Las luces de la ciudad eran un velo que ocultaba secretos. Para Hyun-Woo, Seúl había dejado de ser solo un lugar de inspiración y se había convertido en un laberinto donde buscaba a Ji-Yeon, esa enigmática cantante cuya voz había marcado su alma. Para ella, en cambio, la ciudad era un campo de batalla donde debía mantenerse siempre en movimiento para no ser descubierta.
Después de su breve encuentro en la esquina donde cantaba, la chica había desaparecido otra vez. El hombre regresó noche tras noche al mismo lugar, con la esperanza de volver a verla, pero era como si se hubiera desvanecido.
Frustrado, decidió que era hora de tomar medidas más concretas. A través de contactos en la industria musical y una red de conocidos, comenzó a hacer preguntas. Mencionó a una joven cantante callejera con una voz única, describiendo su estilo y la intensidad emocional de su canto. Algunos respondían con vagas referencias, mientras que otros simplemente negaban haber escuchado de alguien como ella.
Una noche, mientras revisaba sus notas en un café, un músico de jazz que frecuentaba los bares locales se acercó.
—He oído hablar de alguien que podría ser ella —dijo el hombre al apoyarse en la barra—. Una chica con una voz que te deja helado. No canta en la calle todo el tiempo. A veces aparece en pequeños bares en Hongdae, pero nunca en el mismo lugar dos veces.
Hyun-Woo sintió una chispa de esperanza.
—¿Sabes dónde podría estar esta noche?
—No tengo idea. Es como un fantasma, pero si sigues buscando, tal vez la encuentres. Solo asegúrate de no asustarla. No parece del tipo que se queda si siente que alguien la persigue.
Esa misma noche, Ji-Yeon caminaba por las estrechas calles de Hongdae, con su mochila al hombro y una bufanda cubriendo parte de su rostro. Había aprendido a moverse como una sombra, siempre alerta a las miradas y al peligro de ser reconocida.
Cantar en público era tanto una necesidad como un riesgo. Necesitaba expresarse, mas no podía permitirse el lujo de ser descubierta. Había huido de algo más grande que las calles de Seúl, algo que todavía la perseguía en los rincones oscuros de su mente.
Entró a un pequeño bar llamado Eclipse, un lugar donde los músicos se turnaban para presentarse en el escenario improvisado. Había aprendido a confiar en estos espacios; eran discretos y transitorios, ideales para alguien que no quería dejar rastro.
Cuando llegó su turno, subió al escenario con pasos cautelosos. El público era pequeño pero atento, un puñado de desconocidos con copas en las manos y ojos curiosos. Tomó el micrófono y cerró los ojos, dejando que la música la envolviera.
Cantó una balada melancólica sobre despedidas y promesas rotas. Su voz llenó el lugar, atrapando a todos en su red de emociones crudas. Era como si el mundo desapareciera, dejando solo a Ji-Yeon y su dolor en el aire.
Cuando terminó, los aplausos llenaron el espacio, no obstante, ella no esperó para disfrutar del momento. Bajó rápidamente del escenario, recogió su mochila y salió por la puerta trasera antes de que alguien pudiera detenerla.
Mientras tanto, Hyun-Woo continuaba buscando. Visitar bares nocturnos y pequeños locales se había convertido en su rutina. Estaba decidido a encontrarla, no solo por su talento, sino porque sentía que ella era la clave para recuperar su propia conexión con la música.
Una noche, mientras caminaba por las calles de Hongdae, escuchó a un grupo de personas hablando sobre una cantante que había impresionado a todos en el Eclipse. Sin pensarlo dos veces, se dirigió al lugar.
El bar estaba casi vacío cuando llegó y se acercó al barman, quien lo miró con curiosidad.
—Estoy buscando a una cantante que estuvo aquí anoche —dijo Hyun-Woo, con la esperanza de obtener alguna información.
El hombre frunció el ceño, pensando.
—Sí, estuvo aquí. Cantó una canción que dejó a todos sin palabras. Pero no puedo ayudarte. Apenas se quedó después de terminar. Es como un espíritu que viene y va.
El productor suspiró, agradecido de todos modos. Aunque no había encontrado a Ji-Yeon, al menos sabía que estaba cerca.
A su vez, Ji-Yeon había encontrado refugio temporal en un pequeño apartamento alquilado por días. Era una habitación sencilla, con paredes grises y una cama individual, mas le daba la privacidad que necesitaba para componer y practicar.
Esa noche, mientras tocaba una melodía en su vieja guitarra, sus pensamientos regresaron a Hyun-Woo. Había algo en él que la inquietaba. No era como los demás productores que había conocido, ansiosos por explotar el talento de otros. Había sinceridad en sus palabras, pero aún así, no podía confiar en nadie.
Ji-Yeon sabía que su voz era un regalo, sin embargo, también una maldición. Había aprendido a usarla para protegerse, para expresar lo que no podía decir con palabras, pero también era lo que la había puesto en peligro en el pasado.
Decidió que debía seguir moviéndose. Permanecer en un lugar por demasiado tiempo era un riesgo que no podía permitirse.
Hyun-Woo no se rindió. Al tercer día, finalmente la encontró. Fue en un bar pequeño, escondido entre los callejones de Itaewon. Cuando la vio subir al escenario, sintió un escalofrío recorrer su espalda. Era ella.