La propuesta de Hyun-Woo de grabar una canción había estado en el aire durante días. Ji-Yeon, después de mucho debate interno, finalmente accedió, pero no sin antes establecer reglas estrictas: no habría público, el tema de la canción lo decidiría ella, y, al terminar, el archivo sería suyo para destruir si lo consideraba necesario.
Él, a pesar de las restricciones, estaba emocionado. Esta era su oportunidad de demostrarle a la chica que su talento merecía ser compartido con el mundo.
El día de la grabación, Ji-Yeon llegó al estudio con una mochila ligera al hombro y una expresión severa. Hyun-Woo la recibió con una sonrisa contenida.
—Todo está listo. Puedes tomarte el tiempo que necesites —dijo al mostrarle la cabina insonorizada equipada con micrófonos de última generación.
Ella asintió sin decir nada, estudiando el espacio con cautela. Sus ojos se detuvieron en el piano de cola ubicado en un rincón de la sala de grabación. Aunque sabía que no necesitaría tocarlo, la presencia del instrumento le provocó un nudo en el estómago.
—¿Estás segura de esto? —preguntó él al percibir su incomodidad.
—No lo estaría si no viniera preparada —respondió ella con firmeza.
Ji-Yeon eligió una balada que había compuesto años atrás. Era una canción íntima, cargada de melancolía, mas también con destellos de esperanza. La había escrito en uno de los momentos más oscuros de su vida, cuando las palabras eran su único refugio.
Se sentó en la cabina, ajustándose los auriculares mientras miraba el micrófono frente a ella. Hyun-Woo la observaba desde el otro lado del cristal, ajustando los niveles de audio, y con su corazón latiendo con fuerza.
Cuando comenzó a cantar, el estudio se llenó de una energía casi palpable. Su voz era un hilo fino al principio, pero rápidamente se transformó en un torrente de emociones. Cada nota parecía contener fragmentos de su alma, como si estuviera abriendo una puerta a recuerdos que llevaba años intentando enterrar.
El productor estaba absorto, incapaz de apartar la mirada. Sentía las emociones de ella como si fueran propias: tristeza, culpa, y un anhelo profundo de redención.
Sin embargo, a medida que la canción avanzaba, algo extraño comenzó a suceder. Las luces del estudio parpadearon con brevedad, y un leve zumbido resonó en los altavoces.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó uno de los técnicos que estaba en la sala de control con él.
—Debe ser un problema con la corriente —murmuró Hyun-Woo, pero su mirada estaba fija en Ji-Yeon, quien parecía ajena al fenómeno.
Cuando la chica llegó al clímax de la canción, el ambiente en el estudio cambió drásticamente. Las luces comenzaron a parpadear con más frecuencia, y una ráfaga de aire frío atravesó la sala. Hyun-Woo sintió un escalofrío recorrer su espalda.
Dentro de la cabina, ella estaba inmersa en su interpretación, pero de repente su voz se quebró. Abrió los ojos, mirando alrededor como si algo invisible la estuviera presionando.
—¡Apaga todo! —gritó ella mientras se arrancaba los auriculares y retrocedía contra la pared de la cabina.
El chico reaccionó de inmediato, deteniendo la grabación y entrando a la sala.
—¿Qué ha pasado? ¿Estás bien? —preguntó al acercarse con cautela.
Ji-Yeon lo miró con los ojos desorbitados y su respiración agitada.
—Había algo... algo en la cabina. Sentí que no estaba sola.
Él trató de calmarla, mas él mismo no podía negar que había sentido algo extraño.
Después del incidente, la joven insistió en escuchar la grabación antes de decidir qué hacer con ella. Sentados en la sala de control, Hyun-Woo y ella revisaron el archivo.
La canción era tan impactante como lo había sido en vivo, pero cuando llegaron al clímax, un sonido extraño interrumpió la grabación: un lamento bajo y persistente, como un susurro que no pertenecía a la voz de Ji-Yeon.
—¿Qué es eso? —preguntó ella con los puños apretados.
El productor miró al técnico, quien negó con la cabeza y contestó:
—No es interferencia. El sistema no registra anomalías en el audio.
Ella se levantó de golpe, nerviosa, y dijo:
—No puedo hacer esto. Te dije que no quería problemas, y ahora esto...
Hyun-Woo la siguió, intentando detenerla.
—Espera, Ji-Yeon. Esto no es algo que debamos ignorar. Tu voz es única, y lo que pasó... no tiene que asustarte.
Ella lo miró con los ojos llenos de lágrimas.
—¿Qué sabes tú de lo que me asusta? No es solo mi voz, Hyun-Woo. Es lo que llevo dentro, lo que trae consigo.
Él frunció el ceño, entendiendo que había mucho más detrás de su rechazo que simple inseguridad.
—Entonces dime. Ayúdame a entender.
Pero ella negó con la cabeza y salió del estudio, dejando al chico con más preguntas que respuestas.
Esa noche, Hyun-Woo revisó la grabación una y otra vez, intentando descifrar el misterio del lamento. Aunque sabía que debía respetar los límites de Ji-Yeon, no podía ignorar la sensación de que su música tenía un propósito mayor, algo que aún no comprendía por completo.