A Isis nunca le había gustado la idea de que Gina siquiera naciera. Para ella, era la peor idea que jamás hubiera tenido su Rey, y muy a su pesar, lo había obedecido en todo y acatado sus órdenes.
Pero justo ahora que la conocía, no podía evitar dejarse llevar por sus impulsos y ansiar asesinarla. Presentía en lo más profundo que ella sabía cosas que podrían perjudicar al clan.
—¡Te atreves a rechazar de esa forma a mi rey! —vociferó, dispuesta a matarla y se lanzó a ella tomando de excusa que haya pasado de Zyn.
Antes de que Gina pudiera reaccionar, la mujer quedó suspendida en el aire a escasos centímetros de ella, retorciéndose y con dificultad para respirar.
—Ordené que te calmaras, Isis. Sabes que no me gusta la desobediencia —gruñó entre dientes el chico con una mano levantada en dirección a la mujer, con el puño ligeramente cerrado como si sujetara algo.
A pesar de la rapidez con que sucedieron las cosas, para Gina no pasaba desapercibida la ligera trasformación del rostro del chico y el color rojo sangre de sus ojos.
El ruido seco del cuerpo de Isis contra el suelo captó de nuevo su atención; Zyn la había lanzado contra un árbol. La mujer se levantó ligeramente, temblorosa y tosiendo, para luego alejarse corriendo de allí.
—Eso no era necesario —dijo la castaña, mirando como la mujer desaparecía entre los árboles—, sé cómo defenderme.
—Por más que quisieras, no podrías contra Isis —se burló Zyn, acercándose un poco más.
—Ni siquiera sabes de lo que soy capaz para asegurar tal cosa —contradijo Gina, ignorando todo lo que él y sus demás iguales sabían de su vida.
Aun así, Zyn y sus lacayos ignoraban muchas cosas más sobre ella.
A Gina empezaba a perturbarle el hecho de que la tratara tan bien el chico, buscaba con los ojos a los rubios y no los veía por ningún lado.
«Genial, tanto escándalo por que los acompañara y me dejaron sola». Se dice a sí misma e intenta nuevamente alejarse del moreno.
—¡Adam! ¡Eva! —vocifera, tratando de hacer sonar su voz por sobre la música.
—No pueden oírte, nadie puede oírte ya.
El rostro de Zyn volvió a cambiar y Gina pudo ver cómo sus ojos se volvían rojos otra vez, la tomó de pronto con mucha fuerza y acto seguido la mordió en el cuello desgarrando la carne y haciéndola gritar de dolor.

...
Una ráfaga de viento golpeó contra las persianas de la ventana y ocasionó un gran estruendo.
Gina despertó algo confundida y le tomó un poco de tiempo darse cuenta que seguía en su habitación, miró el reloj incrustado en la pared y apenas eran las 09:45 de la noche; su corazón aún latía alocadamente y seguía presa del pánico. Fuera o no solo un sueño había hecho estragos en ella dejándola sin poder volver a dormir.
—Tú me perteneces y haré contigo lo que quiera —proclamó la misma voz áspera de siempre.