Melodías de sombras (cinco sentidos)

Capítulo 5

La noche cayó sobre Seúl para envolver a la ciudad en un manto de luces titilantes y sombras profundas. En un pequeño apartamento alquilado al sur de la ciudad, Ji-Yeon se retorcía entre las sábanas, atrapada en el vórtice de un sueño que se sentía demasiado real para ser producto de su imaginación.

En el sueño, ella estaba en un parque desolado. Las ramas de los árboles desnudos se extendían como dedos huesudos hacia un cielo gris. Un piano viejo se encontraba en el centro, cubierto de hojas secas, y a su lado, una figura borrosa tocaba una melodía que resonaba en su pecho.

La melodía era familiar, una canción que solía cantarle su madre antes de acostarla cuando era niña. Pero algo estaba mal. La figura junto al piano se giró, revelando un rostro pálido y ojos vacíos que parecían perforar su alma.

—Ji-Yeon... —la voz era suave pero cargada de dolor—. ¿Por qué lo olvidaste?

Ella retrocedió, mas sus pies estaban pegados al suelo. De repente, el piano comenzó a incendiarse, las llamas ascendían con rapidez, iluminando el rostro espectral frente a ella. La chica gritó, no obstante, el sonido quedó atrapado en su garganta.

Despertó de golpe, con el corazón latiendo desbocado. La respiración entrecortada llenó la habitación mientras se sujetaba la cabeza con ambas manos. La sensación de angustia era tan real que las lágrimas caían libremente por su rostro.

Después de calmarse, Ji-Yeon se levantó, caminando descalza hacia la ventana. La lluvia comenzaba a caer, creando patrones irregulares en el cristal. Cerró los ojos, tratando de calmar la maraña de emociones en su interior. Aquella melodía en el sueño... hacía años que no pensaba en ella.

Le recordó a su madre, a su infancia rota por un evento que había enterrado profundamente en su memoria. Cada vez que cantaba ciertas canciones, parecía que esos recuerdos intentaban salir a la superficie, desgarrándola desde adentro.

«No puedes quedarte atrapada en el pasado», se dijo a sí misma. Pero sabía que, aunque pudiera ignorarlo durante el día, su subconsciente siempre encontraba la manera de recordárselo.

Mientras tanto, Hyun-Woo se encontraba en su estudio, rodeado de partituras y equipos de grabación. No podía quitarse de la cabeza la última interpretación de la chica. Había algo en su voz que iba más allá del talento; algo que parecía llevar el peso de historias no contadas.

Decidido a entender más, comenzó a buscar información sobre ella. Sin embargo, la joven era una sombra, casi imposible de rastrear. No tenía redes sociales ni rastro digital alguno. Lo único que sabía era que cantaba en bares pequeños, moviéndose constantemente como si estuviera huyendo de algo o de alguien.

Abrió una libreta donde había comenzado a escribir sus observaciones. Allí anotó palabras clave:

  • Melodía de dolor
  • Ausencia de raíces
  • Canciones de despedida

Una idea se formó lentamente en su mente: las canciones de Ji-Yeon no eran solo música, eran confesiones. Aunque confesiones de qué, exactamente, seguía siendo un misterio.

Decidió visitar algunos de los lugares donde ella había cantado en el pasado. En un bar de Hongdae, habló con un camarero que recordaba vagamente a la chica.

—Era buena —dijo el hombre mientras secaba un vaso—, pero no hablaba con nadie. Cantaba y luego desaparecía.

—¿Alguna vez mencionó algo sobre su pasado? —preguntó el productor.

El camarero negó con la cabeza.

—Nada. Pero recuerdo que una vez cantó una canción que hizo llorar a todos aquí. Algo sobre una casa en llamas... Fue extraño, como si estuviera contando una historia real.

El hombre agradeció al chico y salió del bar. «Una casa en llamas», pensó. Las piezas comenzaban a encajar, mas aún faltaban demasiados fragmentos.

Esa noche, mientras Ji-Yeon volvía a casa después de cantar en otro bar, pasó por un callejón oscuro y familiar. La lluvia había cesado, sin embargo, el aire seguía cargado de humedad. Se detuvo en seco al ver un edificio abandonado al final de la calle.

Era una vieja escuela de música, cerrada hacía años. Sus ventanas rotas y paredes grafiteadas apenas recordaban la elegancia que una vez tuvo. La muchacha sintió un nudo en el estómago al mirar la entrada.

Un torrente de recuerdos la golpeó de repente. Su madre la había llevado allí cuando era pequeña para sus primeras lecciones de canto. Fue en ese lugar donde descubrió su pasión por la música, pero también donde ocurrió algo que marcó el inicio de su pesadilla.

Sin darse cuenta, comenzó a caminar hacia el edificio. Sus pasos resonaban en el pavimento mojado.

Cuando llegó a la entrada, se detuvo, mirando hacia dentro. Aunque las luces estaban apagadas y el lugar parecía vacío, una suave melodía pareció flotar en el aire, como si alguien estuviera tocando un piano en las profundidades del edificio.

Ella retrocedió, temblando.

—No puede ser... —susurró mientras se llevaba una mano al pecho.

Esa misma melodía había estado en su sueño.

Se dio la vuelta y corrió, sintiendo que algo, o alguien, la observaba desde las sombras.

Esa noche, Hyun-Woo recibió una llamada inesperada de Ji-Yeon.




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