con expresiones un poco de ayuda.

-¡Qué inútil eres! ¿Cuánto tiempo haz de haber desperdiciado con ese insignificante pedazo de madera durante mi ausencia? Definitivamente estoy mejor con Mo… ¡Argh! Como sea, ¡con cualquiera menos con una inútil!




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