Melodía Nocturna

IX parte

Aunque parezca extraño y un tanto exagerado, pasaron alrededor de 60 años con un margen de error de no más de dos años y, durante todo ese tiempo, yo continuaba en el mismo lugar, no me moví siquiera un centímetro, sin percatarme de ningún cambio alrededor o la presencia adicional de alguien ajeno a ella y a mí, aun cuando la tierra, el barro, la lluvia y todas las variedades del clima me atacasen cubriendo el 90% de mi cuerpo del cuello hacia abajo. No obstante, el único que se compadeció de mí y no me atacó fue el tiempo, a pesar de todo lo que transcurrió, yo me encontraba exactamente igual en tanto a la apariencia en edad se refería, debido a que todo mi cuerpo, en especial mi rostro, manifestaban un aspecto demacrado ante la insaciable espera de algo que lograse liberarme de mi estado aprisionado. Era probable que ya hubiese nacido y tuviese entre uno y dos años de edad, como sea, ello era lo de menos, no me importaba. Quería creer que todavía la cordura hacia parte de mi cerebro, a pesar de haber durado en un mismo lugar, en una misma posición durante sesenta años, pero la verdad era contraria a mis anhelos. Esperar su regreso hizo que me fuera obsesionando y, poco a poco, transforme ese sentimiento en algo más dulce y guiado por mi motor de bombeo, terminé enamorándome de ella, de una mujer sin vida. Era lógico el pensar que había enloquecido o, ¿de qué otra forma podrías llamar a alguien que se enamora de un ser inexistente o, mejor dicho, que existió pero pereció hace mucho tiempo? Aunque bueno, mi existencia no es que fuese de lo más relevante, por el contrario, considerando que mi yo de esta época ya tuviese algunos años, solo era cuestión de tiempo para que mi pobre alma desapareciera de este sufrimiento y cayera en un bucle sin retorno o quizá, todo aquello que cree y podía denominar como mi forma de ser o personalidad, desaparecieran por la crianza del nuevo yo, convirtiéndome en una persona completamente diferente y que se alejaría de toda esta miserable vivencia. En fin, retomo mis palabras en donde digo que es ilógico el pensar que pude haberme enamorado de una mujer inexistente pero, tomando en cuenta que, su ya esquelético cuerpo, fue mi única compañía en tan largo tiempo, ello puede ser comprensible, ¿o no? Ya me había resignado ante mi destino: a desaparecer, así como el hecho de que no volvería a mi época para ser yo y, mucho menos, el volver a ver a Hannyu pero lo que sucedió esa noche alegro un poco mi corazón.

El pasó del atardecer al anochecer me daba a entender que eran más de las seis y media, pero menos de las siete, así que, en resumidas cuentas, diría que eran las seis y cincuenta de la tarde, hora en que aquella melodía que creía extinta hizo eco en mis oídos, cerebro y corazón. Grite su nombre entusiasmado, al mismo tiempo que me puse de pie casi por instinto y buscaba con la mirada en todas direcciones mientras el barro de mi cuerpo se agrietaba y poco a poco se desprendía cayendo al suelo como fragmentos de nieve descendiendo de los árboles sacudidos por el viento.

Observe a lo lejos como una silueta caminaba desorientada hacia algún lugar. Sin dudarlo y haciendo a un lado mi objetividad, supuse la identidad de aquella persona y corrí en su búsqueda, evitando perderla de mi campo de visión. Llegué a un lugar en construcción, que por su arquitectura deduje que se trataría de un puente. Allí estaba Ludwig, al cual reconocí casi de inmediato a causa de las fotos de la abuela, de lo contrario me habría tomado más tiempo debido a que para él si habían transcurrido los años. Estaba acompañado de una extraña mujer a la cual, aunque intenté, no pude reconocer. Detrás de ellos vi aquella silueta, la silueta de una mujer sosteniendo un arpa.

-Sabía que eras tú, Hannyu. Pero ¡Oh! ¡No lo hagas! ¡La venganza no te llevara a ningún lado!- Grite al verla tocar el arpa, hipnotizando a la pareja y conduciéndolos hacia el ruin camino de la muerte.

El deceso de ambos sucedió a la hora habitual pero no fue a causa de suicidio; en esta ocasión, como su primera vez y motivada por la venganza, los hizo caminar hasta cierto punto, en donde quedaban como blancos perfectos en medio de innumerables y pesados materiales de construcción, los cuales fueron embrujados por la melodía y todos ellos se abalanzaron encima de la pareja generándoles traumatismos severos y, así, siendo aplastados por una masa de herramientas poco antes de ser liberados de tal encantamiento, murieron de forma tal que sus gritos no cesaron hasta que sus cuerdas vocales estallaron. Con un vacío en mi estómago y saliendo del trance que producía el crujir de los huesos y el estallido de los órganos corrí hacia ella lo más rápido que pude, forzando a mis músculos a tensionarse más allá de su límite y haciéndoles olvidar aquellos años sedentarios, aun así, aunque puse todas mis fuerzas en ello, no lograba alcanzarla, cada paso que daba en su dirección, era un paso que me alejaba de ella.

-¿Por qué me muestras esto?

-Ayúdame, ¡por favor!- Suplicó con tono melancólico.




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