Melodías de la noche |sueños oscuros #3|

9° El bosque

Nathan llegó a casa pocos minutos después de Greyson, junto a Fred. El aroma a sangre en las paredes y la presión emocional por el secuestro de Nigel, hizo que Nathan tuviera que correr al baño para vaciar el estómago. El estrés terminaría por causarle gastritis.

Ni tardo ni perezoso, Fred cargó a Adrián en brazos mientras le susurraba que todo estaría bien, aunque en el fondo sabía lo equivocado que podía estar. Retuvo el llanto ante las lágrimas de su pequeño hijo.

Desde la sala, podía verse a Greyson. Permanecía en la habitación de Nigel y, a pesar de encontrarse todavía hincado mirando el piso, lucía serio. Buscaba pistas, algo que pudiera indicarle el paradero de Nigel. Se arrastró un poco más hacia adentro, dándose cuenta que, además de las marcas de sangre en el piso y los rasguños, también había algo más: tierra. Algo de tierra se asomaba entre la madera. Pero no se trataba de cualquiera, sino de una húmeda y oscura.

«El bosque… Quiere decirme algo» recordó Greyson la voz de Nigel. Le había dicho eso semanas atrás, luego de despertar gritando por las pesadillas que lo acosaban desde el día del accidente.

La idea que le asaltó en ese momento era descabellada, sin embargo, si Nigel y James estaban padeciendo del mismo demonio, entonces tenía un lugar en dónde empezar su búsqueda.

Claro que, si estaba equivocado, entonces perdería el tiempo y Nigel estaría…

—Greyson —sintió la mano de Nathan ponerse sobre su espalda con delicadeza.

—Prepara dos mochilas con las linterna, varias sogas, sábana y una biblia —dijo levantándose del piso y mirando a Nathan. La expresión de su rostro era fría, como si su corazón no sintiera nada más—. Y dile a Castiel que esté listo. Lo traeremos de vuelta.

Greyson salió de la habitación a paso seguro, dejando a un confundido Nathan atrás. El muchacho miró a su hermano hablando con Fred, tratando de convencerlo de algo. Negó con la cabeza y, luego de suspirar, se dedicó a preparar las mochilas. Estaba preocupado por Nigel, pero en realidad, era Greyson quien más ayuda necesitaba.

En la sala, Fred terminó accediendo a las palabras de Greyson, entregándole al pequeño niño para que se lo llevara.

El muchacho le había pedido a Adrián que fuera fuerte, porque si él le hacía llegar ese sentimiento a James, entonces estaría bien. Adrián se secó las lágrimas tallándose la carita, mientras le prometía a Greyson que sería muy fuerte.

Greyson colocó a Adrián en el piso y, tomándolo de la mano, lo sacó de casa y lo llevó hasta el hogar de Marlene. La joven quedó aturdida, aterrada cuando Greyson le explicó lo ocurrido, sin profundizar demasiado en detalles. Ella accedió a cuidar de Adrián mientras volvían, no sin antes lanzarse sobre Greyson para abrazarlo con fuerza cuando este se disponía a irse.

—Por favor, ten cuidado —le dijo Marlene al joven, sintiendo cómo él sujetaba su cintura y asentía con la cabeza. Quiso añadir algo, pero la voz no salió de su garganta.

Los cuatro hombres subieron al auto cuando Greyson volvió; él conduciría con rumbo al bosque, explicándoles porqué sospechaba que podía encontrarlos ahí. Quizá era una simple idea, mas nadie tenía otra opción.

Con las manos firmes sobre el volante, la quijada apretada y la vista fija en la carretera, Greyson divagaba con pensamientos inconclusos, difíciles de comprender incluso para él. Tenía la razón nublada, consumida en un océano oscuro de niebla y temor.

Sabía que Kenia estaba involucrada en toda la historia, escondida de forma astuta, actuando y manteniéndose presente, sin estarlo de verdad. Creía que ella, de alguna forma, había puesto en el museo aquel extraño dibujo perturbador, junto al resto de los elementos que estuvieron presentes en la exposición. La placa de metal y la cuchara… esa maldita cuchara ¿¡qué demonios tenía que ver!?

Ana se había enfocado en James ¿por qué? ¿En qué momento? A lo mejor Nigel y James tenían algo en común, algo que Ana podía percibir. Y Kenia también.

«Averiguaré lo que estás tramando, niña» pensó, escuchando apenas el crujir del volante al apretar su agarre.

—Greyson vas muy rápido.

Ella había engañado a Nigel. Además, de alguna forma hizo que James padeciera a merced de esa criatura. Era su culpa. Todo era su maldita culpa. Algo iba terriblemente mal con ella desde el primer momento. Él lo sabía. Y Kenia sabía que él lo notaba. Por eso nunca dio la cara. Por eso se mantuvo lejos. Por eso… por eso.




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