Melodías de sombras (cinco sentidos)

Capítulo 3

La búsqueda de Hyun-Woo finalmente rindió frutos una tarde lluviosa en un rincón discreto de Seúl. Había vuelto al pequeño bar de Itaewon donde la había visto cantar por última vez. Allí, entre el rumor de las conversaciones y el aroma a café rancio, la vio sentada en una esquina con su guitarra, aparentemente distraída mientras afinaba las cuerdas.

Había algo en su postura, una mezcla de fragilidad y fortaleza que lo desarmaba. No podía permitir que ella desapareciera otra vez. Se acercó lentamente, sin importarle las gotas de lluvia que todavía resbalaban por su abrigo.

—Ji-Yeon —dijo, tratando de mantener su voz tranquila, aunque la emoción lo traicionaba—. Necesitamos hablar.

Ella levantó la mirada, sorprendida al principio, pero su expresión pronto se endureció.

—¿Tú otra vez? —replicó, dejando la guitarra a un lado para ponerse de pie con rapidez—. ¿Qué parte de "déjame en paz" no entiendes?

Hyun-Woo levantó las manos, como en señal de paz.

—Escucha, no quiero molestarte. Sé que no confías en mí, pero te aseguro que mis intenciones son sinceras.

—¿Sinceras? —se burló al cruzar los brazos—. Lo que tú quieres es lo mismo que todos los demás. Mi voz, mi música... pero nada de eso es tuyo para tomar.

—No quiero tomar nada —replicó él, más serio ahora—. Quiero ayudarte. Quiero que el mundo escuche tu talento.

Ji-Yeon suspiró y miró hacia otro lado. Estaba claro que su paciencia se agotaba.

Hyun-Woo aprovechó el momento de duda.

—Mira, te propongo un contrato —dijo rápidamente, sacando un sobre que había preparado con antelación—. Es justo, sin ataduras. Tú decides cómo, dónde y cuándo cantas. Solo quiero ser parte de lo que crees.

La chica miró el sobre con recelo, mas no lo tomó.

—No necesito un contrato. Lo único que necesito es que me dejes tranquila.

—¿Por qué te niegas a siquiera considerarlo? —preguntó él, la frustración comenzaba a asomar en su voz—. Tienes un talento increíble, pero te escondes. ¿De qué estás huyendo?

Esa última pregunta la hizo congelarse. Por un momento, su máscara de indiferencia pareció tambalearse. Bajó la mirada, como si la respuesta fuera demasiado pesada para decirla en voz alta.

—No es asunto tuyo —murmuró al fin.

—Entonces, hazlo por ti —insistió él—. No tienes que confiar en mí, pero sabes que tu voz merece ser escuchada.

Ji-Yeon lo miró fijamente, como si evaluara cada palabra. Por fin, negó con la cabeza y respondió:

—No entiendes nada. Mi voz no es un regalo; es una carga. Y cada vez que alguien se acerca, solo empeoran las cosas.

El chico sintió que había tocado un nervio, mas no sabía exactamente cuál.

Ji-Yeon recogió su guitarra y su mochila, lista para irse.

—Esto es un error —dijo sin mirarlo—. Olvídame, Hyun-Woo. Es mejor para los dos.

Él no estaba dispuesto a dejarla ir con tanta facilidad.

—¡Espera! —exclamó mientras se interponía en su camino. La intensidad en su voz la obligó a detenerse—. Sé que estás ocultando algo. No sé qué es, pero puedo ayudarte si me dejas.

—¿Ayudarme? —ella soltó una risa amarga—. Ni siquiera sabes en qué te estás metiendo.

—Entonces, explícame —insistió él—. Ayúdame a entender.

La mirada de la joven era un torbellino de emociones: ira, tristeza, miedo. Finalmente, dio un paso atrás.

—Tú no puedes ayudarme, Hyun-Woo. Nadie puede.

Antes de que pudiera responder, Ji-Yeon salió del bar, dejándolo con más preguntas que respuestas.

De vuelta en su estudio, Hyun-Woo no podía dejar de pensar en lo que había sucedido. Había algo en Ji-Yeon que iba más allá de su talento. Una sombra que la seguía, algo que la mantenía siempre a la defensiva.

Comenzó a investigar, utilizando su red de contactos para obtener más información. Pero la joven era un misterio. No había registros de ella en ninguna escuela de música, ni menciones en círculos artísticos. Era como si no existiera hasta hacía poco.

Una noche, mientras revisaba grabaciones de sus últimas sesiones en busca de inspiración, recordó algo: la melodía que Ji-Yeon había cantado la primera vez que la escuchó. Era única, desgarradora, mas también le resultaba familiar.

Hyun-Woo buscó en su archivo personal de música, repasando antiguas composiciones y grabaciones de artistas con los que había trabajado. Finalmente, encontró lo que buscaba: una vieja demo de un compositor olvidado, alguien que había desaparecido del mapa años atrás.

La melodía era similar, pero no idéntica. El chico no sabía qué significaba esta conexión, mas estaba decidido a descubrirlo.

Mientras tanto, Ji-Yeon se refugió en un hostal barato al otro lado de la ciudad. Estaba exhausta, tanto física como emocionalmente. La insistencia de Hyun-Woo había removido recuerdos que había enterrado profundamente.

Sabía que estaba corriendo un riesgo al quedarse en Seúl. Pero había algo en esa ciudad que no podía abandonar, algo que la mantenía allí a pesar del peligro.




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