UNO
Observo el paisaje por la ventana quedando embelesada ante la belleza rural de este sitio, se ven solo unas pocas casas tal y como padre había dicho, la idea de tener vecinos no me desagrada del todo, seria egoísta de mi parte querer disfrutar de este precioso lugar yo sola, espero que al menos haya alguna chica de mi edad por aquí, quizás tener una amiga no me haría mal, Karina me mataría si escuchase lo que pienso ahora, se encargó de recalcarme más de una vez que si dejaba de enviarle cartas semanales sabría que la había reemplazado, se enfadaría y ya no sería la madrina de mis futuros hijos.
El carruaje se detiene por lo que deduzco que al fin hemos llegado a nuestro destino, pongo todo mi empeño en apartar las emociones negativas, desde la muerte de mi madre me cuesta mucho emocionarme por algo, supongo que el duelo que aun llevo en mi corazón no permite que sea del todo feliz sin su presencia, ella amaba Londres pero insistía en que fuera de la ciudad la vida era más sana, siempre quiso que nos mudáramos pero fue lo único a lo que padre jamás accedió dado que su éxito financiero se debía a los negocios con las acaudalados nobles de la ciudad, es una pena que haya tenido que ocurrir lo peor para que se plantease buscar socios fuera de nuestro habitual hogar.
Me veo obligada a salir de mis pensamientos cuando el cochero abre la puerta dejando que entre una mayor claridad al interior del carruaje, me ofrece su mano amablemente para ayudarme a bajar, le agradezco dedicándole una amable sonrisa para luego observar detenidamente la gran mansión ante mis ojos, tiene una fuente en medio de la escalera de bordes redondos, el barandal dorado sobre el que apoyo mi mano le da un toque de elegancia y viveza al exterior con grandes ventanales de cristal a juego con las paredes blancas, subo cuidadosamente los escalones de piedra siendo cautelosa para no pisotear accidentalmente mi vestido.
Justo en la gran puerta de entrada se encuentra padre quien me recibe de brazos abiertos, no me hago de rogar y acelero el paso hacia él dejando que me refugie en su pecho, su olor característico a loción invade mis fosas nasales haciéndome sentir en casa.
—Bienvenida, mi pequeña Lottie ¿Cómo ha ido el viaje?
—Todo ha sido esplendido padre, gracias a dios no hemos sufrido percance alguno.
—Me alegra escuchar eso —Dice y esta vez se dirige a mi nana quien además de formar parte del servicio doméstico de mi familia desde que nací, también oficia de mi doncella.
—Genoveva —La saluda.
—Mi lord —Corresponde ella y baja un poco su cabeza haciendo una pequeña reverencia a modo de respeto.
—¡Oh justo a tiempo! Ya iba a enviar a alguien por ti —Me giro para ver a quien le habla y me encuentro con un joven que aparenta tener unos veinte o veintidós años como mucho
—Por favor, ayuda a Lady Charlotte y su doncella a cargar con el equipaje, busca algunos mozos que te ayuden también, conociendo a mi hija debió cargar con medio Londres.
—¡Padre! —Le reclamo divertida.
—Sabes que no miento querida hija, anda, ponte cómoda y explora tu nueva casa —Me anima.
Luego de tener todo el equipaje en mi habitación y acomodarlo con la ayuda de mi nana, tomo un baño de burbujas para quitar todo rastro de sudor en mi cuerpo, me coloco un vestido rosa bastante sencillo, amo este tipo de diseño para solo estar en casa ya que la falda cae en cascada hasta los tobillos otorgando una comodidad que los preciosos vestidos de falda grande no dan.
Mi cabeza duele un poco por el precioso pero complicado moño que me hizo nana Genoveva, así que lo suelto dejando libre mi melena rubia que ahora cae en ondas sobre mis hombros, una vez lista salgo de la recamara observando cada detalle a mi alrededor, las paredes han sido evidentemente empapeladas ya que no hay rastro de humedad o rasgaduras que delaten la antigüedad del mismo, el suelo brillante evidencia que este también ha recibido su correspondiente atención y fue pulido para que pareciese nuevo, la planta alta no luce muy amplia por lo que supongo que solo tendrá mi habitación, la de padre y obviamente la de mi nana, supongo que abajo es donde se encuentran las recamaras de los empleados, aun no conozco a todas las personas que trabajaran para nosotros pero imagino que sean más aparte del joven y el mayordomo que subieron mis maletas.
Camino por toda la planta baja familiarizándome con el espacio, me encuentro con la cocina, la cual se separa del amplio comedor solo mediante unas puertas de madera que lucen bastante gruesas, también cuenta con un gran salón de baile donde hay un gran espejo y una pared entera con solo ventanas idénticas a las de la entrada, sigo caminando y encuentro un sitio que supongo es una biblioteca o despacho, se nota que nadie ha estado en esta parte de la casa durante mucho tiempo pues mi nariz pica por el polvo acumulado en muebles y estantes, debería irme para evitar enfermarme pero el estante repleto de libros polvorientos y el balcón con la vista más preciosa de toda la casa me piden a gritos que me quede, hago caso a mis deseos y me dirijo antes que nada a los libros, oh bendito placer de la vida, pienso mientras acaricio uno a uno los lomos leyendo los títulos de algunos conocidos y otros que jamás había escuchado mencionar.
La curiosidad me puede y continúo evaluando la estancia hasta que algo capta mi atención, un retrato, me acerco lentamente al lienzo enmarcado en algo similar al cobre, la persona en el retrato es un hombre muy apuesto, de unos treinta años quizás.
Pelo negro, ojos claros, labios gruesos, cejas pobladas y nariz pequeña, pero con el grosor adecuado para crear armonía con el resto de sus facciones, sin duda alguna un hombre muy bien parecido, me pregunto quién será y por qué hay un retrato suyo en mi casa.
—Lottie —La voz de mi padre hace que dé un brinco exaltada, estaba tan concentrada en el retrato que ni siquiera le escuche llegar —Florecita ¿Qué haces aquí? Vas a pescar un resfriado, tanto polvo no le hace bien a tu alergia.