Hyun-Woo no podía apartar la vista de Ji-Yeon mientras revisaba las grabaciones en el estudio. La sesión había terminado hacía horas, mas el eco de su voz resonaba aún en sus pensamientos. Había algo en ella, un matiz indescriptible que se incrustaba bajo la piel, una mezcla de dolor, rabia y vulnerabilidad que hacía imposible ignorarla.
La chica, por su parte, estaba inquieta. Aunque había aceptado trabajar con él, una parte de ella sabía que lo inevitable se avecinaba. Cada vez que cantaba, las consecuencias eran como sombras que acechaban, y esta vez no sería diferente.
—¿Podemos hablar? —dijo el productor al romper el silencio.
Ella lo miró desde la puerta del estudio, dudando. Finalmente, asintió y entró para sentarse frente a él.
—¿Qué quieres decir?
Hyun-Woo tomó un respiro profundo para elegir sus palabras con cuidado:
—Hay algo en tu voz que no entiendo. No es solo técnica, es… emocional. Es como si cada nota llevara una historia, pero no solo la tuya.
La chica desvió la mirada, con su cuerpo tenso.
—No quiero hablar de eso.
—Pero necesitas hacerlo —insistió él. Su voz era firme, pero no acusadora—. Hay algo que te pesa, algo que estás ocultando. Si vamos a trabajar juntos, necesito saber qué es.
Ella apretó las manos sobre su regazo, intentando mantener la compostura.
—No lo entenderías. Nadie lo hace.
—Inténtalo.
La insistencia de él no era agresiva, pero sí persistente. La muchacha por fin cedió para dejar escapar un suspiro cargado de cansancio y dijo:
—Cada vez que canto… algo malo sucede.
Él arqueó una ceja, sin estar seguro de haber entendido bien.
—¿Algo malo? ¿Cómo qué?
—Accidentes, peleas, tragedias… —ella levantó la mirada, con sus ojos oscuros brillando con algo parecido al miedo—. No sé por qué, pero siempre pasa.
Él se quedó en silencio, procesando sus palabras.
—¿Estás diciendo que tu voz… causa estos eventos?
—No lo sé. No lo creo. Pero cada vez que canto, las cosas se salen de control. Es como si mi voz atrajera… desgracias.
El productor apoyó los codos sobre la mesa, con la mente trabajando con rapidez, e inquirió:
—¿Tienes algún ejemplo?
Ji-Yeon asintió con lentitud, como si sacara un peso del pecho, y narró:
—Cuando tenía diecisiete años, canté en un festival en mi pueblo. Era un concurso local, nada importante, pero quería intentarlo. Al principio, todos estaban felices, después… —Su voz se quebró, y tuvo que hacer una pausa—. Esa misma noche, un incendio arrasó con varias casas, incluida la mía. Perdí todo.
Hyun-Woo sintió un nudo en el estómago.
—¿Crees que fue tu culpa?
—No sé si fue mi culpa, pero no fue una coincidencia —ella cerró los ojos, con sus manos temblando—. Y no fue la única vez.
El productor se inclinó hacia ella, con expresión seria pero comprensiva.
—Ji-Yeon, lo que me estás diciendo suena… extraño. Aun así, quiero entenderlo. ¿Cuántas veces ha pasado algo así?
—Demasiadas —levantó la vista, con el rostro endurecido—. Por eso no quiero cantar. Por eso huyo cada vez que alguien intenta involucrarme en algo.
Él dejó escapar un suspiro, sintiendo una mezcla de frustración y compasión.
—Entiendo por qué tienes miedo, pero no creo que estés maldita. Tu voz es poderosa, sí, aunque no creo que tenga la capacidad de causar desastres.
Ji-Yeon se levantó de golpe, con una energía casi agresiva, y exclamó:
—¿Y qué sabes tú? ¡No has vivido lo que yo!
—No, no lo he vivido —respondió con calma, mas sus ojos reflejaban su determinación—. No obstante, he trabajado con cientos de artistas, y sé que el talento como el tuyo no es común. Tal vez tu miedo está distorsionando la forma en que ves las cosas.
Ella negó con la cabeza y cruzó los brazos.
—¿Distorsionando? ¿Es eso lo que crees?
—No estoy diciendo que lo que has vivido no sea real, pero a veces las emociones intensas pueden hacernos creer cosas que no son completamente ciertas.
Ji-Yeon lo miró fijamente, como si estuviera evaluando si valía la pena seguir discutiendo. Finalmente, volvió a sentarse, aunque sus movimientos eran tensos.
El productor decidió cambiar de estrategia y dijo:
—Mira, no voy a forzarte a hacer nada. Pero quiero que confíes en mí. ¿Podemos intentar algo diferente?
—¿El qué?
—Quiero que cantes una canción, sin público. Solo para mí —él señaló el estudio alrededor de ellos—. Aquí, en un ambiente controlado. Y observaremos lo que sucede.
Ella lo miró como si estuviera loco e inquirió:
—¿Quieres experimentar conmigo?
—No es un experimento, es una forma de enfrentarte a tu miedo. Si algo sale mal, estaré aquí para ayudarte.